¿Y si desmonetizamos la Navidad?

¿Y si desmonetizamos la Navidad?

Uno de los legados más terribles del estándar global de híper-consumo que se impuso a partir del final de la 2da. Guerra Mundial fue la monetización de – virtualmente – todos los depósitos de valor. En otras palabras, este patrón conductual determina que todos nuestros objetivos y todas nuestras decisiones – alimentación, transporte, servicios, educación y hasta el ocio – tiendan a expresarse en dinero de manera automática.

Paradójicamente, esta monetización tiene el efecto de empobrecer nuestras decisiones, pues al “brincar” directamente al dinero, nos cerramos a opciones no monetarias que pueden ser útiles para alcanzar nuestros objetivos. Es más, puede llevarnos incluso a perder de vista el objetivo mismo. De hecho, desde la perspectiva de la cultura financiera, pocos ejercicios son más productivos que desmonetizar las decisiones para luego re-monetizarlas de manera consciente.

Veamos cómo funciona el ejercicio. Tomemos una decisión de vida cualquiera y expresémosla en términos desligados de su costo o de su precio en dinero. Por ejemplo, el propósito de un medio de transporte es llevarnos de un lugar a otro, independientemente del tipo de solución – vehículo propio, transportación pública – y del costo de cada una.

Luego, repasemos las diversas formas – monetarias o no – en que puede cumplirse el objetivo. Entonces – y sólo entonces, sin automatismos – tomemos la decisión de cuál opción se adapta mejor a nuestra situación. La re-monetización sucede, sí, pero en la medida idónea y protegiendo el objetivo.

 

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