Además de un problema social y económico, el subdesarrollo tiene que ver con aspectos influyentes y determinantes en la conducta humana. Entre ellos, las deficiencias educativas, espirituales, socio-culturales, que afectan a las personas en todas sus dimensiones. Y como consecuencia, los problemas y conflictos políticos de hoy día. Fruto de las debilidades de los organismos de participación, deliberación y ejecución, incluyendo lógicamente a los partidos y las esferas gubernamentales.
Esa es la única explicación para que a lo largo de estos años, dirigentes y líderes no hayan comprendido que solo mediante acciones comunes se puede sacar el país del atraso. Que en un sistema político como el que tenemos, las leyes son su base y soporte, y solo pueden ser encaminadas por la vía del respeto a la institucionalidad. Armonizando los aspectos que le sirven de sustento, pero comprendiendo las desigualdades sociales.
El atraso producto del subdesarrollo, ha sido capaz de obnubilar las mentes de manera tal, que cada quien se entiende rey o dueño absoluto de la verdad. Se les ha hecho difícil reconocer errores y dar un paso atrás. No han hecho esfuerzos para saber lo que en realidad piensa, quiere o le conviene a la mayoría. Lo que los conduce muchas veces a cometer errores incalculables.
Porque como las cúpulas dirigentes y sus aliados viven en la opulencia, han querido presentarle al resto de la sociedad un mundo de ilusiones y espejismos. Se ha llegado al extremo de decir que somos una sociedad avanzada porque contamos con determinadas mejorías, porque tenemos algunas instalaciones parecidas a las de países desarrollados; porque celebren festividades copiadas del extranjero; porque contemos con aviones y yates privados; o tengamos grandes torres y proyectos turísticos.
Pero eso es un espejismo. Porque independientemente de lo que indiquen el índice de GINI o la Curva de Lorenz, la desigualdad está latente y en crecimiento. Lamentablemente somos un país atrasado, subdesarrollado, en el que la acción de ese subdesarrollo se refleja en las actitudes de una buena parte de los actores de las cúpulas, incluyendo algunos de nuestros dirigentes y líderes políticos, que no logran entender que la desigualdad irrita.
Y en medio de toda esta situación arrastrada por años, nos encaminamos a un nuevo proceso electoral, hasta ahora dividido en dos. El municipal en febrero y el congresual y presidencial en mayo de 2020. Para lo cual se han realizado muchísimos acuerdos entre los diferentes partidos. Pero de la misma manera que se han producido tantos acuerdos, hay ausencia de planteamientos que establezcan diferenciación entre las organizaciones y por igual entre los actores políticos.
Pero es de esperar que tan pronto pasen las Navidades y el Año Nuevo, empiecen a surgir planteamientos concretos de diferenciación. Orientando a la gente sobre las propuestas de los diferentes candidatos. Porque si no hay diferenciación, y todas esas alianzas contribuyen a crear confusión, podría producirse algo similar a una garata con puños. Y ya muy pocos se arriesgan a recibir golpes y empujones si no ven posibilidades de lograr algo.