…Y para comprender al hombre

…Y para comprender al hombre

Rafael Acevedo Pérez

2/3

Al pueblo escogido no le bastó la liberación de Egipto, los aprendizajes, las manifestaciones frecuentes del poder y de la voluntad de su Libertador; pues no solo entró en desobediencia, sino que llegó una época no tan lejana que llegaron a olvidar completamente de sus enseñanzas, sus mandatos, y hasta sus repetidos castigos; pues ya en épocas posteriores adoraban a otros dioses, y ya en tiempos de Gedeón nunca habían escuchado propiamente hablar de Yahvé.

Fueron muchos los reyes de Israel que hicieron lo malo delante de Dios. Los relatos de los profetas mayores Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel muestran a un Dios frustrado ante un pueblo desobediente y perverso, al cual tiene que amenazar y castigar constantemente, incluso someterlo a invasiones y esclavizaciones de los pueblos y naciones a su alrededor. Mas, Dios persistió y aún persiste con su Proyecto.

Puede leer: …Y Dios quiso comprender al hombre (desde adentro)

Un amo, un padre, un amigo: tan solo por no dañar o maltratar a su hijo, a su amigo o a su burro, suelen ser permisivos, prefiriendo solo amenazar, o incluso auto infligirse privaciones, alejamientos antes que ser severos o abandonarlos definitivamente. Aunque se trate tan solo de sus mascotas (a menudo idolatradas).

Por ello, acaso, tampoco existe en toda la Escritura una actitud de “madrecita consentidora”, ni de santos o santas cómplices. Mucho menos de parte del Padre, o de Jesucristo. En ninguna parte ni Dios ni sus enviados entran en complicidades ni relajamientos, ni en prostitución de normas ni relaciones, como hay quienes hoy lo promuevan.

Y lo que es prueba mayor de autenticidad, la deidad judeocristiana solamente actúa dentro de un único Proyecto, basado en una relación Dios-criatura, en la que el verdadero y principal beneficio se obtiene en “la otra vida”; de la cual el Creador tan solo requiere su obediencia. Ya que el amor ha de ser un resultado sublimado de dicha obediencia; la cual tiene que producirse voluntariamente, desde dentro del hombre.

Por ello, tras muchos desprecios y malos tratos, Dios encarnado sufrió lo inenarrable, pero logró ver al hombre desde adentro. Así decidió poner grande énfasis en indulgencias y misericordias. Cuando vivió en carne propia las miserias y debilidades humanas, redujo y suavizó muchas normas y ordenanzas.

Y decidió extender su plan a toda criatura en los confines de la tierra; procurando que cada humano, como tú y como yo, sea un valiosísimo plan en sí mismo, al cual es preciso elaborar, con la intervención de su Espíritu Santo, digamos, como Miguel Ángel la estatua de la Piedad: mazazo a mazazo, rasgo por rasgo, cincelados al milímetro, cada gesto o carácter, cada emoción y sentimiento, hasta lograr algo inmensamente valioso, y digno de Dios, en cada uno de nosotros.

Pero Dios decidió seleccionar solo aquellos que querían ser parte de su obra. Siendo elitista, cuidadosamente selectivo. Porque solo los que lo aman y se proponen formar parte de su reino algún estarán allí, gozando de su amorosa e inefable presencia. Habiéndose establecido que siendo muchos los llamados, pocos son los escogidos. (Mateo 22:14).