Y no habrá salvación

Y no habrá salvación

JOSÉ ALFREDO PRIDA BUSTO
Hoy estuve quejándome de algunas de esas cosas que yo sé que también suceden en otros países, pero que aquí se dan con festones que alcanzan lo superlativo. Alguien me llamó la atención. Dijo algo acerca del perdedor que pone la culpa en los demás y no se qué otras pendejadas. No tuve más remedio que mandarlo a freír espárragos. Es cierto que uno no puede ir por el mundo lamentándose perennemente de las cosas malas que le suceden, pero tampoco es que haya que tener tantos obstáculos. Pienso yo. Quiero que alguien me explique por qué aquí esas cosas suceden de la forma en que suceden. Y, sobre todo, que alguien me diga por qué en el curso de solo veinticuatro horas pasan tantas.

Hace un par de días recibí por correo electrónico un escrito que me puso a meditar. La persona que me lo envió lo había recibido a su vez de otra y se perdió el origen. Su título es «Cortados por la misma tijera». Y yo agregaría, como dicen los españoles, «y por el mismo patrón». Por lo que pude entender, fue algo escrito en Venezuela que alguien «tradujo» para aplicarlo a nuestra gente del patio.

Dice muchas verdades. A los políticos hay que dejarlos aparte. Son todos iguales y no van a cambiar. Los verdaderos culpables de todo somos cada uno de nosotros. Tanto los que hacen cosas mal hechas como los que las aceptan. Porque si alguien ve algo mal y lo acepta, es por una de dos razones. O por cobardía o porque quiere tener una excusa para luego poder hacerlo él. Por aquello de que: «¡Oh!, si fulanito lo hace, entonces yo también puedo».

Y vemos como hemos ido pasando de un «avivatismo», nada inocente por cierto, en el pasado, a un «joputismo» rampante que nos va calando hasta la médula de los huesos. Y el otro ya no es un hermano, ni un dominicano, ni un ser humano siquiera. Es alguien a quien hay que quitar del medio porque estorba para los propósitos del día.

Eso se nota enormemente en el tránsito. Antes usted veía a alguien que le tiraba el vehículo encima y pensaba que era pobre diablo que no sabía manejar. Y hasta le tenía pena por su ignorancia. Ahora siente a veces que es un enemigo que lo tiene en la mirilla y que lo va a destrozar con su enorme «carroza del éxito» si no se quita de su camino. Y usted empieza a sentir miedo.

Vivir aquí, para algunos que hemos visto que se puede vivir mejor sin que esa mejoría tenga nada que ver con las cosas materiales y los afanes modernistas del éxito a costa de lo que sea, es una experiencia kármica en grado sumo. Porque se puede ser considerado con los demás, séase rico o pobre. Se puede actuar con humildad, sea uno un potentado o un pordiosero. Se puede. Pero no se hace.

Hace un tiempo compré un vehículo usado. Al verificar el manual del usuario vi que estaba en francés.

Le pregunté al dueño la razón y la respuesta fue: «¡Ah!, bueno, tú sabes…». No señor, ningún «,bueno y yo no sé». Por supuesto, el tipo no sabe ni pío de francés. Y nunca se preocupó por hacer que le dieran uno en español. No se dio a respetar e implícitamente concedió su permiso para que siguiera sucediendo lo mismo por siempre.

Los que importan cosas de marca a través de concesionarios formales deberían tener algo de respeto hacia sus potenciales clientes. Hace unos días estuve en una tienda viendo un celular y el manual estaba en alemán. Un amigo me dijo que compró un abanico y que las instrucciones estaban escritas en «casitas». El aparato fue fabricado en China. Por supuesto, en ningún caso se consiguen en español.

En las nuevas y modernísimas franquicias de alquiler de películas, en muchas ocasiones usted no encuentra los susodichos filmes con subtítulos en español. Lléveselo en inglés o déjelo. En un país cuya lengua madre es el español, no se consiguen algunas películas en español.

Y lo más tierno, lo que más me llegó al corazón, fue una película para niños que fuimos a ver la familia completa. La película era en… inglés con subtítulos. Caramba, yo sé que los niños de ahora son muy inteligentes, pero no conozco muchos que sepan leer a los cuatro o cinco años.

La causa de todo esto parece ser el interés económico de algunos empresarios. Sobraron unos celulares que iban para Alemania, o unos carros que iban para Francia, ¿me salen más baratos? ¡Pásalos! Los videos de alquiler y las películas para exhibir en cines son más baratos si vienen solo en el idioma de origen. Las traducciones y los doblajes cuestan.

Situaciones como esas son las que nos hacen sentir mal. Es algo sumamente irritante. A veces nos invade una sensación de ser extraños en nuestro propio país. Como si no le importáramos a nadie y nadie nos quisiera para otra cosa que no sea sacarnos el dinero a como dé lugar. Pero mientras todos sigamos aceptando lo que nos den, mientras no hagamos un alto en el camino y revisemos nuestra autoestima, mientras no exijamos la calidad y el servicio que nos merecemos por las fabulosas cantidades de dinero que pagamos por cualquier cosa, «no vamos para parte».

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