Y… ¿dónde está  el guardia?

Y… ¿dónde está  el guardia?

POR FELIFRÁN AYUSO
Ante nosotros una fílmica. Es un comercial o cuña publicitaria. En 59 segundos, 30 cortes y 3 escenas,  nos entrega una breve historia de tres capítulos. Analizaremos su contenido con el auxilio de Roland Barthes y George Peninou.

La anécdota inicia con la entrada violenta de un equipo de 5 médicos y/o paramédicos (hembras y varones) a un hospital moderno (noción que entregan las siguientes frases (textos) visuales: puertas de acero, corredizas, de vidrio y automáticas, paredes lustrosas y limpias, pasamanos lustrosos a todo lo largo de estas, luminarias cuadradas de luz blanca en el techo. El grupo acaba de llegar en una ambulancia (noción que como indicio entrega una señal acústica (una sirena que se escucha a lo lejos). Los cinco empujan corriendo una camilla, también moderna (noción entregada por su base), en la que hay alguien acostado.

Su identidad resulta imposible de conocer porque está totalmente cubierto por una sábana blanca y se presenta con los pies hacia delante, por lo que se infiere que es alguien en grave estado de salud. Un corte rápido a un plano amplio de un hombre que yace en una cama de hospital, rodeado de equipos médicos sofisticados, nos da a entender de inmediato, por un saber (lenguaje) instaurado en el siquismo de todo espectador de cine y televisión,  que ése es el enfermo grave recién llegado. Algunos signos visuales, notorios en los cortes que siguen, entregan que es un hombre de contextura gruesa,  cara ancha, calvicie incipiente  (“entradas” casi a mitad de cabeza), pelo semi canoso,  todo lo cual refiere a la noción: hombre adulto de edad entre los 50 y los 60 años. Otros signos visuales de esta secuencia reiteran y confirman definitivamente que el hombre grave ha sido recluido en un centro médico muy moderno.

Tiene los ojos cerrados y aparece inmóvil,  frase que transmite la información de que el enfermo está desfallecido completamente y todavía mantiene la gravedad con que llegó. Cuadros subsiguientes a esta secuencia, en planos cortos y montaje (edición) a ritmo rápido, casi frenético, muestran a un equipo de médicos y médicas que prontamente prestan atenciones de reanimación al enfermo, a quien vemos ya (interpretamos) como un paciente. Manos apresuradas de quienes sabemos que son médicos y médicas le colocan una máscarilla con oxígeno, le ponen un par de planchas (electrodos) en el pecho, para hacer que su corazón vuelva a latir (texto mil veces visto en el cine, que nos dice que el paciente  está clínicamente muerto o a punto de estarlo y que así será reanimado), y lo inyectan a través de un suero que tiene puesto. Intercalados entre estas atenciones, la fílmica presenta cortes breves de primeros planos también, de equipos médicos modernos, que miden los signos vitales del enfermo. También muestran  la botella del suero. Todos están ubicados alrededor de la cama. Estos equipos tienen letreros (mensaje linguístico escritural)  que transmiten un mensaje literal. Dicen : “Quiebra de negocios”, “Incapacidad”, “Inflación”, “Desconfianza”, “Dólar más caro de la historia”, “Comida más cara de la historia”, “Desorden”.

A pesar del ritmo rápido del montaje todos  pueden ser leídos por el espectador-receptor porque son titulares de letras grandes y claras, y la cámara (ojos del espectador)  le pasa por delante  en primer plano y a una velocidad y un ritmo que, aunque veloz, permiten su recepción.  Del mismo modo, cortes subsiguientes presentan y permiten leer al espectador las fichas de identificación de los médicos y las médicas del equipo que en vez de nombres de personas dicen: “ Economía”, “Trabajo” “Progreso”. Esta, que será la primera parte de la cuña, discurre rápidamente, como se ha señalado ya, y en un tiempo cinematográfico breve. Técnicamente hablando, 24 cortes en 28 segundos. Es decir un promedio de 1 segundo y 17/60 por corte. Todo lo anterior, combinado con la anécdota recibida hasta este momento, transmite un mensaje inferido (de connotación) que entrega las nociones de urgencia y gravedad, que son acentuadas (esta vez mediante el mecanismo del lenguaje cinematográfico que une y asocia todo lo que se oye a lo que se ve,  aplicado ya con la sirena del inicio) por una música de fondo de tonos graves y sostenidos que agregan un cierto suspenso a la situación.  

Hasta este punto hemos oído una voz varonil  que también en tono grave nos ha dicho: “Cuando se apagaba la vida y los signos vitales se mostraban peligrosamente negativos…

Cuando se perdía la esperanza… Volvió la mano hábil, fuerte, entrenada, decidida, y frenó el colapso.”

Este texto, cuyo soporte son signos linguísticos verbales,  es referido al mensaje icónico (imágenes en movimiento) que se recibe, explicando su contenido denotado  y propiciando la recepción de su contenido connotados (proceso de “anclaje”, a posteriori y “ de relevo”, a priori ).

