¿Y para qué han servido?

¿Y para qué han servido?

Al término de la reunión de la Unión Europea en Bruselas, el ministro español de Relaciones Exteriores planteó el gran dilema de los aislamientos diplomáticos. ¿Sirven para algo? Miguel Angel Moratinos reveló que el gobierno español entiende que el aislamiento diplomático contra Cuba resultó contraproducente, y, después de todo, no alcanzó sus objetivos. De manera que la Unión Europea salta la barda del aislamiento para concentrarse en un proceso de diálogo abierto, recíproco, incondicional y no discriminante.

Es hora de que Estados Unidos de Norteamérica revise a fondo sus políticas hacia Cuba. Los hermanos Raúl y Fidel Castro se han embarcado en un proceso de transformaciones. Porque, dejémonos de tonterías, en este nuevo ambiente no se halla comprometido únicamente Raúl. Los dos hermanos, de ascendencia gallega, siguen el instinto de la sangre, de su sangre gallega. Corresponde a la diáspora histórica de Cuba, por ende, volver los ojos hacia la isla, y preguntarse con nueva visión, qué ocurre al interior de su Patria. Porque en la Cuba castrista soplan vientos distintos.

Tras el atentado contra don Rómulo Betancourt, los venezolanos presionaron para aislar al régimen de Rafael L. Trujillo. Desde las primeras pesquisas advirtieron que tras la fatídica bomba de la avenida de los Próceres, se hallaba la mano del dictador dominicano. Los estadounidenses, a su vez, querían establecer sanciones contra el régimen de los Castro. Fidel  estaba empeñado en fusilamientos, guerrillas en suelo ajeno, y expropiaciones.

Pactaron, pues. Y la asamblea general de la Organización de Estados Americanos (OEA) ofreció, en septiembre de 1960, el escenario para que ese convenio se hiciera realidad.

Los enceguecidos estrategas estadounidenses tal vez colocan la aniquilación del régimen de Trujillo como desenlace lógico de aquellas decisiones. Las anteojeras, sin embargo, les impiden contemplar los detalles diferenciadores. Fidel había patrocinado, apenas puso un pie en el Palacio Presidencial de La Habana, la invasión de junio contra Trujillo. Incitado por el hombre que defendiéndolo propició su aniquilación, Trujillo reaccionó como fiera enjaulada. Olvidó a los prohombres que, a su vera, lograron modificar, siquiera ligeramente, su saña asesina. En cambio, se postró ante Johnny Abbes García, que estimuló ese primitivo instinto.

Los hermanos Castro proceden de modo diferente. Uno, quizá realmente tan enfermo como lo han dicho, se hizo grave para transferir un poder que, trasmano, ostenta. El otro, el hermano para que no haya equívocos, realiza las paulatinas pero seguras transformaciones, para alumbrar la Cuba del después. En Washington tal vez no se han dado cuenta. Pero en Bruselas, los ministros del exterior de los países miembros de la Unión Europea, tal vez han percibido la necesidad de hacerse tocólogos. Porque esta es la manera, sin duda la más inteligente, de lograr que el parto sea incruento.

Y después de todo, el aislamiento únicamente consiguió afianzar el castrismo.   

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