POR FRANCISCO ALVAREZ CASTELLANOS
El 29 de marzo del 1998 escribí que «tenía la impresión de que la República Dominicana es el único país en el mundo capaz de morirse de hambre sentado» sobre la mina de oro a cielo abierto más grande del mundo. Y el tiempo me ha dado la razón. Luego que la desaparecida Rosario Dominicana terminó de explotar los sulfuros oxidados de Pueblo Viejo, Cotuí, hace unos años, produciendo unas cinco millones de onzas troy de oro y más de 28 millones de onzas de plata, quedaron, también a cielo abierto, unos enormes montes de sulfuros puros en los que se calculaban unas 35 millones de onzas troy de oro y otras 107 millones de onzas de plata, además de una inmensa cantidad en concentrado de zinc, nada se ha hecho.
El pasado gobierno concedió a una compañía canadiense, la Placer Dome, la concesión de la mina y se comenzaron a hacer unos estudios sobre cuál sería la mejor forma de llevar a cabo esa explotación, sin dañar el medio ambiente.
De hecho, las dos compañías extranjeras que durante 15 años explotaron los sulfuros oxidados, ya habían hecho algunos estudios para explotar los sulfuros puros. Construir nuevos molinos y tanques de lixiviación, así como presas de colas del tamaño necesario, eran parte de esos estudios.
Pero entró en escena el nuevo gobierno (el pasado) y la Placer Dome fue la encargada de todo lo relacionado a la mina de Pueblo Viejo.
Sin embargo, el tiempo ha pasado (y sigue pasando) y yo, personalmente, no veo qué se está haciendo en Pueblo Viejo.
El oro, que llegó a venderse a US$612.28 la onza troy, bajó a menos de US$300.00 unos años después.
Pero en las últimas semanas, la onza del dorado metal ha pasado de los RD$400.00 la onza troy. Y como para muestra «basta un botón», el mismo día en que yo escribía este artículo, el precio era de RD$436.90, ¡una baja de RD$3.90!
O sea, el oro está obteniendo precios excelentes, de los que no se está beneficiando en nada el país, ¡necesitándolo tanto!
Pero hay algo peor. Sí, peor. Los montes de sulfuros puros que pueden ser vistos desde la autopista Duarte, constituyen un enorme peligro para el Noreste del país. Resulta que con cada aguacero, con cada ventisca más o menos fuerte, se desprenden minúsculos granos de sulfuros que van a caer en las fértiles tierras circundantes y…¡ en las aguas del río Yuna, que desembocan en la bahía de Samaná !
Esas tierras, esas aguas, y esa bahía, están siendo contaminadas poco a poco, sin que nadie haga nada por impedírselo. Es posible que el gobierno no tenga un informe completo sobre el asunto, pero si quiere saber lo que está pasando y, peor aún, lo que puede pasar en un futuro cercano, que llame a cualquiera de los ingenieros dominicanos que trabajaron en la Rosario Dominicana durante más de quince años. Que llame, por ejemplo, a un Víctor Beras, para que le explique. Y si lo hace, estoy seguro que el Gobierno tomará medidas inmediatas para que la explotación de los sulfuros no se detenga por más tiempo del que se lleve la construcción de algunas estructuras indispensables.
Y de no hacerlo, en unos 10 años gran parte del Noreste del país no servirá para otra cosa que para señalar como no se deben hacer las cosas. Y como se deben hacer.
Yo estuve durante 14 años como directos de Relaciones Públicas de la Rosario Dominicana. Al mismo tiempo dirigía «Pueblo Viejo», una revista mensual donde se explicaba que estaba pasando en verdad en Pueblo Viejo. Llevé a la mina a sacerdotes, obispos y arzobispos, además de decenas de periodistas, para que vieran con sus propios ojos la realidad. Ya es tiempo de explotar el oro de los sulfuros. O se explotan los sulfuros, o los sulfuros explotarán el país, tarde o temprano.