Ya ni el Papa nos perdona

Ya ni el Papa nos perdona

La crónica de la agencia informativa española Efe deja turulato a cualquiera. Confieso que tuve que leerla varias veces para ver si no estaba descontextualizada la exhortación del papa Benedicto XVI a las autoridades dominicanas para que  erradiquen definitivamente la corrupción y otras lacras sociales. Y todavía me cuesta creer que un pontífice fuera tan crudo con nosotros al momento de recibir las cartas credenciales de Víctor Grimaldi, acreditado como embajador ante el Vaticano.

Según el despacho periodístico, el papa reconoció los logros de la nación dominicana en los últimos tiempos, pero indicando que queda un largo camino por recorrer “para asegurar una vida digna a los dominicanos y para erradicar las lacras de la pobreza, el narcotráfico, la marginación y la violencia”.

Señaló el pontífice que todo lo que suponga el fortalecimiento de las instituciones es  fundamental para el bienestar de la sociedad “que se apoya en pilares como el cultivo de la honestidad y de la transparencia, la independencia jurídica, el cuidado y respeto del medio ambiente y la potencialización de los servicios sociales, asistenciales, sanitarios y educativos de toda la población”. Y remató diciendo a Grimaldi que “esos pasos deben ir acompañados por una fuerte determinación para erradicar definitivamente la corrupción que conlleva tanto sufrimiento, especialmente para los miembros más pobres e indefensos de la sociedad”.

Aunque por momentos pareciera que esas preocupaciones son resultado de los pronunciamientos del Centro de Estudios Sociales Padre Juan Montalvo, de los jesuitas, puede que fueren causados por la lectura de la reciente pastoral de la Conferencia del Episcopado Dominicano en la festividad de la independencia nacional, que expresó criterios parecidos. Pero resaltan más en boca del papa y en un acto protocolar.

Es muy difícil que pase una semana sin que se publique una evaluación internacional que deje el país en medio del descrédito. Aunque muchos no se dan cuenta y otros aducen que somos víctimas de conspiraciones, la persistencia tiene que llevarnos a la conclusión de que andamos mal y necesitamos cambiar de curso.

El pasado viernes, cuando se produjo la exhortación papal, también se podía leer otra información en la que se daba cuenta de que un representante del Departamento de Estados norteamericano dijo en una conferencia sobre esclavitud en la sociedad moderna que en la República Dominicana hay entre 50 y 70 mil nativos que viven en condiciones de esclavitud laboral, citando datos de la Organización de Estados Americanos. Probablemente se refería al informe de la semana anterior que sitúa al país a la cabeza de la trata de personas en América Latina  

Hace dos semanas la revista Business Week difundió un estudio de la consultora neoyorkina  en recursos humanos ORC Worldwide en el que se sostiene que Santo Domingo es de las peores ciudades del hemisferio para ejecutivos extranjeros, por los frecuentes apagones, falta de adecuada infraestructura vial, crecimiento de la delincuencia y mala calidad de los servicios de salud. Por supuesto, no se puede olvidar en qué lugares nos dejó la última evaluación del Foro Económico Mundial que abarcó 134 países del mundo.

Baste recordar que quedamos  entre los últimos cinco en calidad de la educación y la energía eléctrica y en dispendio de los recursos públicos y corrupción.

Estamos obligados a reflexionar y a buscar cambiar profundamente el curso del país.

Si no por orgullo, al menos por sobrevivencia, ya que más temprano que tarde va a afectar lo que hoy día es la principal actividad económica nacional, el turismo. Que las llamadas de atención provengan de organismos internacionales puede dejar dudas, pero caramba es que ya ni el Sumo Pontífice nos perdona.

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