¿Y quién podrá defendernos? ¿Hipólito o Miguel?

¿Y quién podrá defendernos? ¿Hipólito o Miguel?

Muchas gentes se sintieron muy animadas por la decisión anunciada, pomposa y bulliciosamente, por el PRD-Hipólito, de que asumirá el liderazgo de la oposición y, consecuentemente, la defensa del pueblo y todo lo demás que viene en el paquete.

Era como decir, que desde la oposición se haría (también) “lo que nunca se ha hecho” (digamos, en los últimos años), o sea, hacer labor de oposición. Pero eso no pareció durar mucho, pues prontamente el rumbo derivó hacia la lucha interna, en la cual el PRD ha mostrado de nuevo su vocación de auto-anularse como líder de oposición y hasta de desvanecerse y disolverse en su propio peristaltismo.

El “abortaje” del PRD como opositor se vislumbra probable, no tan solo por la estrategia  probada del “divide y vencerás” del partido oficial, en lo cual ha sido muy exitoso, sino porque las propias facciones del PRD parecieran  muy dispuestas a “negociar acuerdos” con el nuevo gobierno. Lo cual podría implicar, como otras veces, el tornarse colaboracionista en extremo, al punto de no realizar oposición alguna.

Y lo que es peor, arribar a una situación lamentable de una nueva pérdida de oportunidad para el país, a manos, precisamente (¡oh irónico destino), del partido de las grandes masas, el de mayor votación y arraigo popular, el de los “viejos robles”. Porque buena parte de lo bueno que se podría esperar del nuevo gobierno del PLD, tendría su base y razón en una oposición que apoyaría los cambios favorables propuestos por Danilo Medina, por algunos legisladores y funcionarios no muy comprometidos con la corrupción oficial, y por subsector privado convencido de que el oportunismo individual es malo en el largo plazo, aún para los negociantes más aventajados: esto es, por ejemplo, la racionalización del presupuesto, las reducciones de sueldos abusivos en instituciones “autónomas”; saneamiento de las fuerzas del orden, restablecimiento del ordenamiento y la seguridad pública y jurídica, el uso de espacios públicos y privados, el tránsito en calles y carreteras; eliminación del nepotismo y el clientelismo, y el 4% para educación, aparte de otras listas de incluibles en “lo que nunca se hizo y en lo que hay de mejorar o eliminar de nuestra nefasta burocracia. ¿Qué harán a continuación los peredeístas? ¿Irse una fracción con el Gobierno y otra hacia la oposición?  ¿O se plegarán las dos al Gobierno a plazos y retazos?

A esta hora no han protestado respecto a las graves y recientes actuaciones policiales en San Francisco de Macorís y pareciera que el país continuará una respetable fuerza de oposición. Eso sería indeseable aún para el nuevo presidente, quien necesitará de ésta para neutralizar opositores y para sujetar ambiciosos y atrevidos parciales dentro del oficialismo.

La vocación salvacionista de nuestros supuestos opositores corre mucho riesgo y pareciera que a pesar de las buenas intenciones que se atribuyen al nuevo presidente, el peledeísmo  oportunista y degenerado podría seguir haciendo de las suyas, por no contar el país con el contra-balance opositor.

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