Diez días separan a los votantes dominicanos del día marcado para el acontecimiento cívico de la decisión electiva que cada cuatro años se debe efectuar para elegir al político y a su partido que nos gobernarán durante los próximos cuatro años.
En el pasado, siempre el ambiente estaba dominado por una efervescencia por el entusiasmo desbordante de pasiones y adhesiones del transfuguismo de último minuto. Esta vez todo ha estado transcurriendo con un apaciguamiento que no es típico del espíritu explosivo de nosotros. Con menos algarabía los estrategas de los partidos han tenido que sacar de abajo para llenar las calles con las caravanas con una participación disminuida y con un escaso entusiasmo que ni siquiera el ron repartido enerva los ánimos y destapa el espíritu alegre, agresivo y bullicioso del ciudadano cuando su torrente sanguíneo está ligado con el alcohol.
En nuestra íntima convicción, todos tenemos la decisión tomada, si es que vamos a acudir a los colegios electorales. Y a partir de ahora los esfuerzos de los partidos son una acción de consuelo para atraer a los votantes rezagados que no tienen su decisión muy clara que a veces ocurre en el último momento. Aparte de las denuncias constantes de la oposición acerca de fraude, transfuguismo y uso descarado de los recursos oficiales, que es la costumbre en todas las elecciones, pero no han ocurrido sucesos impactantes.
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El proceso electoral marcha con una calma y organización nunca antes vista. Esto podría hacernos creer que ya el votante ha madurado y considera esos eventos como algo del acontecer cívico del pueblo. El votante no tiene temor a un colapso si resulta elegido quien posea menos credenciales de capacidad pero el sentimiento generalizado de la población es que la reelección triunfará.
Siempre nos llenamos de ansiedades en cuanto al que ganará. Pese a la marcada supremacía del candidato oficialista, todavía hay temores de que a última hora se derrumbe su hegemonía frente a los otros dos candidatos mayoritarios.
La Junta Central Electoral ha organizado el evento con bastante maestría y la calidad de la programación establecida asegura que los pataleos que son inevitables en la cultura criolla del fraude, ocurrirán quizás en forma mas civilizada que en las anteriores elecciones. Las dudas que acompañarán a los resultados de las votaciones del próximo día 19 acerca de los resultados quizás no sean tan llamativas. Eso permitiría que la ciudadanía recobre el sosiego después de estos días de acelerada promoción y captación de los rezagados que permanecen sin haberse decidido a votar. Ya las dudas no se mantienen a un preocupante nivel sin una abstención que haga disminuir el caudal de votos válidos.
Lo mas importante de las elecciones es que el país no puede sostener el exagerado número de entelequias políticas que tan solo por no alborotar el ambiente se les permite inscribirse para participar en las elecciones a sabiendas del pésimo papel que protagonizaran. Ojalá que ahora los que no alcancen el mínimo de votos exigidos sean descartados para futuros eventos.
Ya nuestra democracia es madura y por tanto ya es hora que los dominicanos con tantas ambiciones de creerse predestinados de ser presidentes asimilen y se den cuenta que no sirven para ese cargo como lo demuestran los resultados que han obtenido en elecciones pasadas cuando se postulan y dan vergüenza por los pocos votos que logran.