¡Ya volvieron los querebebés!

¡Ya volvieron los querebebés!

El pasado 19 de abril, mientras conversaba con mi familia en casa luego de una ligera llovizna, del cielo cayó como un regalo el alegre “stacatto” del canto de un querebebé. ¡Ya volvieron! Como cada año, este hermoso halcón nocturno antillano llega a mediados de la primavera desde Suramérica para pasar el verano aquí.

Hoy –en ocasión de mi reciente cumpleaños- escribiré sobre lo que quiero y no lo que debo, como he hecho antes. Quizás es un egoísmo inconsecuente. Pero a veces hay que mirar alrededor de uno y oler las flores. Aquí las tenemos todo el año, no sólo en la primavera, que dizque no la hay en los trópicos, pero que llega siempre comoquiera, con signos más discretos que en las zonas temperadas. 

Por ejemplo, al comenzar la primavera florecen los robles criollos, con sus hermosos manojos de pétalos azules o blancos, como puede verse desde hace semanas en algunos tramos de la avenida Bolívar en la capital. Es un espectáculo glorioso, y se aprecia aún más cuando hay pocas ocasiones para verlo, como nos ocurre a quienes emigramos desde Gascue a otras latitudes capitaleñas.

Mis lectores saben que periódicamente me ocupo del halcón nocturno antillano, el “chordeiles gundlachii”, conocido aquí como querebebé, y acerca del cuál he escrito antes. El nombre lo vi por primera vez en un cuento de Bosch, aún antes de haber conocido a esta interesante ave migratoria que, contrario a los patos que vienen del norte a pasar aquí el invierno, llega desde Sur América, especialmente Venezuela, la costa caribeña de Colombia, las Guyanas y Surinam, para veranear aquí. De día es casi imposible verlos, a menos que algún depredador amenace su nido, en cuyo caso sale volando. El querebebé es un auténtico halcón, excepto que caza sólo durante las noches, y cuyo elegante vuelo puede apreciarse en el crepúsculo, así como su canto onomatopéyico. Anida en techos de viviendas urbanas y abunda en casi toda la ciudad de Santo Domingo.

En fin, los querebebés están de regreso; las rolas y rolones siguen cantando junto a los ruiseñores; los robles aún exhiben sus aristocráticas flores azules y blancas; y hay que sacar tiempo para apreciar tanta belleza. Como dice Ferris Bueller en su día de escaparse del colegio, la vida es corta, y más vale disfrutarla…

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