«Y las fuerzas del infierno no prevalecerán contra ella»

«Y las fuerzas del infierno no prevalecerán contra ella»

Sí, ésta es la peor tormenta que la Iglesia ha enfrentado desde aquellos días cuando Jesús, buscando colaboradores, se encontró con aquellos pescadores. Y entre ellos Pedro.
Desde entonces la Iglesia ha sobrevivido toda clase de tormentas.
Y mencionaré ahora sólo dos que me parece fueron de las peores.
Una fue aquella corrupción o confusión, o ambas cosas, en el Vaticano en tiempos de Martín Lutero y San Ignacio de Loyola.
Otra fue aquella división y alianzas políticas que originó las Guerras de Religión. Pero. . . «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra …» Por supuesto, la Iglesia fundada por Cristo permanece bajo su bendición y ayuda. Eso creo yo.
Pero la Iglesia está formada por hombres. Desde Francisco I al último consagrado de los diáconos. Todos hombres, con los mismos adminículos que todos los hombres tenemos. Con todos los deseos, anhelos, ambiciones, malos pensamientos e inspiraciones, no siempre divinas, dice algún poeta. Ah, lo olvidé allí donde terminé con los diáconos: La Iglesia somos todos los católicos. Esto no lo he olvidado. Todos tenemos a nuestra disposición la ayuda de Dios. Pero, fíjate bien… además de buscarla (invocándola), pedirla… Tenemos que hacer nuestra parte.
Aquí, sólo el ejemplo de la Hemorroísa. Bregó y se abrió paso entre los que rodeaban a Jesús y tocó su manto. Y cesó su hemorragia.
Esta señora tenía fe… y también su poco de coraje. Hizo su parte. Y tuvo su premio. Así lo vemos en el Evangelio.
Pablo, el de las Epístolas, estuvo en Atenas en tiempo de las originales Olimpíadas. Incluso sabemos que habló en el famoso Areópago. Nada dice Pablo de alguno de los Juegos o Competencias que presenció. Parece que no era un «fan» deportivo. Pero sí nos habla del entrenamiento de los atletas. Y dice que cada uno se trazaba en todo una disciplina. Sí, cada uno se Trazaba en Todo Una Disciplina.
I de Corintios 24:27. Y Pablo nos recomienda seguir esa disciplina.
A esa Disciplina, en todo, es a lo que yo llamo hacer su parte.
Yo no quiero preguntarme si en más de una de esas diócesis, esta
vez premiadas por el Infierno, obispos y curas no hicieron bien «su parte». Es decir, descuidaron la disciplina. No, no me toca a mí preguntarme eso.