¿Y las cárceles?

¿Y las cárceles?

En la semana que concluye hoy se han dado pasos de gigante hacia el mejoramiento del respeto a los derechos individuales.

Anuladas la fase secreta de la instrucción sumaria y la facultad de los jueces de esa materia para dictar prisión, y suprimido el albedrío de los policías para arrestar a voluntad, sin orden motivada de juez, y de interrogar a solas al reo apelando a técnicas denigrantes y a veces crueles, es obvio que marchamos en el camino correcto para afianzar un verdadero Estado de Derecho. Se percibe que ha sido puesta en ejercicio una voluntad política saludable y necesaria en esos ámbitos tan oscuros de la persecución del delito, los métodos de la investigación en todas sus escalas y las normas procesales propiciadoras de incidentes y subterfugios jurídicos.

Pero lo avanzado hasta ahora tiene todavía grandes baches, terribles omisiones que echarían por tierra lo ganado en los procesos judiciales y en la preservación de ciertas prerrogativas individuales cuando se trata de apremio corporal inicial.

[b]-II-[/b]

Una grave omisión ha sido la de no haber avanzado a la par en la formulación de las reformas profundas que requiere el sistema penitenciario dominicano, que se caracteriza porque, precisamente, es degradante para la condición humana, para la dignidad del individuo y para sus derechos.

Es un tremendo contraste, una contradicción quizás, el que se insista en unas garantías -las que se relacionan con el arresto y más adelante con las normas procesales- si el individuo y todas sus prerrogativas van a ir a parar al foso de la indignidad, del hacinamiento y la desconsideración. Todo lo que se ha estado haciendo acondiciona perfectamente la pasajera y no frecuente estada del recluso en un Juzgado de Instrucción o una sala de lo penal, rodeado de todo el respeto, para luego ir a parar a un antro de suciedad, hacinamiento y otras condiciones degradantes.

Recordemos que en nuestras prisiones están juntos mansos y cimarrones, desde el que perdió su libertad por un crimen horrendo hasta el que tuvo la desdicha de verse envuelto en un accidente de tránsito con pérdida de vidas humanas. No hay duda de que estamos ante omisiones impresionantes, difíciles de entender.

[b]-III-[/b]

Las autoridades judiciales y carcelarias tienen que enmendar estas omisiones, pues constituyen una especie de denegación de justicia precisamente cuando se está tratando de enaltecer y humanizar su administración. No puede ser que un preso reciba un trato humanizado en los distintos estamentos de la justicia para luego ser sometido a todo lo contrario en el lugar en que pasa la mayor parte del tiempo de privación de la libertad.

Todavía se habla aquí con cierta propiedad de celdas que por sus condiciones muy particulares son empleadas para sancionar conductas, o más bien torturar. Se dice que una riña ocurrida hace poco en Rafey tuvo su punto de inicio cuando un recluso que había sido castigado en una celda habilitada para esos menesteres fue objeto de mofa por otros compañeros de prisión.

Hemos sido de los primeros en valorar los avances logrados en el ámbito judicial a partir de la resolución puesta en vigencia recientemente por el presidente de la Suprema Corte de Justicia, doctor Jorge Subero Isa, pero jamás perderemos de vista que en esos antros de suciedad y corrupción que llamamos cárceles se está dando la peor degradación de la condición humana en pleno siglo 21.

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