Y llegó el papel… a
la industria nacional

Y llegó el papel… a <BR>la industria nacional

La semana del 19 al 25 de febrero de 1961 trajo como noticia de primer plano el anuncio de la instalación de la Industria Nacional del Papel, C. por A., inaugurada el 22 de ese mes con la presencia de su presidente, Ramfis Trujillo, el hijo mayor del dictador, que llegó a la ceremonia en un helicóptero “Alowette” de propulsión a chorro. Lo recibió el  vicepresidente-administrador de la entonces moderna fábrica, Ricardo Hernández hijo.

Era la primera empresa de su género en el país, que evitaría a la República Dominicana la salida de cinco millones de divisas al año por concepto de la compra  de papel en el exterior. El momento fue calificado de “histórico”.

Por eso fue todo un acontecimiento que mereció la publicación de un Extra insertado en La Nación y El Caribe, impreso bajo la dirección de Santiago Lamela Geler y redactado por José F. Penson y Gregorio García Castro. Firmas públicas y privadas colocaron espacios pagados felicitando a Trujillo por este hito, “un nuevo paso de progreso” de su “brillante política de fomento y protección industrial”.

Comentarios, reconocimientos, descripciones de trabajos y equipos, fotos de maquinarias y proceso de fabricación se constituyeron en el asombro del país y de la comunidad de Villa Altagracia en cuyas cercanías se instaló esta nueva industria que aportó trabajo a sus habitantes, atrajo la atención de nativos y foráneos y llevó energía eléctrica las 24 horas del día a ese pueblo que antes de la existencia de Induspapel no estaba muy lejos de ser “un típico caserío de tránsito” donde pernoctaban “viajeros que transitaban de la parte Norte a la Meridional de la República y viceversa”, según el Extra.

Papeles de todo tipo.   Se comenzó por fabricar 15 toneladas diarias de papel para envolver y para la fabricación de fundas para colmados y tiendas, de los tipos denominados “Sulfito”, pero en una segunda etapa sería instalada una máquina adicional que abastecería  demandas “de todos los tipos” que se consumían en el mercado doméstico.

La industria construyó su propio acueducto, dotado de un equipo de bombeo con capacidad para mil 600 galones por minuto que posteriormente aumentó a dos mil 500, así como de un tanque de reserva con gran capacidad de almacenamiento. Induspapel tomaba sus aguas del río Haina y según los técnicos alemanes que entrenaron al personal criollo eran “de las mejores del mundo, difíciles de encontrar en todas partes”. El líquido sería “debidamente filtrado” antes de utilizarse.

Se agregó, además, una estación de producción de vapor con una moderna caldera automática que funcionaba a base de fuel oil, con capacidad de secado de hasta 180 metros de papel por minuto, y una planta con subestación eléctrica, tres enormes transformadores y barras especiales que suplían “la necesidad de electricidad” de  aquella población.

Como materia prima utilizarían pulpa de madera y desperdicios de papel, bagazo de la caña, la paja del arroz, ramio y otras fibras vegetales de producción nacional.

Con un capital “netamente dominicano” de dos millones de pesos, de los cuales se había pagado un millón 500 mil, la Industria Dominicana de Papel comenzó desde su inauguración a mostrar la producción de sus marcas, “Cibao”, para “fardos grandes” y “Catarey” para los pequeños.

Según las crónicas, esta naciente empresa representaba el resultado combinado de los esfuerzos de los inversionistas dominicanos por “contribuir a la industrialización del país” inspirados “en los elevados ideales del Padre de la Patria Nueva”.

Se citaron como “accionistas” a Miguel Soler, Severino Tarrazo, José Aguiló, Konrad Kelermeyer y Juan Vidal. Trabajaron en el edificio el arquitecto Miguel C. Roques Báez y el ingeniero Axel Holsteinson.

A la ceremonia inaugural asistieron funcionarios de alto rango, los miembros del cuerpo diplomático acreditados en el país, empresarios, industriales y comerciantes nacionales y extranjeros.

El párroco de Villa Altagracia, José Bernard, bendijo la obra. Ricardo Hernández hijo pronunció el discurso inaugural y Eduardo Read Barreras, secretario de Industria y Comercio, manifestó que esta Fábrica fue “creada gracias al amparo del espléndido ambiente de paz y de trabajo de que ha dotado a la República el más conspicuo de sus hijos: Trujillo”.

Acompañaron a Ramfis en un recorrido por las instalaciones junto a Gilberto Sánchez Rubirosa, Pedro V. Trujillo Molina, Fernando A. Sánchez hijo y Marco A. Gómez. Luego brindaron con champaña, whisky y un “rico y variado buffet” formulando votos por la salud y ventura personal del aclamado “Jefe”.

El Caribe editorializó afirmando que la Industria del Papel constituía otro valioso aporte “a la vigorosa economía nacional” y “otro de los grandes logros de la política de fomento industrial que con alto sentido dominicanista ha patrocinado el Benefactor”.

 Induspapel progresó según las promesas de febrero de 1961, convirtiéndose en líder de las industrias de papelería y cartones para la confección de cajas. Fue una de las principales empresas del Estado, dependencia de la Corporación de Fomento Industrial.  Fue cerrada en 1998 y, aunque en el 2007 el director de ese organismo, Rubén Bichara, anunció que sería rehabilitada con inversiones procedentes de Israel, el 13 de noviembre de 2010 Fausto Antonio Genao denunció en El Nacional que sus piezas y maquinarias habían ido a parar a negocios de chatarras y que habían desaparecido hasta las persianas.

Desmantelada, abandonada, en ruinas, ese mismo año fue definida por un periódico de aquella Villa como “un Museo de terror”.

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