Y el mar entró para mi mal

Y el mar entró para mi mal

POR MARIVELL CONTRERAS
Ay Dios mío, ¿con qué ocultas formas llega el mal a nuestra vida y la trastorna toda?
Yo quiero recordarle cómo era él en ese momento glorioso en que llegó a mi vida.Yo estaba sola y sentimentalmente herida. Tenía sentado en las piernas a mi pequeño hijo, fruto de mi primer y arrebatador amor, lo único que me había quedado tras la decepción y la decisión de romper esos lazos con los que fui feliz y con los que estuve a punto de morir ahorcada.

En ese momento se me acercó. No me miraba a mí y sonreía complacido. En mi regazo sentí moverse alegre batir palmas y gorgojear contento a mi pequeño hijo.

Ambos se habían flechado. El niño alzó los brazos para que este lo cargara, y eso hizo.

Los vi juntos por primera vez y mi corazón romántico y tonto me dio a creer que era mandato del cielo.

Los otros pasos no fueron muchos pero fueron certeros. El quería a mi hijo y me quería a mí. Quería protegernos y quería que fuéramos suyos para siempre.

No recuerdo que le haya prometido eso, pero nos mudamos juntos y sentí la paz del peso que se le quita a una cuando una sabe que no tendrá que seguirse matando sola por la comida y por la vida.

Debo confesar que mi alegría, como la de cualquiera en casa pobre, duró poco.

Bueno en realidad fue hasta el primer día en que el engendrador de mi hijo paró en la puerta y procuró su cariño. Cosa a la que no me opuse por creerla justa para el padre y para el niño.

Cuando él llegó, supe que ya lo sabía. Fue la primera vez que le vi molesto, que no quiso hablarme y menos ver a mi hijo.

De ahí en adelante llegó a mi casa el dolor y el miedo. No lo quiero ver más. Te anda buscando a ti. De puta lo recibiste en mi casa. Es que todavía lo quieres. Dile a maldito muchacho ese que…

Bueno seguí con él. Salí embarazada y para poder continuar con la nueva familia tuve que entregar a mi hijo a su verdadero papá ya que el que con tanto amor se había ofrecido le tenía un odio y un desprecio repentino.

Han pasado varios años desde entonces. Tuve más hijos, pero nunca ganas de olvidar al mayor.

La última vez que le vi, fue el pasado domingo, llevé conmigo a mi hermana para evitar las acusaciones y sospechas.

No se lo llegué a decir. Me esperó borracho y con el cuchillo en la mano. Lo demás fue simple, pasarme de lado a lado. Quizás alguien se pregunte cuando fue que le entró el mal a mi marido y quizás si pudiere le contestaría que cuando yo dejé entrar el mar por mi bien.

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