¡Y se jodió!, Adriano Miguel

¡Y se jodió!, Adriano Miguel

MANUEL E. GÓMEZ PIETERZ
Galileo Galilei, el auténtico padre del moderno pensamiento científico, para salvar su pellejo, se vio obligado a retractarse ante el tribunal del Santo Oficio, de su afirmación de que contrariamente a lo que entonces se creía, el planeta tierra se movía alrededor del sol. Cuenta la historia que al transponer la puerta de  salida del tribunal, Galileo comentó tozudamente: ¡y aun se mueve! Nunca dejo de leer los escuetos y excelentes editoriales de A.M. en Diario Libre.

Uno de los últimos, muy duro por cierto, como deben ser los apegados a la verdad de cuanto ocurre en este desolado, asolado y desamparado país, fue el titulado: «¡Este país se jodió!». Creo que en el momento de hablar con nuestra almohada, a quienes escribimos suele asaltarnos la duda sobre si nuestro juicio ha sido sesgado por alguna forma de interesada parcialidad.

Pero nos consuela y tranquiliza que cuando de la verdad se trata, la imparcialidad podría ser la peor, inmoral y letal forma de solapada parcialidad.

Nuestro ¡y se jodió! es un solidario y afirmativo espaldarazo a A.M. que emula la convicción de Galileo expresada por su ¡y aun se mueve! aquel día en que la verdad y la razón científica vencieron a futuro a la dogmática confesionalidad teológica.

En este mundo-mercado global y de desiguales en el cual nos toca vivir, la gran mercancía es el engaño que se apoya en una mercadología mediática invasiva e inevitable. De mafias sin código de conducta porque el crimen amparado por la impunidad se ha convertido en la actividad humana más remunerativa. Y ya el liderazgo no se valora ni justiprecia por su positiva relación con el bien común, sino por la habilidad de «subirse al palo y de serruchar el de los demás». ¡Y de permanecer en él!

A través de mis artículos he repetido hasta la saciedad que en este país no existe una clase dirigente que como tal posea una visión integral y nacional de futuro. Aquí lo que existe es una voraz e insaciable clase de ricos que medran exprimiendo los harapos de la pobreza. Una auténtica clase dirigente debe poseer una permanente actitud de cambio socialmente positivo, y de poseer además la capacidad de liderazgo para conducirlo a buen término. El líder auténtico mira al futuro en continuo movimiento y no se aferra fiera o hipócritamente al «statu quo» de sus privilegios. Promueve el cambio y no lo retranca. Clase alta no es en modo alguno sinónimo de dirigente, sino más bien de colusión, contubernio o adulación para perpetuar el favor ajeno y el privilegio propio.

Si bien se mira, nuestra sociedad está hoy signada por el inmovilismo tras la careta de la modernidad. Nuestros políticos aspiran a la perpetuidad en el cargo y le temen al cambio como el diablo a la cruz. El viejo imperialismo tan cacareado durante la vigencia de la guerra fría, ha tomado carta de nacionalización y ahora se ejerce desde adentro hacia afuera mediante pactos políticos en los cuales la soberanía se transa como mercancía en el mercado global. La fórmula parecería ser: «si me compras los equipos de tu disparatado megaproyecto te libero del infamante calificativo de estado fallido». Y más aun propago que tu país es el mismísimo paraíso terrenal sin pecado ni serpiente. ¿Qué no tienes dinero?, nuestros bancos te lo prestan. ¿Qué no puedes pagar?, nuestra eficiente cañonera financiera, el FMI, se encargará suavemente de eso. «Suaviter in forma, fortiter in re» (suave en la forma, fuerte en el fondo), diría un observador latino cualquiera.

m.gomezpieterz@yahoo.com

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