¿Y la convivencia pa´ cuándo?

¿Y la convivencia pa´ cuándo?

“Si tu libertad no te permite negociar actitudes por la convivencia, entonces eres esclavo de tu propia independencia”, fue la frase que compartí y a la que allegados respondieron, la mayoría mujeres. Horas antes había tenido una conversación con colegas sobre lo difícil que se le hace a una persona, emborrachada de su libertad, poder convivir con los demás por sus actitudes egoísta. Para relacionarnos necesariamente necesitamos negociar.

He notado que mientras más independiente económica y emocionalmente es una persona, más le cuesta relacionarse con el resto. No porque no tenga la capacidad o no quiera, sino porque no está dispuesta a moldear sus actitudes para ese fin. Entiende que sus esfuerzos personales le han costado mucho y sus actitudes son el fruto de sus logros. Hasta ahí le doy la razón, pero el tema se complica cuando el individualismo nos vuelve archipiélago.

La demanda laboral exige salir temprano de casa y regresar tarde, no te da chance a hacer diligencias personales. Los fines de semana vas al supermercado, la peluquería, visitar la familia, lavar el carro y limpiar. Si tienes hijos la cosa es más complicada y todo eso limita las posibilidades de vida social. Nos vamos volviendo ermitaños, consumidores de Netflix y posteadores de «vidas maravillosas» en Instagram. Los “amigos” te invitan a un junte un mal día y tienen que salir de ti en media hora por tus actitudes, te has vuelto un insoportable sustentable. Le vendes a la sociedad que disfrutas tu individualismo, pero en el fondo quieres compañía. Lo sé, me ha pasado.

No implica si eres hombre o mujer, pero para ellas el tema es más visible por el tipo de sociedad en la que vivimos.

Hace cinco años varias universidades británicas publicaron un estudio que analizaba el papel de la mujer independiente de hoy y su vinculación conyugal. “Las mujeres tienen un 40% menos de posibilidades de contraer matrimonio si son exitosas. Cuanto más inteligente es una mujer más le cuesta casarse”. Lo curioso es que con los hombres es todo lo contrario, a mayor preparación más posibilidades tienen de encontrar pareja porque nuestras exigencias están más pronunciadas en que nos sirvan, una variable también machista.

Las especialistas que estudiaron el caso concluyeron: “El matrimonio dejó de ser la meta y la condición fundamental para ser alguien en la vida. Ahora las mujeres tienen sus empleos, sus profesiones y grandes posibilidades de progresar en sus carreras. Así, la mayoría tiene miedo de quedar encerradas en una relación tradicional y poco feliz”. Vamos a analizar esto.

Puede que sea casualidad, pero la mayoría de mis amigas son solteras. Claro, producen dinero suficiente para costear sus gastos y darse algunos lujos, andan en vehículos buenos, viajan una o dos veces al año y salen entre ellas para darle de comer al history y los likes. ¿Quién no quisiera eso? La verdad es que hasta yo busco esas comodidades, pero a qué costo. Ganar todo el dinero del mundo para ni siquiera poder compartirlo con alguien debe ser muy triste. Puedes brindar una ronda a todos en el bar, pero nadie quiere compartirla contigo.

Apoyo en su totalidad a la mujer que se esfuerce por conseguir metas personales, todos deberíamos hacerlo. Esas que se empoderan de su realidad y sacan de abajo para subir a la cima merecen el aplauso colectivo, sin embargo, cuando maduras y valoras el papel de los demás en tu vida, te das cuenta que ser exitoso conlleva, necesariamente, rodearte de personas que te brinden cariño, alegría y motivación. Sea la familia, amigos o pareja, necesitamos convivir. Quien crea que encerrado lo puede lograr, se jodió. Donde sea que te muevas, tienes que relacionarte con el resto y si tus actitudes no permiten ni si quiera un saludo, las cosas no andan bien.

En el caso de los hombres se da un fenómeno que reconozco me ha pasado. Nos matamos trabajando para conseguir cierta estabilidad y comodidad, cuando llegamos ahí nos volvemos renuentes a una relación estable porque entendemos que eso atentará contra nuestra libertad de ser y estar. Pensamos que esa persona demandará tiempo y energía, cosas que no estamos dispuestos a negociar porque es parte de “nuestra independencia”. Llegamos a un nivel de comodidad que cualquier cosa que atente contra eso debe ser expulsada.

No necesariamente tener pareja conlleva dejar de ser o hacer. Si la otra persona comparte tu visión e intereses, lo más probable es que puedan sobrellevarse sin mayores complicaciones, pero ambos deben ceder en algunas cosas. Cada quien piensa distinto en circunstancias y es normal por ser entes ya formados, lo maravilloso es que logren llegar a un punto medio y salir airosos. Encontrar a la persona que se adapte totalmente a ti es imposible, además de aburrido.

Sí, hay que luchar por conseguir metas individuales y esforzarse en estar mejor cada día, sobre todo en esta media isla donde vivir más o menos cómodo cuesta tanto. Ahora bien, procura que ese deseo de ser no te impida relacionarte con los demás ni excluirte de la vida en pareja, si en algún momento la contemplas. Ser libre implica controlar tu independencia, no que ella te controle a ti. Sube lo más alto que puedas, pero no tanto como para que nadie pueda alcanzarte.