Ya no estás sola, Aida

Ya no estás sola, Aida

Cada minuto, movimiento. Ya no es curioso para nadie que una mujer viva sola, o comparta su casa con quien prefiera. La ciudad ha dejado de ser un gigantesco muro de miradas acechando los pasos de aquella que osara llegar tarde a su casa, o con seres no domesticados. Las muchachas andan en motocicleta, dejan su pelo al aire, bailan con otros y entre sí, caminan de gancho, como las niñas en las pequeñas provincias y comunidades rurales.

Hoy el hombre mide a la mujer por su carácter, por su inteligencia, por sus principios, por su brillantez, por su generosidad, por su belleza exterior e interior. Ya no anda averiguando si desde que nació hasta que la encontró ha sido inmaculada, el que posiblemente fue entrenado por innumerables otras.

Hoy las universidades están llenas de mujeres y también las escuelas secundarias y en Europa y otros países nuestras mujeres trabajan como niñeras, enfermeras, obreras especializadas, trabajadoras domésticas y trabajadoras sexuales.
¡Trabajadoras Sexuales! ¿Te imaginas, Aida?

Hoy ser una mujer pública es casi consustancial con el trabajo que se realiza, al igual que ser un hombre público es ser un “notable”.

Estamos en el 2016, y tú no eres ya, Aida, la niña “rara” y consentida de sus padres, que no quería ir a la escuela para encerrarse a leer. Ya no eres la adolescente que osó salir de Moca para la Capital, cuando a nuestras abuelas les horrorizada la idea de que una muchacha de “familia” se fuese a esa “urbe de perdición” donde había poetas, bohemios, o quizás ¡un hombre! que atentara contra el inocente corazón de una mocana en ciernes.

A Europa fuiste con tus escaleras, no para subir a Notredame, o Montmartre, sino para discutir de tú a tú con André Breton, para conocer la poesía de Guillaume Apollinaire, para leer a Baudelaire, a Verlaine, a “los malditos”; encontrarte con un jovencísimo Cortázar y más tarde conocer a García Márquez; para estar en contacto con la cultura africana y ser recibida entre todos como un ser exótico, que venía de un pequeñísima media isla, al lado de Haití.

De ese Paris llegaste para sorprender a los que ya estaban sorprendidos por el silencio de las palabras, por su no-decir, en momentos en que el país estaba encerrado en un cerco de megalomanías y crueldades, de falsa intelectualidad.

¿Te dejarían conversar con ellos estos poetas? ¿Te permitirían entrar en sus circulos secretos? ¿En sus salones de tertulia? ¿Serian ellos como André Breton? ¿Estarían como tu aburridos de “poetisas” y de cursilerías pseudo-literarias?

Buscaste como siempre tu escalera y con tu parquedad habitual (“su colaboración ha sido muy parca siempre, el resultado de una juventud de trabajo poético y de silencio, de sequedad”, dijo Baeza Flores), decidiste sorprender a los sorprendidos.
“hablemos del dolor”, dijiste, a ellos que buscaban la forma de exorcizar el silencio y el dolor propio y les leíste Sed del Dolor:
“El llanto de la tarde se apagó en la montana
Las palomas del sueño se han herido las alas
La infinita ternura con que el olvido
Acuna el dolor
Para hacerlo olvidar,
Es una queja vaga rezagada en la arena
Donde el dolor se abre, pero el agua no llega”.

Para aplacar ese dolor, dijiste, hay que caminar “DEL SUENO AL MUNDO”,
…con un mundo en los ojos
Que me ha dado mi sueño.
Con párpados abiertos en las dalias que nacen
En las aguas rendidas”.

“Aida es de una rigurosidad que se torna más resuelta, absoluta y pura”, vuelve y dice Baeza, y “aunque alejándose un tanto de ese candor temblorosamente lírico de sorprendidos milagros de su primer libro, trabaja un acento más estricto en la forma”.
Eran los años vitales de la mujer recién llegada de Europa, de la mocana triunfante que se integra como única mujer en el grupo más exclusivo de intelectuales del país. Son los mejores años, los de la “Víspera del Sueño”, donde todavía no ha experimentado el cáncer del cansancio vital…
“La vida está en un tono
Mayor que la hora
…acuéstate en el recuerdo de una hora cualquiera
Y dime adónde voy…”

Había que refugiarse en el mar, pero ¿cómo hablar del mar en verso? ¿Cómo encerrar esa vastedad azul en la métrica? Esa espumosa fuerza.

Con MI MUNDO EL MAR, Aida abandona el verso plumétrico por la prosa y renuncia a la instancia metafísica delsueño, para sumergirse, pasional como era, en las aguas más profundas. Pero el mar es apenas un despojo de sal para espíritus en búsqueda, para mujeres que ni se enmarcan, ni enmarcan. Apenas un alivio temporal para otro mal que se acompaña, pero no se cura.
Gritas: ¡UNA MUJER ESTÁ SOLA!
…Piensa que ahora todo es nada
Y nadie dice nada de las fiestas o el luto
De la sangre que sala, de la sangre que corre
De la sangre que gesta o muere de la muerte”.

Y cuando ajustician a Trujillo te sumerges en la multitud y te embriagas. Escribes LA VOZ DESATADA y LA TIERRA ESCRITA, poemas más que de “utilidad social” de ruptura con el ritmo, la metáfora, la música interna indispensable. El poema se vuelve así tu arma más mortífera, más ácida:

“Dejo la velación. Llego al Bar de la Cancillería.
Un amigo pide dos tazas de café. Anda desesperado.
XX le digo: paciencia, las cosas cambiarán …
Cuando quememos …a los tontos
Que llenan las embajadas europeas, asiáticas, norte y sudamericanas
Pagadas por nosotros. Repito, repito”.
El poema se vuelve así tu arma más solidaria y consonante con nuestra realidad:
“Mi madre fue una de las grandes mamas del mundo
De su vientre nacieron siete hijos
Que serían en Dallas, Memphis o Birmingham
Un problema racial. (Ni blancos ni negros).”

Te sumergiste en la multitud, adoptaste sus luchas, cantaste sus eslóganes y esperanzas, pero acechaba, como un cáncer, siempre la soledad…

“A propósito Melba,
Las poetisas del siglo XX
Se han quedado sin hijos
En la República Dominicana.
Tú no pariste Melba,
Ni tú Carmen Natalia,
Ni yo tampoco Aida,
Ni otras cien lo han hecho todavía
Se me ocurre que en este siglo
A las poetisas
Se les va la matriz a los cabellos”.

Empero toda poeta sabe que no está hecha para cotidianidades cómodas, para complacer la neurosis colectiva o la propia. Sabe que no ha nacido para enmascararse, ser vedette de tertulias, o profesionalmente popular.

Toda poeta sabe que no está destinada solo a parir, llevar los niños a la escuela, o a casarse con un hombre de “buena posición” que garantice la estatura deseada. Y no es que no lo haga, o no lo pueda hacer. No hay fronteras ni manuales. Solo la rosa, la de Federico, la de todos los tiempos.

La poeta sabe que su VER está en otra pate, más allá de quienes puedan acompañarle. Sabe que está hecha para habitar la palabra. Esa “enemiga de siempre”, pero esa única pasión perdurable.

Allí nos esperas Aida, con Salomé, Carmen Natalia, Julia, Emily, Alfonsina, Delmira, Juana, Sylvia Plath, Minerva.¡Descansa Ya!.

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