Y si Duarte nos viera hoy, ¿qué pensaría?

Y si Duarte nos viera hoy, ¿qué pensaría?

Mucho se ha hablado de él. A dos días de su bicentenario, las actividades se suceden cual si de esa manera cumpliéramos con él. Rendirle tributo, demostrando que le recordamos, es suficiente para muchos.

 Honrar a Juan Pablo Duarte, sin embargo, es mucho más que eso. Es actuar, cual si fuéramos él, con suma justicia. “Sed justos lo primero, si queréis ser felices”, nos dice en un ideario en el que señala que el buen dominicano tiene hambre de justicia. “El crimen no prescribe ni queda jamás impune”, asegura.

Las palabras de Duarte se han ido diluyendo en el tiempo. Las cosas pasan, las evidencias se muestran pero ella, la justicia, nunca llega. Vivimos en una sociedad de cartón,  en la que la vanidad pesa más que la ética y la vergüenza se viste con algunos  pesos. Por ello, los nombres  pesan mucho más que las realidades. Seguimos siendo esa aldea con complejo de feudo en la que los grandes no se tocan porque son los dueños del imperio.

Y así vemos que jamás se sabe, aunque se vocifere por los corrillos, quiénes son los responsables de nuestras penas (las económicas, sobre todo).  Ni siquiera la historia se hace justicia a sí misma. Por eso tenemos “héroes” modernos que no son más que viles traidores que se han aprovechado de nuestro pueblo. Pero jamás habrán de ser tocados. No, ellos  siempre serán señores porque lo que importa es el peso y no de dónde venga. Duarte ha de estar revolcándose en su tumba. Esta no fue la República que él soñó. El creía en la democracia y en la ley. Nunca hubiera aceptado este desorden. Tanto abuso de veras que le dolería.

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