¿Y si no es en la escuela, dónde?

¿Y si no es en la escuela, dónde?

Millizen Uribe

La violencia es algo transversal en la sociedad dominicana y así ha sido durante mucho tiempo. Mas, no por eso, deberíamos acostumbrarnos o resignarnos a esa realidad, ni siquiera cuando se reconfirma su vigencia en espacios donde, por el contrario, se debería fomentar y practicar la cultura del diálogo, la tolerancia y la prevalencia de derechos.
Tal es el caso de las escuelas, lugares puestos en la palestra pública a raíz de informaciones y videos que han circulado en medios impresos y digitales, dando constancia de cómo la violencia, a veces extrema, forma parte del día a día del estudiantado dominicano.
Un caso reciente, que todavía consterna, es el de la niña Chanel Marie Tiburcio, muerta el mes pasado tras recibir una golpiza por una compañera de estudios. Ahora también resalta el de un grupo de chicos, estudiantes de octavo grado, que obligaron a una niña a practicarles sexo oral en la escuela. Y a finales del año pasado un estudiante de segundo año de bachillerato fue sorprendido abusando sexualmente de un niño de nueve años, en el baño de su escuela.
Los escenarios anteriormente descritos son desgarradores, máxime si se consideran investigaciones como el estudio Violencia en las Escuelas, elaborado por la antropóloga social Tahira Vargas para Plan Internacional, que afirma en los centros educativos dominicanos concurren muchas formas de violencia con manifestaciones física y verbal, y que van desde los profesores y profesoras hacia los alumnos, violencia de género entre estudiantes y violencia por algún tipo de discriminación.
Esto es altamente preocupante y debe concitar, más que indignación, políticas públicas lo más transversales posibles y acciones urgentes, porque la responsabilidad de las escuelas en la educación de seres humanos integrales, dialogadores y no violentos es vital. Y aunque mucho se diga que la educación comienza por casa y que la familia es la base, recordemos que la familia dominicana también ha estado experimentado cambios, y para aquellas que sobreviven y se desenvuelven en el marco de la pobreza y la marginalidad, social e intelectual, con padres y madres ausentes, o presentes pero sin educación y llenos de limitaciones, podrían estos hogares no estar siendo el mejor referente para esa formación adecuada.
He aquí donde la escuela, ambiente que se supone ha de ser sano, seguro e integrado por profesionales en la educación, debería jugar un rol diferente, siendo tal vez el único escenario en que un niño o niña, de un extracto social pobre o de clase media baja, tenga la oportunidad de acceder a una buena formación porque, pese a la teoría, la práctica y el día a día dan cuenta de que si no es en la escuela, no será en ninguna parte.

Millizen Uribe

Millizen Uribe

Periodista. Editora del Periódico HOY Digital

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