En este caso el texto oído transmite una serie de términos que operan como dispositivos de connotación que refuerzan la noción de gravedad del caso (“apagaba la vida”…”peligrosamente negativos”), califican positivamente a quienes están tratando al paciente (“la mano hábil, entrenada, decidida”), informan que el paciente fue salvado (“frenó el colapso”) y dan, además, a entender que hay un regreso (“volvió”).

Hasta aquí ningún receptor de esta combinación de signos y mensajes visuales, acústicos y sonoros es capaz de decodificar el contenido en su conjunto ni de intelegir  cual es la idea (el fondo, se dice comúnmente) que se le quiere transmitir. A lo sumo, pero sólo aquellos con un marcos de referencia politizados,  mucha capacidad deductiva y una intuición muy entrenada (“olfato”) en ese sentido, podrían descubrir la naturaleza política del mensaje y por dónde anda la cosa. Pero la rapidez con que pasan los cuadros y con estos la historia,  así como una conclusión que evidentemente falta, que no se la quiere perder distrayéndose, pensando o poniéndose a sacar conclusiones, por ejemplo, lo mantendrán síquicamente focalizado en la historia.

En este punto una disolvencia a negro (fade-out),  que nos entrega la noción de “tiempo después…” ( frase “más tarde”, según el lenguaje cinematográfico) , vemos a un grupo de médicos que celebran una junta  y a otro grupo de tres que leen en un panel retrolumínico cuatro placas de rayos equis que en verdad son otros tantos carteles que presentan los titulares “Baja del Dólar”, “Crecimiento Economía”, Recuperación de la Confianza” y “Más inversiones”.

Estos datos informativo, directos, comienzan a dar pistas y a abrir el entendimiento del espectador que empieza a entender que el mensaje podría ser político.

 En dos de los tres cortes que componen esta secuencia aparece, semi de espaldas, casi en penumbras, en primer plano, a la izquierda, la primera vez, y a la derecha, la segunda, un personaje masculino. No es médico, detalle dado por los signos camisa de cuello alto (“de corbata”) y el “saco” que viste diferenciándolo de los trajes de faena y las  “batas” de los médicos. Este personaje está escuchando a los médicos y asiente con la cabeza a algo que ellos le dicen. La figura, poco mas detallada que una silueta,  se parece a la del Presidente Leonel Fernández. Este detalle, aunque no asegura que es él,  da una pauta para la resolución definitiva de la incógnita que encierra la naturaleza del mensaje haciendo que el espectador comience a entender que está ante un mensaje político. También lo retrolleva a sospechar por qué los vestidos de faena y las batas de médico que ha visto hasta este momento no son verdes ni blancas (código cromático de los hospitales en todo el Mundo) si no morados.

Pero volvamos a la cuña y veamos que detrás de la secuencia descrita  se deja oír  nuevamente la voz del locutor que fuera de cámara (en off)  dice:  “Y comenzamos a recobrar lo que parecía irrecuperable”. Dándole sentido a los cuatro letreros que leímos en las “placas de radiografía” que analizaban los médicos en la pantalla de luz.

Después de la disolvencia a negro, la cuña muestra una sala de gimnasia terapéutica de hospital. A partir de este corte el ritmo de la edición cambia a lento  (15 cuadros en 31 segundos, promedio de 2. 7/60 de segundos por cuadro), la música perderá su tono grave y de suspense y pasa a acordes  sostenidos y de tono epopéyico, mientras la voz adoptará una modulación suave y persuasiva.

En la sala de gimnasia, el paciente, que habíamos dejado grave en cama recibiendo tratamiento de primero auxilios,  aparece bien ya, aunque no del todo. Camina (está ejercitándose) en una máquina de pasamanos paralelos. Es supervisado por una pareja  de técnicos: un hombre y una mujer. El paciente lleva pijama celeste, ellos trajes morados. Aferrado con cierta debilidad a los pasamanos, el paciente trata de caminar y lo hace, pero con notoria dificultad. Mientras, la voz dice: “En esta parte crucial, el tratamiento no se puede interrumpir …”

Tras pocos pasos el paciente, vacila, trastrabilla y empieza a caer… Aquí, con tono de advertencia, la voz dice … “Porque una recaída podría ser fatal.”  

A continuación presenciamos que la caída del paciente no termina porque un rápido presidente Leonel Fernández entra de repente en escena, lo aferra por un brazo,  lo ayuda a recobrar el equilibrio y a seguir su ejercicio. Un corte a un primer plano del paciente lo muestra sonriéndole al presidente Fernández y asintiendo con su cabeza. El cuadro siguiente mostrará al Presidente Fernández dándole al paciente unas suaves palmadas en su espalda.  (Ambos cuadros entregan como mensajes inferidos agradecimiento y consentimiento, de parte del paciente hacia el Presidente Fernández, así como la aceptación de ambas actitudes, por parte del Presidente Fernández. 

