Y el hombre entendió a la mujer…

Y el hombre entendió a la mujer…

NUEVA YORK. EFE. Oscar de la Renta consiguió algo que muy pocos hombres han conseguido: entender de verdad a la mujer y convertir el diseño de moda en una labor de empatía que sacase lo mejor de ella a lo largo de seis décadas, bien fuera elevar a la fémina anónima o humanizar a una primera dama de Estados Unidos.

“De quien aprendo es de la mujer a quien visto. Es extraordinario lo que ha pasado con la mujer en los últimos 40 años, es increíble. Me siento orgulloso de haber sido testigo de su avance y he tenido suerte de ser parte de ese movimiento para entender el poder de la mujer de hoy”, decía el diseñador.

De la Renta, fallecido este lunes en su casa del estado de Connecticut, había nacido el 22 de julio de 1932 en República Dominicana, hijo de madre dominicana con raíces hispanoitalianas y padre puertorriqueño.

Una vez se empapó en la niñez del color, las flores y la luz del Caribe, que siempre consideró crucial para su imaginario, no tardó en irse a Europa a formarse como artista. Primero como pintor, pero pronto sintió la llamada de la moda.

Aprendió de Cristóbal Balenciaga en España, trabajó para Lanvin en París y, con ese bagaje, llegó a Nueva York a finales de los sesenta, trabajando para Elizabeth Arden, y se convirtió en la quintaesencia de la elegancia con solera del Upper East, miembro de una elite junto a su amiga Carolina Herrera que supo llegar y hacer una labor de psicología de la clientela.

“Ser un buen diseñador es tener los ojos muy abiertos”, dijo en una ocasión quien fuera director creativo de Balmain desde 1992 a 2002, aunque sin descuidar su propia firma, creada en 1965.

De la Renta, allá donde pasó supo encontrar el vaso comunicante entre la sensualidad y el conservadurismo. Seducir cómodamente sin trasgredir. Paladear una belleza frágil pero contundente y deslumbrar sin caer en lo pomposo. Convirtió, al fin, la vida en una gala sin más premio que el de ser hermosa.

El periodista de moda británico Colin McDowell lo definió una vez como “el Cary Grant de la moda”, por su compostura y buen humor “high class”. Y la diseñadora Diane Von Furstenberg aseguraba que “tiene el son de Latinoamérica, el saber hacer de Europa y la manera de sacarle a todo eso el máximo partido en Estados Unidos”.

Pero esa universalidad, esa amplitud de miras, lo convirtió en un gran observador, en un obsesivo del detalle, en un hombre capaz de encontrar la esencia de la feminidad.

Una esencia fluctuante que él supo atrapar año tras año en sus diferentes colecciones. “Hay diseñadores que sacaron el máximo partido a su momento. Yo aposté por adaptarme a los distintos momentos. Soy un superviviente”, aseguraba.

Mientras él se compró toda su vida la ropa en España, apenas salía del traje y la corbata (casi siempre la misma), canalizaba una creatividad sin límites en ese universo femenino que iba tomando cada vez más poder, algo que le hizo concluir que el siglo XXI era, directamente, el siglo de la mujer.

Quizá por eso se convirtió en uno de los favoritos de las primeras damas. Desde Laura Bush a Hillary Clinton, a quien propuso como portada de Vogue a Anna Wintour y a quien vistió para la ocasión, aunque causó polémica cuando puso pegas a una elección estilística de Michelle Obama.

Las últimas estrellas que lucieron sus creaciones fueron Taylor Swift y Sarah Jessica Parker en la última gala del Museo Metropolitano de Nueva York (Met).

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