Y en cuarto lugar se encuentra…

Y en cuarto lugar se encuentra…

FERNANDO I. FERRÁN
Prefiero repetirlo a callar. La autonomía futura de este país depende de la competitividad sistémica de su aparato productivo. De ahí la verdad expresada la semana pasada por Antonio Isa Conde cuando instó a «evitar a toda costa» seguir dependiendo de las zonas francas «como único modelo de desarrollo». No se trata de declararle la guerra a un sector, para entonces encumbrar a otro, como si fuera justo desvestir a un santo para vestir otro. Se trata más bien de diversificar el modelo de desarrollo nacional y definir una estrategia de marca-país.

Es en ese contexto que hay que prestar atención a los sectores de zona franca, manufactura, turismo, pequeña y mediana empresas, y agricultura. A todos, pero por razones que paso a exponer, comenzando por el último.

La primera razón es tan reciente como que a finales del año pasado las autoridades gubernamentales y las legislativas se comprometieron a respaldar al sector agropecuario y a la agroindustria, en el marco de referencia del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Centroamérica. A menos que se pretenda reeditar lo acontecido por quien dio su palabra para a seguidas perderla, la credibilidad de las nuevas autoridades está puesta a prueba.

La segunda es menos circunstancial y más de fondo. El Banco Mundial en su último informe sobre la agricultura concluye que los países ricos deben reducir sus medidas proteccionistas. Dicho proteccionismo impide la competencia leal en los mercados y frena la mejora en las condiciones de vida de la población que vive en el campo y que depende de él. Vale la pena desglosar este punto.

En el año 2004, 500 mil personas, equivalentes al 13.7% de la población económicamente activa en el país, se dedicaban a las actividades agropecuarias. A esa cifra, como si fuera poco, hay que añadir la que depende de la agroindustria. Toda esa población, independientemente de raza, sexo y nacionalidad, es la que reporta mayores índices de pobreza, de hambre, de enfermedades, y menor grado de participación y de representación política en el país. Pero precisamente, la miseria que arropa a tantos hombres y mujeres del campo es fruto de las condiciones desiguales que padecen nuestros rubros en el mercado internacional.

Un vivo ejemplo de lo anterior lo tenemos en el mercado azucarero. Tal y como escribió Norberto Quezada en el Nuevo Herald, en gran medida la explicación de las deplorables condiciones de vida en los bateyes dominicanos «está en la política de Estados Unidos de restringir la importación de azúcar dominicana». Y concluye de carambola: «Ojalá que el Nuevo Herald encuentre espacio para denunciar ese despreciable sistema de cuota de importación de azúcar, el cual continuará campante de aprobarse el acuerdo de libre comercio con Centroamérica y República Dominicana».

A todas luces no está en nosotros exigir y lograr que naciones ricas reduzcan la protección que ofrecen a sus agricultores, ni siquiera en el momento de negociar un tratado de libre comercio. Pero sí lo está enarbolar una estrategia para combatir la pobreza y articularla con una política de desarrollo industrial que favorezca el interés nacional.

La tercera razón para ir en auxilio del sector agropecuario nacional es de fácil comprensión. La agricultura y la pecuaria no generan tantas divisas como remesas, turismo y zonas francas; no obstante, su peso político no se corresponde con esa realidad, tanto por el significado específico de sus productos en el mercado como por su volumen y composición demográfica. De ahí que, cara las elecciones de medio término, antes de salir a pedir votos y querer nivelar la distribución partidaria del poder congresual y del municipal, vale la pena respaldar al sector agropecuario y agroindustrial dominicano.

En resumidas cuentas, si bien a la hora de diversificar el modelo de desarrollo nacional y definir una estrategia de marca-país no se trata ni de exclusivismos ni de privilegios, vale la pena recordar aquello de que los últimos están llamados a ser los primeros. Si como generador de divisas en cuarto lugar se encuentra el sector agropecuario y agroindustrial, es éste el que requiere en estos momentos mayor y más urgente atención por las tres razones ya expuestas.

fferran1@yahoo.com

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