Y pienso en nuestras canciones…

Y pienso en nuestras canciones…

POR ALEXIS MÉNDEZ 
¿Quién no ha suspirado por una canción? La vida te da la oportunidad de irte a otro mundo, aunque sea por tres o cuatro minutos. Y te olvidas de la renta, de las facturas del teléfono, del agua, de la energía eléctrica. Dejas de pensar en los políticos que han saqueado tus derechos. No hablas de atracos, ni de violaciones. Toda contaminación existencial se purifica cuando te envuelves en sus estrofas, cuando viajas en su melodía.

¿Quien no ha visto moldeados sus motivos? Crees que la escribieron para ti. Una canción te hace poderoso. Su magia aumenta tu amor: «Nunca, nunca dejaré de amarte, / nunca, nunca de tenerte/ en mi corazón, mujer. O por ella acentúas tu despecho: «Y aprenderás a sufrir/ vas a quererte morir. / Conocerás el dolor/ que tú me hiciste sentir al partir». Y hasta revives un pasado de esplendor: «Y pienso en nuestras canciones que hablan de amores».

Alfonsina se fue a su mundo de agua: Una manera poética de morir o vivir eternamente tatuado en las mentes de muchas personas. Y hablando de muerte, Willie Colón le puso brazos, pies, y cabeza a esta…y la muerte obsesionada cantó: «Con un beso que te dé/ nada en el mundo importará. / En un instante entenderás completamente/ que tu alma es mía para siempre, / y siempre la vida entera yo he de esperar/ por tenerte en mis brazos.

Una Hormiguita recorrió la espalda de Juan Luis. Caminó hasta posarse en su barba. Y lo picó, y lo besó… lo enamoró. De igual manera se enamoró Isolina, y lo quiso decir con «Dos gardenias». Y Pablito amó tanto que prefirió compartirla antes que perderla, porque aunque tenía sus defectos ella se acercaba a lo que él, simplemente soñó.

Hoy conozco personajes que entraron en mi imaginación, reflejando realidades. Entre ellos está el Tío Alberto de Serrat, que disfrutó su vida, su filosofía. También está Pablo Pueblo, que me lo presentó el sonero Rubén Blades, y que hoy lo veo repetirse en muchas casas de mi barrio y en todos lados, donde la pobreza es cotidianidad. Don Tite habló de Juan Albañil, aquel maestro constructor que no dejaron entrar al edificio que el ayudó a levantar. Matamoros me habló de Asuero, el médico farsante que decía quitar la parálisis, extirpando el nervio trigémino: «Suelta la muleta y el bastón y podrás bailar el son».

Son muchos cuadros, pequeños universos que recorres si te sirve el sombrero. Y cada uno de ellos está alojado en una canción. Son imágenes que reflejan desde los sutiles idilios de Agustín Lara, hasta el irónico sentir de Sabina. Los versos de Silvio son trazos de Miró que armonizan la travesía. Y tu orgullo atrapa ese amor a la patria, si escuchas las cosas que Rafael Hernández escribió: «Si yo no hubiera nacido/ en la tierra en que nací, / estuviera arrepentido de no haber nacido allí.

Ellos son genios, escultores de sentimientos, adivinos que violan nuestro interior, ya sea con un verso, con una frase, o con una nota musical. Y nos hacen protagonistas, o actores secundarios de una trama. Suelen hurgar en la inagotable fuente de la inspiración, gracias a nuestro tema… y nace una canción.

«Mientras haya unos
ojos que reflejen
los ojos que los miran;
Mientras responda
el labio suspirando
al labio que suspira;
Mientras sentirse
puedan en un beso
dos almas confundidas;
Mientras exista una
mujer hermosa,
¡Habrá poesía!» (Gustavo Adolfo Bécquer).

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