Otros cuatro cuadros, dos de frente y dos de espaldas mostrarán al Presidente Fernández y al paciente, fuera de la pasarela. (A partir de este cuadro el paciente camina más firme a cada nuevo paso que da). Cuadros subsiguientes muestran de frente y de espaldas al paciente y al Presidente Fernández caminando unos al lado del otro. Van por un pasillo. Caminan hacia un fondo,  donde hay más luz. El Presidente Fernández a la izquierda y el paciente a la derecha. Van conversando (se ve, pero no se oye).  El Presidente Fernández lleva del brazo al paciente (lo ayuda a caminar). En un punto lo suelta y le pone la mano en la espalda, y, muy suavemente, con un movimiento casi imperceptible, lo empuja. De ahí en adelante el paciente sigue caminando solo y con paso definitivamente firme ya.

En esta secuencia la voz en off ha dicho: “El país avanza hacia su recuperación total de la mano de Leonel… Palante, Presidente”.

El cuadro siguiente nos presenta de “medio cuerpo” a un presidente Fernández que se detiene  y sonríe (al paciente que se aleja) y le dice adiós levantando el brazo derecho con la mano abierta que mueve de un lado a otro con suaves movimientos.

Esta tercera parte, de una sola escena compuesta por varios cortes lentos, en secuencia, resuelve todas las incógnitas y da la clave para la decodificación  e inmediata comprensión de los significados de  todos los contenidos de los diferentes mensaje (icónicos, sonoros y linguísticos (- escritural y hablados-) que nos ha transmitido la cuña  durante sus primeros 57 segundos. Significados perfectamente anclados por la frase  “El país avanza hacia su recuperación total de la mano de Leonel… Palante, Presidente” que revela la metáfora paciente = país  y nombra al único personaje que el emisor quiere que el receptor perciba como persona real en su doble condición de candidato (“Leonel” ) y presidente de la República (“presidente”).

Notas:

1- Manteniendo la aplicación rigurosa de los principios y reglas metodológicas de la Semiología,  puede decirse que en ningún momento del plano de expresión de este mensaje aparece como contenido ninguna señal, signo o símbolo icónico, lingüístico (escritural o verbal) o sonido, que refiera directamente o indirectamente a un miembro de las Fuerzas Armadas, de la Policía Nacional, o a alguna de estas instituciones en tanto tales.

Y así como no se encuentran en ese plano, tampoco lo están, porque de éste dependen, en ninguno de los niveles de la Connotación.  

2- De todos los actores que interpretan los diferentes personajes que dan vida a la anécdota o historia que este mensaje transmite, el único que es reconocido es el  Presidente Fernández. Y esto, porque lo conocemos ya y por tanto podemos re-conocerlo, es decir, su figura y nombre se encuentra como noción o saber en el repertorio de signos instalado en el siquismo colectivo dominicano, por el cual de él “sabemos”, además, que está casado y con quien, que es  graduado de doctor en derecho, que es Presidente de su Partido, que fue profesor de la UASD, criado en Villa Juana y New York, donde vivió muchos años,  y muchas cosas más.

3- Lo anterior no se aplica a ninguno de los otros actores que encarnan los personajes de la anécdota-historia que cuenta la cuña . Todos ellos son ignotos, como lo es la gran mayoría de la gente que solamente es conocida por círculos muy reducidos de su entorno inmediato,  como, por ejemplo, su familia, sus amigos,  sus compañeros de trabajo,  de estudio,  de diversión, de culto y otros grupos más reducidos aún.

4- Todo el que vio la cuña en los primeros días de su presentación por televisión, percibió siempre sólo al paciente grave, primero, sano, después, etcétera, etcétera, completamente separado del desconocido actor que lo encarnaba.

5- Esta interpretación, o lectura, del actor y del personaje que representa (desconocido – paciente = paciente – desconocido) tuvo lugar en todos los receptores hasta la intervención de un grupo de militares que conocía al actor como persona, es decir, que sabía que era un militar, asimilado militar o militar asimilado (lo que fuere, no importa para esta disquisición) y lo divulgó mediante una denuncia a la Junta Central Electoral que fue difundida por los medios informativos.  Es a partir de esta denuncia, y sólo a partir de ésta,  luego de que todos conociéramos el dato,  que comenzamos a ver a un militar, asimilado militar, militar asimilado, o lo que fuese,  interpretando al paciente de la cuña. Mismo mecanismo de interpretación que hace que los cinéfilos vean a Dustin Hoffman “detrás” del Capitán Garfio y el pueblo a Luisito Martí “haciendo” de Balbuena.

 En resumidas cuentas,  la pregunta que titula este análisis puede ser respondida afirmando que el militar no estuvo nunca ni está en el mensaje. Que tampoco estuvo ni está en la intención comunicativa de su emisor. El guardia, en  rigor semiológico, estaba en la mente del grupo de guardias que “denunció” su identidad real ( y así lo percibió desde que vieron la cuña) y, después de la denuncia y solamente después,  y ahora, para siempre,  en la mente de los ciudadanos y residentes de este país nuestro, indiscutiblemente politizado hasta los cuarteles ( perdón ) quise escribir tuétanos. f.ayuso@codetel.net.do

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