Yaque: ¿Vives o mueres?

Yaque: ¿Vives o mueres?

UBI RIVAS
Con el título de esta entrega se publicó un bien concebido y mejor logrado opúsculo de la autoría de la ecologista Leyda Veras, impreso en 1993, es decir hoy hace 13 años, externando su preocupación con un pormenorizado estudio alusivo a la agonía del ex-río Yaque del Norte.

Desde entonces, ningún gobierno de los tres partidos mayoritarios del sistema que conduce nuestros destinos, ha movido un dedo para restaurar al ex-gran río, el más caudaloso y extenso hasta la década de los años sesenta de la pasada centuria de la isla Hispaniola y de todo el contorno caribeño.

Yaque del Norte aún nace en sus fuentes límpidas e impolutas en pico Duarte, 3,175 mts, sobre el nivel del mar, la más alta eminencia antillana se extiende en un curso de 296 serpenteantes kilómetros, en su cuenca, penosamente degradada en sus niveles altos, de 7,044 kms2 y sus principales tributarios son Jimenoa, Bao, Jagua, Amina, Mao y Guayubín, todos agotados, penosos hilos de agua que se cruzan en un par de brinquitos.

¿O no es así?

Aún en su etapa agónica, Yaque del Norte irriga unas 350 mil tareas o su equivalente en 24 mil hectáreas, de aguas altamente contaminadas, letales, que incuestionablemente infieren en alta toxicidad en los plantíos que moja, y que se traducen en alteraciones en la salud humana y en el ganado que abreva de ellas.

La Línea Noroeste es su principal zona de influencia en materia de reguío y que tienen en esta altamente polucionada vena acuífera su única fuente de aprovisionamiento del vital líquido que en vez de vital es letal.

Yaque del Norte ha debido proporcionar, además, agua potable para los acueductos de Moca, Baitoa, Pelayo, Sabana Iglesia y Jánico, que empero, por las incidencias descritas, nunca ha sido posible, pudiendo serlo.

En octubre 7 de 1978, el Club Rotario Rincón Largo propició un seminario, glosario del cual conservo en mis nutridos archivos, donde se delinearon más que políticas, perspectivas, arqueo, posibilidades potenciales que podría redituar un Yaque restaurado a su pretérita y olvidada lozanía.

Es decir, Yaque del Norte hasta el término de la adolescencia del suscrito servidor de todos siempre sin contrapartida, cuando el gran curso de agua era una brava corriente que pasando por el puente que construyeron los norteamericanos en 1917, ví asombrado varias veces a Pumpo García realizar clavados en el centro de su curso, en su vientre caudaloso y peligroso. Ahora es sólo recurso de suicidas.

Además del más completo estudio sobre la cuenca alta de Yaque del Norte jamás escrito de la cosecha del doctor Juan Bautista Pérez Rancier y el médico e ingeniero Miguel Canela Lázzaro en 1926, el ingeniero José Luna hizo otro en 1940, y ambos, más el de Leyba Veras y los estudios del ingeniero Isidro Rodríguez, debieran de servir de bases para este gobierno del presidente Leonel Fernández decidir el rescate de la cuenca alta de Yaque del Norte y frenar el agravio que sufre tras su curso por Santiago de los Caballeros.

Leyda Veras identifica a los 18 villanos que asesinan con su polución el lecho de Yaque del Norte, pasibles de demandas y cierre temporal hasta que instalen plantas de procesamiento, a lo que se añade el incivismo de los paisanos de mi patria chica, que arrojan más de 200 toneladas diarias de detritus al curso de agua, una virtual cloaca nauseabunda y fétida, de aguas podridas, donde el plancton no existe, ni tampoco las otroras biajacas, anguillas, sagos, camarones de río, lisas, jaibas, morones, hoy un silente cementerio de lo que fue vida, riqueza, alimento y esplendor. Seguiré con el tema.

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