Y comienza otro

Y comienza otro

La cábala persiguió el año que concluye. Debía ser malo, pesaroso. El 13 manda. Es la triscaidecafobia que de tan pertinaz y masiva, impide que los aviones tengan asiento 13 y algunos edificios omitan el número para el piso encima del 12. Videntes, místicos, estudiosos de las profecías, auguraron catástrofes, muertes, tragedias. Los más aferrados a la simbología, a la fe y al miedo, esperaron el apocalipsis. No ha ocurrido. Tal vez cuentan las horas que faltan, para completar la vuelta de la tierra alrededor del sol y aguardan la hecatombe. Pronto el 2013 será pasado. Lo peor será bueno.

Después de escuchar la Novena Sinfonía, un crítico inglés opinó en TheQuartely Musical Magazine and Review (1825) “… Beethoven escribe para cerebros que, por educación y por costumbre, no consiguen pensar en otra cosa que no sean los trajes, la moda, el chismorreo, la lectura de novelas y la disipación moral; a los que les cuesta un gran esfuerzo sentir los placeres, más elaborados y menos febriles, de la ciencia y del arte.

Escribe para esos cerebros, y parece que tiene cierto éxito si he de hacer caso a los elogios que veo brotar respecto a este último trabajo suyo». La cita es recreada por Alessandro Baricco en “Los Bárbaros”. Cada época tiene su encanto, sus detractores, su afán. Es necesario asumir, como apostrofa Millás, que el presente es el lugar donde vamos a vivir el resto de nuestros días. Los ciclos se evalúan de manera desigual porque somos distintos. Motivan inventarios, provocan promesas. El 31 de diciembre, la intención de ser mejores, es masiva y fugaz.

Los propósitos individuales trascienden y las plegarias pretenden reformar la humanidad y destacar cuan mal y equivocada está. Como si se tratara del rechifle que llama a la manada, el interés colectivo busca muertos insignes, bandidos impunes, escándalos, aciertos. Los hechos maravillosos o tremebundos. Aquí es tema la inseguridad, la crisis de los partidos, los mitos que algunos repiten como credo, las consecuencias extrañas y peligrosas de la sentencia 168/13 del Tribunal Constitucional, el miedo a la historia que explica las relaciones con Haití, el neo vasallaje criollo.

El parloteo regateará méritos a la gestión del presidente Danilo Medina, evocando desmanes de administraciones anteriores. El recuento ocupará el tiempo hasta que enero acabe. La alfombra del año nuevo se desplegará y comenzará la esperanza, el temor, la evocación. No importa la fecha. Fácil es repetir que el país se fastidió y que los políticos son los culpables. Es la mejor manera de eludir los sacrificios que logran “milagros”. Así evitan obligaciones. Cómodo es pretender cambios desde los palcos. Mirar desde arriba cómo funciona el modelo que diseñan. El esfuerzo es para otros, el acatamiento para los demás. Renunciar a los privilegios, a la retórica mendaz, no está en la lista de compromisos. Sus urgencias priman.

Concluirá el 2013 con una garata interminable. Jano se reproduce. Esa doble cara tizna principalías que otrora fueron referencias. Los augurios, más de lo mismo serán, porque es mentira que la intención, nefanda o pía, persista más allá de la resaca o del alba del día primero. Ojalá existiera el propósito colectivo, la intención contagiosa para transformar el país. Lograrlo exige quitarse, por un rato, las máscaras, bregar sin antifaz. Omitir la escaramuza que invalida, arrastra, confunde, expone, impide resultados. Atribuir culpas solo a un grupo atrasa, es falso, pero insisten. El maniqueísmo agobia. Agazapados, algunos prefieren el caos a la colaboración. Hay un nudismo ético que espanta. El striptease ha dejado ideas marchitas, sin eco. La retahíla aburre y devela, no convoca. Admitir que el protagonismo es diferente, irrita. Existe una egolatría rabiosa, sin relevo, que se desgasta. Incómoda con el desplazamiento, prefiere ser dique y no compuerta. Aceptar la contradicción es difícil, pero indispensable. Empero, no es el fin. A pesar del empeño, termina un año y comienza otro.

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