¿Y del sur nuestro, qué?

¿Y del sur nuestro, qué?

Los tiempos cambian, es cierto, las situaciones  se parecen y no hemos  trabajado en lo fundamental ante problemas que acarrean luto, dolor, miseria. Como si fuera una maldición para sufrirla toda la vida. ¿Qué hacemos, nos cruzamos de brazos?

La Voz Dominicana y el diario El Caribe eran vías criollas que teníamos entonces para informarnos.

También emisoras de Venezuela, Colombia y Puerto Rico. En las de Puerto Rico escuchábamos los comentarios deportivos de Santiago Llorens, recuerdo lo bien informado que estaba sobre los jugadores boricuas de Grandes Ligas: El Jíbaro Rodríguez Olmo, Rubén (El divino loco) Gómez, y otros, así como de jugadores de Triple AAA y otras ligas menores.

Eran, en El Caribe, los tiempos de las columnas de Grantland Rice (¿Se escribe así? Cito de memoria) y Bob Considine (Su reportero dice) y de El tiovivo de Washington (Washington Merry Go Round).

Mamá y Doña Ninina Matos viuda Vidal escuchaban radionovelas desde Colombia y Cuba.

Los muchachos dividíamos nuestras simpatías beisbolísticas entre los rojos de La Habana y los azules del Almendares; no recuerdo que nadie fuera fanático de los monjes grises de Mariano.

En la Barahona de 1940 y 1950 se escuchaban mejor las emisoras de los países del Caribe, tenían mejores programaciones que incluían noticiarios que muchos escuchábamos pero no comentábamos. En el tiempo del ladrón y asesino de San Cristóbal “hasta las paredes oyen” le hicieron creer al pueblo. La gente se espantaba hasta de su sombra.

Llamábamos a los azuanos tira piedras, a los sanjuaneros barriga verde,  a los banilejos siembra hielo, no sé cómo nos dirían, pero deben habernos etiquetado con algún nombrete desagradable.

Aún vivíamos el síndrome de San Zenón, ciclón que azotó el 3 de setiembre de 1930 especialmente en Santo Domingo; era el peor desastre que recordaba la historia.

Todos los años para la temporada de los ciclones, El Caribe traía un mapa con una flecha que señalaba la bahía de Neiba y la península de Barahona como posible zona a ser golpeada por ciclones que casi siempre se desviaron.

David, Federico, George fueron  ciclones peores que San Zenón y no produjeron más daño que las lluvias e inundaciones de fenómenos posteriores.

La última inundación del lago Enriquillo antes que desminuir, aumenta. Nadie sabe de dónde viene tanta agua. Ante la indiferencia con la que el Gobierno y las autoridades tratan el asunto de las aguas del lago Enriquillo ¿Debemos quedarnos con los brazos cruzados? ¿Vamos a seguir aceptando promesas?

Llegó la temporada ciclónica, las aguas del lago no bajan ¿Qué hacer?

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