Al caminar en los rieles del Estado dominicano, dejamos huellas que han sido marcadas y afectadas por malos gobiernos y por líderes inefectivos. Ellos nos han formateado, nos han programado para que practiquemos la corrupción sin pensar en la mayoría y sin temor a consecuencias legales. Debido a este tipo de pensamiento y práctica, continuamos haciendo lo mismo, con los mismos hábitos y los mismos resultados; resultados precarios y caóticos.
Si no cambiamos esas prácticas antihumanas, si no logramos cambiar esa conducta, nunca podremos cambiar nuestra existencia, nunca vamos a cambiar las prácticas que nos han llevado a una posición alarmante en el contexto de la administración del Estado. Necesitamos mirarnos, re evaluarnos, hacernos preguntas desafiantes, sin etnocentrismo, sin defendernos, sin culpar al vecino país de Haití, sin pensar en las supuestas familias que dominan el país, sin culpar a la Embajada de los Estados Unidos de América, sin máscaras tejidas con hilos de izquierda o de derecha. Necesitamos volver a programarnos, y así, poder identificar y atacar a los enemigos del desarrollo del pueblo dominicano. Si hacemos eso, vamos a tener un país seguro, no solo pintoresco; un país próspero, no solo que produce de todo; un país alegre, no solo con sonrisa superflua.
El crecimiento de una nación no se genera en el momento que suceden los cambios de gobiernos o de partidos; para que se produzca un cambio sustancial y palpable, que llegue a todos los rincones del país debe entrar al escenario político un liderazgo que tenga pasión por lo que hace, la pasión es el motor, la gasolina, la pasión es como la vocación de una persona con un llamado a servir. El país necesita un liderazgo que tenga intuición y olfato, en un país como el nuestro, donde hay tantos aduladores y zalameros, ese líder debe tener una capacidad de instinto. Estamos lleno de consejos, de sabios sin resultados, de ideas cargadas de intereses personales.
Las naciones que han logrado saltar y salir del hoyo de la pobreza es porque han tenido un liderazgo con arrojo, con valentía. La valentía, como dijo alguien, es entrar en una batalla que no estás seguro de ganar. Alguien en la República Dominicana debe levantarse, con valentía, sin importar que pasará con su cargo, su imagen y su vida. Pero la mayoría de nuestros políticos no quieren perder, hacen todo lo posible para ganar; hasta cuando pierden, se unen a otros para recibir las migajas que se cayeron en el momento del pleito.
Nuestro problema no es el ¿cómo?, no es la falta de formula o carencia de información; nuestros fracasos en el Estado tienen que ver con el carácter del líder. Un liderazgo con carácter y con valentía, es suficiente para poner a los dominicanos, como dice la escatología, a caminar en calles de oro y mar de cristal. Dejémonos de hablar tanto. Las teorías sobran, la valentía no. Hoy es el día de identificar ese liderazgo con carácter y valentía. Ya basta, cambiemos esas prácticas.