Jerusalén. Palestina conmemora mañana el decimotercer aniversario de la muerte de su líder Yaser Arafat y padre del movimiento nacionalista que impulsó para la creación de un Estado palestino, sin que nadie haya logrado consolidar un liderazgo como el suyo.
“El periodo de Arafat fue el de una decisión colectiva palestina que incluía a los partidos opuestos, mientras que el posterior se describe como un periodo sin unidad entre los líderes”, dijo a Efe el periodista político palestino Jalel Shahen.
Desde que falleció en París el 11 de noviembre de 2004, ninguna figura palestina ha emergido con el suficiente carisma para lograr, como hiciera Arafat pese al aislamiento del principio y las luchas intestinas, mantener una relativa unidad del movimiento palestino.
Mahmud Abás, que le sucedió en la dirección de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y en la formación nacionalista Al Fatah, ocupó la presidencia de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), tras las elecciones de 2005, que no se han vuelto a celebrar desde entonces.
Mientras, los sondeos evidencian la progresiva pérdida de popularidad. Hoy, dos terceras partes de los palestinos – el 60% en Cisjordania y el 80% en la Franja de Gaza – consideran que Abás debe renunciar, según la encuesta realizada en septiembre por el Centro Palestino para Investigaciones Políticas y Encuestas.
Los escasos candidatos presidenciales que se perfilan siguen sin incluir nuevas caras y solo dos, el líder del movimiento islamista Hamás Ismail Haniye, y el controvertido dirigente de Al Fatah que cumple cinco cadenas perpetuas por participar en el asesinato de cinco israelíes, Marwan Barguti, superarían en porcentaje a Abás para gobernar.
De competir contra Haniye, quien fue primer ministro y que lidera actualmente un proceso de reconciliación con Al Fatah, Abás perdería por ocho puntos- 42% contra 50%. Si Abás, Barguti – improbable por su encarcelamiento – y Haniye concurrieran en las mismas elecciones obtendrían el 20%, 43% y 33% de votos respectivamente.
Para Shahen, Palestina vive “la desintegración de la política que se ha trasladado a una única dirección (la de Abás) controlada por figuras (de la administración)».
Además de las acusaciones de corrupción y autoritarismo, con un parlamento inactivo y la aprobación de leyes que comprometen libertades como las de prensa, de lo que más adolece la escena palestina es de figuras carismáticas y con capacidad de cohesión.
La sensación es que sin un liderazgo fuerte se desvanece a su vez la posibilidad de conseguir el Estado independiente, como legado de Arafat.
El directo del Centro Palestino de Estudios Estratégicos, Masarat, Hani Al Masri, cree que la ausencia de Arafat es “la causa en parte de la separación entre Gaza y Cisjordania”, que ha durado una década.
“El liderazgo actual no se quiere enfrentar a Israel, no hay decisiones políticas unidas, no hay opiniones políticas comunes”, asegura.
Nayi Shurab, comentarista político, destaca que el expresidente solía unir al movimiento Al Fatah, a diferencia de lo que hoy ocurre con voces disidentes que acusan a Abás de modos dictatoriales, como ocurrió el pasado año cuando se celebró el congreso en el que salió reelegido en una votación sorpresa.
Superada la polémica figura de guerrillero para unos y terrorista para otros, Arafat ganó poco a poco la aceptación y el respeto internacional y el reconocimiento, por primera vez por parte de Israel, a un interlocutor palestino.
Arafat obtuvo el pasaporte número 1 de la ANP, creada tras los Acuerdos de Oslo de 1993, y por los que ganó el premio Nobel de la Paz junto al entonces ministro de Exteriores (y luego presidente del Estado) israelí, Simón Peres, y al primer ministro de Israel, Isaac Rabín.
Shurab considera que su fuerza radicaba en que, pese a su apoyo a cualquier acuerdo político con Israel, “estuvo cerca de la lucha”, en referencia al atuendo de apariencia militar que vestía en sus apariciones públicas.
Desde que Arafat regresó de su exilio a Palestina en 1994 y acalló así todas las críticas, también de su población que no apoyaba las concesiones hechas a Israel y la continúa ocupación de los territorios palestinos, fue tabú hablar de su sucesión, que hoy se retoma sin haber encontrado un candidato similar.