Y fue el día de los humedales

Y fue el día de los humedales

POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
El pasado día 2 de febrero fue el Día Internacional de los Humedales. Como de costumbre, el día consagrado a motivar a la gente a pensar en zonas como los manglares, las lagunas, los pantanos, los salados, los esteros, marismas, turberas y otros ecosistemas similares, nos encontró con menos, por una razón elemental: la mano de los seres humanos se ha mantenido activa haciendo desaparecerlos.

Se conoce con el nombre de humedales a aquellos ecosistemas que, aunque se mantienen inundados, sus aguas no presentan grandes profundidades. Más bien son someros, abundantes en fango y cieno, pero así mismo abundantes en fauna, mucho más fauna que cualquier bosque de su misma dimensión espacial.

Entre los humedales más importantes se encuentran los manglares, y su importancia radica en su capacidad para la producción de biomasa, siendo así el segundo ecosistema de mayor producción de biomasa. El primero en importancia lo es el arrecife de coral.

Sin embargo toda esta información es harto conocida. Sobre la importancia de los manglares se han hecho cientos de actividades, talleres, congresos y todo tipo de cónclaves.

Los manglares son, entre los humedales, uno de los ecosistemas en que la Convención Ramsar ha puesto mayor empeño en demandar protección en todo el mundo. Pero no es mucho lo que se ha podido hacer basados en la Convención Ramsar, por lo menos en la República Dominicana, donde la eliminación de manglares y la desecación de humedales marcha de manos con el desarrollo preconizado por receptores de inversiones en el país.

Aún permanece en una especie de limbo el Proyecto de Ley de Areas Protegidas que resulta una herramienta fundamental para la protección de los humedales de todo el país. En tanto, más humedales sucumben ante la inexorable embestida contra estos ecosistemas. Bahía de Luperón, por ejemplo, está expuesta a ser el próximo «gran muerto» dentro de los grandes humedales agredidos y desaparecidos.

NACIONES UNIDAS Y LOS RECURSOS

En relación con los recursos costeros y marinos que incluyen nuestras lagunas costeras, salados, manglares y otras ecosistemas asociados, la Organización de las Naciones Unidas emitió en 1994 -hicieron ya diez años- un «Informe de la Conferencia Mundial sobre el Desarrollo Sostenible de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo», en el que se establecía como resolución de todos los Estados Miembros, las siguientes «bases para la acción» en vista de las amenazas que se evidenciaban en ese año.

«25. El desarrollo sostenible de los pequeños Estados insulares en desarrollo depende en gran medida de los recursos costeros y marinos, porque el hecho de que su superficie terrestre es pequeña hace de ellos auténticas entidades costeras. La población y el desarrollo económico, tanto para la subsistencia como orientado al comercio, se concentran en la zona costera. Al establecerse la zona económica exclusiva de las 200 millas han aumentado considerablemente los recursos pesqueros y otros recursos marinos de que disponen los pequeños Estados insulares en desarrollo. Su gran dependencia de los recursos costeros y marinos hace aún más necesario que éstos sean administrados de manera adecuada y eficaz».

«26. La elaboración y administración de programas destinados a lograr un aprovechamiento sostenible desde los puntos de vista ecológico y económico de los recursos costeros y marinos se cuenta entre las principales tareas a que deben hacer frente los pequeños Estados insulares en desarrollo. La falta de un enfoque integrado respecto de la gestión de la zona costera y marina ha limitado la eficacia de las medidas de gestión anteriores y actuales, lo que trae por resultado que los hábitat costeros se degraden cada vez más debido a la contaminación, la sobreexplotación de los recursos naturales y el aumento de los conflictos que surgen debido a la competencia por la utilización de los recursos. También han sido negativas las repercusiones de los modelos de desarrollo en los sistemas de gestión tradicionales, repercusiones que, en muchos casos, se han visto agravadas por las consecuencias de los riesgos naturales y las calamidades extremas, como huracanes, ciclones, tifones, mareas de tormenta y mareas anormalmente altas».

No obstante, todo lo dicho y las supuestas medidas adoptadas han resultado letra muerta a la hora de establecer una real protección sobre los humedales.

UN GRAN HUMEDAL EN PELIGRO

Vista como un objetivo para el «desarrollo turístico», la Bahía de Luperón, caracterizada por un extenso manglar, se ha convertido en un gran humedal en peligro.

«La Bahía de Luperón presenta muchas de las características de los puertos y bahías de la costa Norte dominicana que se consideran más seguros que sus contrapartes sueñas. Primero, no enfrenta nunca los huracanes y ciclones en la dirección en los cuales éstos penetran al territorio nacional. Segundo, aún en los casos en que sufran los efectos de aquellos eventos cuya trayectoria los encamine a salir por el Noroeste del país, el efecto se manifiesta más en las fuertes lluvias, pues la fuerza destructiva de los vientos se ve atenuada por el papel de escudo que juega la Cordillera Central. Ello convierte a la Bahía de Luperón, al decir de Barlett (2002), en un «perfecto escondite contra huracanes» donde ningún velero ha recibido daños por estos eventos meteorológicos desde 1930″. (Betancourt y Hererra, 2004).

La República Dominicana ha visto perder buena parte de sus humedales, y principalmente de sus manglares, devorados por los proyectos turísticos, entre ellos el de Bahía Príncipe, en la costa Norte, cerca de Río San Juan; el manglar de la desembocadura del río Chavón; la laguna costera de Boca Chica, la que ha perdido toda su fauna como consecuencia de la contaminación; buena parte de los manglares de Bayahibe, y otros muchos, aún después de conocerse las sugerencia de la Convención Ramsar.

Ahora estamos frente a la posible pérdida de uno de los más grandes humedales del país: La Bahía de Luperón.

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