¿Y de nosotros qué?

¿Y de nosotros qué?

El mundo está cambiando y la gente, al mismo ritmo y velocidad, va transformando sus hábitos, gustos y aspiraciones.

La ola de turbulencia que azota los mercados financieros arrastra a la humanidad hacia estadios de mayor pobreza, inseguridad e inestabilidad social y económica.

La industria automovilística, otrora estable y en constante expansión, padece los estremecimientos del sistema.

Otras grandes empresas manufactureras se tambalean y se someten a las regulaciones estatales en Estados Unidos y Europa.

La crisis global coloca a la gente en posición defensiva y en permanente expectativa. Nadie sabe a ciencia cierta hacia dónde nos conduce la vorágine.

Ese es el panorama que nos pinta el presente y del que el mundo se entera a través de las informaciones que difunden los medios de comunicación.

República Dominicana observa paciente y hasta quizás “quitada de bulla”. Se aferra a una industria turística que no escapará a la deflagración.

Aunque me incluyo entre los hijos de la patria cargados de optimismo, entiendo que los tiempos demandan transparencia absoluta en todas las decisiones que emanen de los poderes públicos.

Pero además que el sentido de prudencia y prioridad normen las inversiones públicas de aquí en adelante.

No es que se trate de paralizar el brazo constructor del Estado, sino que la dinámica se oriente hacia aquellas áreas que reporten utilidades a las comunidades más necesitadas.

Los tiempos de las vacas gordas se acortan y nadie sabe cuánto habrá de durar el constreñimiento.

Publicaciones Relacionadas