Ya estamos haitianizados

Ya estamos haitianizados

MIGUEL AQUINO GARCÍA
La historia de la desintegración simple y «pacífica» de una nación como consecuencia de una invasión masiva de nacionales de otro país, con la consiguiente destrucción de la identidad nacional, las costumbres, el idioma , la religión y cultura de la nación invadida, probablemente nunca se ha dado antes en los anales de la humanidad, pero es ya una realidad en pañales en esta isla de la Hispaniola. Nos ha faltado la voluntad política que le sobró en su tiempo a los hombres que a base de inmensos sacrificios personales crearon la nación dominicana y establecieron firmemente su derecho a existir.

Los signos premonitorios que anuncian el aceleramiento que ha tomado este proceso de haitianización galopante están ahí a la vista de todos, para que luego no se alegue que no se vio lo que todos vieron. Ahí está la quema repetida de la bandera nacional en territorio dominicano por turbas de inmigrantes ilegales haitianos, mientras izaban la bandera de Haití. La vejación de la insignia y emblema de una nación por inmigrantes de otro país, es un hecho sin precedentes en los anales de la humanidad, que ninguna nación del mundo ha permitido o tolerado. Es un hecho barbárico que pretende negar la existencia jurídica del país invadido. Recordemos por un momento el alto precio que tuvieron que pagar los hombres precariamente armados de las batallas de Las Carreras, Beller, Cambronal y 19 de Marzo por ejemplo, para poder mantener en alto la bandera nacional en aquellas batallas a muerte o patria contra invasores haitianos, seguido luego por los Restauradores contra las tropas de España, para legarnos la nación libre con intereses y cultura propios que hasta ahora hemos disfrutado. Hipólito Mejía, cuya única estrategia era «jefear» desde el poder, hablaba de la defensa de la soberanía nacional mientras permitía la mayor y más sostenida violación de la frontera y el mayor desplazamiento de mano de obra dominicana por nacionales haitianos. Mientras enviaba centenares de soldados dominicanos a «pelear» sin que supieran siquiera contra quién en el lejano Irak, la frontera dominicana continuaba abandonada y convertida en tierra de nadie. Otros signos premonitorios de una nación totalmente violada, lo constituyen los secuestros de ciudadanos dominicanos por bandas de haitianos, lo que habían amenazado hacer en pasquines repartidos anteriormente en varias ciudades del país, y ahora materializan con total impunidad, asimismo el asesinato de guardias dominicanos en la frontera por vecinos de Haití, y las cada vez más frecuentes sesiones de vudú que paulatinamente se han ido incorporando ya a la cultura «de este lado», en sustitución de nuestras costumbres cristianas. Estos y muchos otros signos de profunda penetración haitiana nos permiten ver lo que depara el futuro, de no detenerse esta flagrante penetración territorial. Ha sido la falta de una estrategia de Estado para la defensa de los intereses dominicanos, y la capitulación ante intereses foráneos, lo que ha resultado hoy en una nación cuya economía misma está peligrosamente dependiente de la mano ilegal masiva de Haití encrustada hoy en todas las áreas de la producción , tanto a nivel urbano como a nivel rural. Los haitianos son hoy el rostro mismo de la nación dominicana a lo largo y ancho del país, y ello está modificando ya las fibras mismas de la nación dominicana. .

Aunque es cierto que las limitaciones económicas de nuestro país, al igual que la de otras naciones subdesarrolladas, es la causa de la emigración del dominicano a otras tierras en busca de mejores oportunidades de vida, no hay ninguna duda de que la oferta haitiana de mano de obra barata y casi gratis, ha sido un factor importante en el desplazamiento del obrero urbano y rural dominicano, enforzando aún mas la emigración del trabajador nativo. La implementación efectiva de la seguridad social ha sido abortada por el dilema que representa la presencia masiva de nacionales haitianos, beneficiarios obligados pero no contribuyentes de los recursos del fisco, sino exclusivamente de quienes explotan su mano de obra barata. El beneficio se extiende no solo al uso indiscriminado de nuestras precarias instalaciones hospitalarias, donde a diario nacen en todo el país centenares de niños de padres haitianos, quienes se dan el lujo de venir a dar a luz «de este lado», sin pagar un centavo colorao al Estado. Muchos proceden entonces a permanecer en el país, al amparo de actas de nacimiento de los hijos (que la mayoría de los haitianos no reciben en su propio país), y que un día no lejano se convertirán en verdaderas actas de defunción de la nación dominicana. Esta ausencia de control migratorio ha hecho además extremadamente difícil el control del Sida, la tuberculosis, malaria y otras enfermedades infecto-contagiosas hasta hace poco razonablemente controladas en nuestro país, dado el altísimo índice de estas endemias en Haití. El beneficio del inmigrante ilegal a costa de los precarios recursos del Estado dominicano no registra límites, en Pedernales por ejemplo, hay escuelas públicas con más estudiantes haitianos que dominicanos ¿qué le parece?. Es como si los dominicanos hubiéramos hecho un plan macabro para cavar nuestra propia tumba. Pues no se trata de ejercer la ideal y positiva cooperación que debe haber entre dos naciones destinadas a compartir la misma isla, y de acentuar el deber moral de ciertos países que habiendo protagonizado incluso invasiones militares recientes de Haití, y controlado totalmente ese país, tienen el deber ahora de acudir a su asistencia y supervivencia económica, como apropiadamente señalara el presidente Leonel Fernández en Brasil, aunque lo hizo refiriéndose a la comunidad internacional en sentido general. Aquí de momento lo que hay es una usurpación plena y llana de la soberanía dominicana, y una presión internacional para que se continúe por el mismo camino, y ello solo perjudicará a los dominicanos y a nadie mas. Es a nosotros pues a quienes nos corresponde garantizar ante todo la existencia misma de nuestro país sacudiéndonos esta invasión de vecinos que por su profundidad, magnitud y oposición histórica de intereses, amenaza disolver nuestra existencia. Confiamos totalmente en la capacidad del presidente Fernández para no perder de vista la estrategia correcta que asegure el progreso y supervivencia de la nación, y en su capacidad para reevaluar continuamente la necesaria estrategia para alcanzar esa meta. El primer paso sin duda es poner el orden en casa, haciendo respetar la frontera, y aplicarle a los nacionales haitianos las mismas leyes de migración que nos aplican a los dominicanos adonde quiera que vamos. Porque en un pais en el que la palabra repatriación y control de la frontera han desaparecido practicamente del vocabulario, parecería que la suerte ya está echada. !Qué Dios nos coja confesados!

Publicaciones Relacionadas

Más leídas