Es una niña frágil, llena de ilusiones y poseída de un gran sentido de servicio comunitario. Me la presentó su padre, el distinguido periodista Octavio Rivera, una mañana, en medio de la agitación que se vivía en Haití por causa del terremoto.

“Mi hija pertenece a una agrupación de jóvenes y quiso venir con un grupo de jóvenes a dar un poco de apoyo”.

Cuando la vi sonreír sentí orgullo de la juventud de mi país, del espíritu de sacrificio de nuestros muchachos y muchachas. De Inmediato me le puse a la disposición.

No había pasado una semana cuando ya la prensa comenzaba a hablar de una jovencita de 20 años que, junto a un grupo de jóvenes dominicanos, organizaba a los damnificados haitianos en campamentos.

Desde entonces la veo correr de aquí para allá, organizando a la gente, buscando ayuda para los damnificados, vacunando a los niños, poniendo en alto la bandera dominicana.

Así como Paloma Rivera hay cientos de jóvenes dominicanos, de mujeres y hombres, que se lanzaron en masas a ayudar al pueblo haitiano en momentos tan difíciles.

Así como Paloma Rivera hay una gran cantidad de médicos dominicanos que merecen los más grandes elogios por el eficiente y responsable trabajo que emprendieron en los días de la tragedia.

Y ahora que los premios se han puesto de moda, yo me pregunto: ¿Quién premia a Paloma Rivera? ¿Quién le dará una medallita a esta tierna joven dominicana para estimular a otros a que sigan su ejemplo?

¿Quién premiará a los médicos dominicanos que salvaron tantas vidas a nuestros hermanos haitianos?

¿Quién premiará a los miembros de la Defensa Civil que se entregaron desinteresadamente en esos días difíciles para el pueblo haitiano?

¿Quién premiará a los voluntarios de los comedores económicos que todavía están allí ayudando a los más necesitados?

¿Quién premiará a los bomberos de Jimaní que fueron los primeros en llegar en medio del caos y la desolación?

Creo que nadie los premiará, ni siquiera los que andan criticando el premio que los norteamericanos le dieron a Sonia Pierre.

Vamos a sentarnos y a esperar que sean los norteamericanos los que premien nuestras buenas acciones frente al pueblo haitiano, porque el Departamento de Estado sí sabe de eso.

No me vengan ahora a criticar el premio que han dado aquellos del Norte, si no hemos sido capaces de entregar una medallita a los dominicanos que en Haití arriesgaron sus vidas para salvar a las personas que estaban bajo los escombros.

Nosotros somos unos mezquinos y unos buenos comejaiba.