Y colorín, colorado…

Y colorín, colorado…

En un pasado no muy remoto, posterior al ajusticiamiento de Trujillo, saber por quién votar y por qué votar, no era un dilema difícil. La existencia de tres o cuatro tendencias bien definidas, identificadas por sus colores y símbolos emblemáticos que orgullosamente exhibían las grandes masas de votantes, se iba a las urnas a depositar su voto sin vacilación alguna, sin componendas deshonrosas, fieles a las directrices de su grandes líderes políticos: Balaguer, Bosch, Peña Gómez, Manolo Tavárez, ya desaparecidos. Convencidos de su integridad, sapiencia y firmeza. Cada uno encarnando la visión, los ideales patrióticos y creencias políticas de sus militantes y simpatizantes conservadores unos, liberales otros, revolucionarios los demás o simples ciudadanos independientes, todos seriamente comprometidos, desde su óptica, con el bienestar de su pueblo y el porvenir de la patria.
El alevoso Golpe de Estado de 1963, fatal para la Democracia recién instaurada, no logró contener las ansias de “libertad, igualdad y fraternidad” despertadas por los héroes del 14 de Junio, reivindicadas por la Constitución del 1963 y la insurrección de Abril convertida en Guerra Patria ante la nefasta intervención militar norteamericana que dejó como legado histórico 12 años de despotismo, crimen y corrupción. A partir de entonces, qué ha quedado de aquel burlado ideal democrático, del ideal redentor por una sociedad más justa, participativa e igualitaria, protegida por un Estado Social de Derecho, respetuoso de la Constitución y las leyes, de los derechos humanos, inalienables, de su soberanía.
“El verticalismo y autoritarismo.” Ciertamente han caracterizado el sistema político dominicano desde entonces hasta nuestros días, “apoyado no solo en la fuerza y la represión únicamente, sino en el control político de los poderes públicos por los grandes partidos del sistema que se turnan en el rejuego gobierno-oposición, atendiendo sus intereses particulares y espurios, marginando los graves problemas que acosan la nación, legitimando el control social que ejercen a través “del autoritarismo, la corrupción, el clientelismo y la demagogia” sumada la “fragilidad ciudadana”, la inestabilidad institucional, de un sistema neoliberal deshumanizante insertado en la pobreza y un precario esquema democrático que enajena la soberanía y permite el despojo del derecho ciudadano.
Ya entrada la recta final de una campaña electoral burda iniciada a destiempo, agotadora, despilfarradora de fondos públicos, donde los recursos del Estado son usufructuados alegremente por los actuales detentadores del poder político y económico de la nación, no deja de sorprender la impudicia que evidencian los elementos e imágenes de los partidos que en su tropelía no dejan de confundir al ciudadano. ¿Por quién votar: ¿Blanco, por Danilo? O por Danilo, “A paso de vencedores” uncido por Balaguer, reeditando aquella Alianza “Patriótica” que abrió el mesianismo de un Leonel Fernandez, ¿O votar por Abinader, enmarcado en la boleta 3 reformista luego de la impúdica alianza con una cúpula despreciada por el PLD, reforzado por el “Pacto de las Corbatas Azules”, el PQD de Wessin, el Partido “proletario” de los Trabajadores, Amable. ¡Todo mezclado! No logro superar mi confusión. Antes todo era tan simple. ¡Debería quedarme en casa!

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