En muchas ocasiones he tratado el tema de Venezuela, porque insisto, es un país con el que hemos tenido muchas similitudes, y estado ligados política y culturalmente. Por eso quiero recordar, que hace alrededor de dos décadas, se inició en el hermano país un proceso de debilitamiento y descrédito de los partidos, producto de escándalos de corrupción, contradicciones y aspiraciones fuera de contexto.
Los dos grandes partidos, Acción Democrática y el Socialcristiano Copey, entraron en procesos de descomposición inexplicables, teniendo dentro de sus filas, políticos de prestigio y experiencias. Dirigentes que se pasearon por toda América Latina dando charlas, pregonando la democracia, propiciando la consolidación de los partidos y la formación de dirigentes.
En ese proceso vivido por Venezuela, sectores de poder con influencias, y los entonces denominados grupos independientes, aprovecharon la situación, para, en vez de ayudar a la consolidación partidaria y estimular su saneamiento con leyes y otras acciones, contribuyeron militantemente a desacreditarlos, a dividirlos, y a desintegrarlos. Pero no solo eso, sino que comenzaron a competir tratando de heredar sus simpatías.
Creyendo equivocadamente que desapareciendo o disminuyendo los partidos tradicionales, ante el descrédito de muchos de sus líderes políticos, podrían dichos sectores heredarlos o sustituirlos, llegaron a influir enormemente, para que, en vez de candidatos presidenciales idóneos dentro de los mismos partidos, postularan independientes y hasta una reina de belleza. Que aunque con alguna experiencia en alcaldía o gobernación, no podían competir con otras figuras que creaban esperanzas en el sector popular.
Llegaron incluso al extremo de, en el momento en que intentaron sacar del poder por la fuerza a Hugo Chávez, en vez de buscar una figura política con apoyo de determinadas fuerzas populares, seleccionaron al jefe de los empresarios. Y la historia todo el mundo la conoce.
Porque no era fácil introducirle a un pueblo politizado y necesitado como el venezolano, que había visto a sus grandes partidos resquebrajarse, y que, aunque había una fuerte clase media y alta, existían como existen grandes contingentes de gente con la única esperanza de que alguien los ayude a salir de su situación, sustituir esas esperanzas por un jefe empresarial. Sin más que ofrecer, que eliminar subsidios y dádivas.
Chávez y el chavismo surgieron como contrapartida a la ausencia de los líderes políticos y sus partidos. No fue por arte de magia. Él se convirtió en la esperanza de los desamparados, porque ante la ausencia de los partidos, los que sustentaban el poder económico, o sea, a los poderes fácticos o sus representantes, se les hace difícil conectar con el populacho. Y el populacho, si no representa la mayoría, se acerca a la mitad,
Esa es la difícil situación que vive Venezuela. Un pueblo lleno de esperanzas y necesidades. Que se debate, entre continuar con lo que tiene, o que les traigan o les llegue un representante de sectores que muchos pueblos no acaban de percibir como solución a sus problemas, y se resisten. Lo he venido advirtiendo por más de 20 años.