¡Ya encontré uno más pendejo que yo!

¡Ya encontré uno más pendejo que yo!

Quien en la República Dominicana acepta una posición elevada en el sector público no podrá escapar nunca a las situaciones diarias, en cualquier sitio público, o a la llegada o a la salida de su residencia, del visitante que lo sorprende con una emergencia familiar, de alguien enfermo que necesita una «receta», o el fallecimiento de alguien, lo que generó la anécdota que aquí se narra y que envolvió a don Modesto Díaz (Q.E.P.D.) y al doctor Mario Read Vittini.

Don Modesto Díaz, uno de los héroes del 30 de mayo, quien ocupó desde muy joven, elevadas posiciones en el gobierno nacional, entre ellas una de las más delicadas, en la Era de Trujillo, presidente del Partido Dominicano, en San Cristóbal, sabía lo que eran esas visitas sorpresas para solicitar dinero para una «receta» o los gastos para el funeral de un pariente. Don Modesto, era hermano del General Juan Tomás Díaz (Q.E.P.D.), otro de los héroes del 30 de Mayo, pagando ambos con sus vidas, el sacrificio supremo, luego del 30 de mayo de 1961. Ambos, eran hijos de uno de los hombres más respetados en San Cristóbal, el General Lucas Díaz.

El doctor Mario Read Vittini, amigo de toda una vida, era funcionario público y al igual que don Modesto Díaz, tenía que vivir cada día, las visitas sorpresas de los que demandaban una «receta», entiéndase el dinero para adquirir una medicina de urgencia o los recursos para una caja de algún familiar fallecido. Mario rompió con el régimen de Trujillo, se asiló en la Embajada de Brasil en 1960 y combatió la dictadura.

Para los dominicanos de hoy, acostumbrados a oír hablar de miles de millones de pesos, podría parecerles ridículo, que en aquella época, de las décadas de los 40 ó los 50, alguien pidiera RD$ 20.00. Esa suma, en esa etapa de la vida nacional, era mucho dinero, aunque hoy resulte difícil creerlo. En los 50, matricularse en la Universidad de Santo Domingo, costaba anualmente RD$ 85.00, para que se tenga una idea de lo que era el dinero y su valor en esos años.

Esa vez, en el caso aquí narrado, Mario Read Vittini, tan pronto la visita sorpresa le giró por RD$ 40.00, éste le respondió diciéndole: «mira, sólo tengo en mi cartera veinte pesos», sacándolos y pasándoselos al solicitante. Mario recibió como respuesta, que no los podía aceptar, porque necesitaba el visitante los cuarenta pesos, insistiendo con la «receta» en la mano, en que eran cuarenta pesos que necesitaba para la misma y no aceptaba menos que eso.

Ante tanta resistencia a aceptar los veinte pesos que Mario le ofrecía generosamente al visitante, Mario Read Vittini, salió de su despacho, dirigiéndose a donde Don Modesto Díaz y preguntándole si tenía veinte pesos. Don Modesto le respondió: «y para que tú necesitas veinte pesos?», respondiéndole Mario, que un amigo necesitaba cuarenta pesos y él sólo tenía veinte. Don Modesto Díaz se sonrió y exclamó: «por fin encontré a alguien más pendejo que yo!. Tú no sólo regalas lo tuyo, sino que también regalas lo ajeno!»

Ni ayer, ni hoy, ni mañana, escaparán los funcionarios públicos de esas «recetas» y otras peticiones.

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