¡Y ganarás!

¡Y ganarás!

En las próximas elecciones ganará el que más votos acumule. No importa si los compra o los conquista con su discurso; no importa si tiene más prebendas o recursos que repartir; no importa que sea joven, viejo, corrupto favorito o carismático; lo importante será que su votación sea mayoritaria.

Algunos analistas, buenos samaritanos, aconsejan a “la oposición” no sumarse a una oferta perdedora, como lo sería el “pobrecito” Abinader y su Partido Revolucionario Moderno y, ante la avasalladora mayoría “encuestística” de la candidatura reeleccionista, optar por ir cada uno por su lado para que le cuenten los votos y de esa manera poner a prueba su fortaleza para futuras contiendas y negociaciones.

Otros analistas y también buenos samaritanos, con los cuales humildemente me solidarizo, piensan que, ante el espejismo de una segunda vuelta con alguna supuesta tercera fuerza política, lo sensato es la unidad monolítica del voto disidente u opositor, como única vía para lograr vencer a los continuistas, sabiendo que en ese proceso se tendrían que unir mansos con cimarrones, macos con cacatas y arroz con mango (por cierto, excelente plato gourmet), copiando, en características sociales y políticas, a la alianza reeleccionista, donde los principios se han ido al zafacón en aras de permanecer en el poder.

La oposición tiene que tomar el trago amargo de soportarse mutuamente para multiplicar el voto y tener una real posibilidad de triunfo en el próximo torneo electoral. El individualismo es fatal y ante la estrategia “divide y vencerás” hay que contraponer el proyecto “suma y ganarás” porque no es verdad que el 51% de la población votante está viviendo en condiciones que no quiere cambiar.

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