Ya está bueno de irrespetar los espacios ajenos

Ya está bueno de irrespetar los espacios ajenos

MARIEN ARISTY CAPITÁN

Alzando su voz para llevarnos las promesas de la salvación eterna o para amenazarnos con arder en el infierno, los hermanos en Cristo han hecho de cada espacio una tarima para predicar. Megáfono en mano, inclusive, recorren las calles en búsqueda de almas a las que rescatar.
Convencidos de que están obligados a llevar el mensaje de la palabra hasta las ovejas descarriadas, entienden que tienen que aprovechar cada oportunidad y, como la fe está por encima de cualquier otra cosa, sostienen que hay que respetar su derecho a predicar dentro del Metro de Santo Domingo.
La justificación esgrimida es que en la República Dominicana existe la libertad de expresión y cultos, como decía el pastor Carlos Peña el otro día, pero olvidaron que eso también aplica para los que no creen, razón por la que ellos tienen derecho a que no se les moleste con las prédicas del Evangelio.
A usted, que es cristiano, ¿le gustaría que los ateos se la pasen gritándole todas las razones por las que entienden que es ridículo creer en Dios? O, ¿creen que sería agradable que le griten que es un pendejo por regalar su dinero a través del diezmo? ¿No cree que sería irrespetarlo?
La fe, al igual que la oración, es algo personal. Por tanto, cada cual debe buscar el espacio para promover y vivir su fe sin molestar a los demás. Es lo justo.
La Oficina para el Reordenamiento del Transporte hace bien al restringir el proselitismo y las prédicas en el Metro, así como también el ruido de los aparatos electrónicos. Siempre nos hemos acostumbrado a contaminar, auditivamente, los espacios ajenos. Ya está bueno.

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