Y con esta me despido

Y con esta me despido

¿Conviene a los dominicanos que caiga el régimen dictatorial de Assad en Siria, país que sufre una cruel guerra civil? ¿Conviene a los dominicanos que caigan los ayatollahs en Irán, la dictadura de los reyes de la Casa de Salud en Arabia Saudita?

Como ciudadanos de un país que padeció a Trujillo es lógico que favorezcamos la desaparición de esas dictaduras, para que, al igual como ya ha ocurrido en Libia, Egipto y Argelia, la democracia predomine por primera vez en el Medio Oriente.

Ahora bien, como país que depende muchísimo del petróleo, el gas natural y el carbón importados, ¿nos conviene el advenimiento de esas democracias? Lamentablemente luce que no, pues los probables conflictos que surgirían con la caída de esos gobiernos harían subir el precio del petróleo y también de sus sustitutos. El bloqueo del estrecho de Ormuz, la voladura de oleoductos claves, ataques aéreos contra plantas nucleares en Irán, todo eso haría que los precios se incrementasen. Es más, se mantienen hoy altos precisamente por ese temor.

El advenimiento de la democracia en esa región acentuaría los milenarios conflictos entre sunitas, shiitas y alawitas, todos islamitas, creyentes en Mahoma, pero eternos rivales. Esos pleitos por motivos religiosos se asemejan a los que tuvieron lugar entre católicos y protestantes, ambos cristianos, a partir del siglo XVI. La expedición enviada por Cromwell a Santo Domingo en 1655, capitaneada por Penn y Venables, por ejemplo, tuvo entre sus propósitos el que el protestantismo sustituyese al catolicismo en las posesiones españolas del Caribe.

Los ingleses destruyeron las imágenes “papistas” que encontraron en las capillas de los ingenios de Nigua y Engombe y se mofaron de las bulas papales que llevaban los luchadores criollos y españoles alrededor de sus cuellos y que les garantizaban la entrada directa al cielo si morían luchando contra los infieles, al igual que piensan hoy día muchos insurgentes islamitas. En fin, que la caída de esas dictaduras probablemente implique fuertes aumentos en el precio del petróleo.

Pero, ¿por qué este artículo lleva como título el vulgar estribillo de un viejo corrido mexicano? Porque no se nos ha ocurrido mejor forma para advertir a nuestros lectores que, después de tres años de artículos semanales en este periódico, hemos decidido que sería incompatible con nuestras nuevas funciones seguir publicándolos. Y no es que se nos ha ofrecido un cargo en el nuevo gobierno, sino que vamos a dirigir una revista quincenal de periodismo investigativo y no sería correcto seguir escribiendo en otro medio que no sea el que uno mismo encabeza.

En lo personal, esta decisión, además de eliminar el placer y la honra de escribir esta columna, también nos va a quitar tranquilidad espiritual, pues nada es más polémico que el periodismo investigativo, especialmente cuando molesta al sector público, a los políticos y también a empresarios. De una vida tranquila, casi contemplativa, escribiendo libros de historia, volveremos a dirigir un medio. Los libros que estábamos escribiendo se quedarán en el tintero. Tal vez el próximo tan sólo sea una selección de nuestros artículos en “Hoy”. La opción ha sido difícil: tratar de influir sobre cómo se entiende nuestra historia, es decir sobre cómo se percibe el pasado, o tratar de influir sobre el acontecer diario. Hemos optado por la segunda.

Queremos que nuestras últimas líneas sean para expresar nuestro agradecimiento al dueño y al director de este periódico, por habernos acogido en sus páginas, con buena lupa, pero sin trabas.

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