Yatabueno, los Nuevos Trinitarios y otros más

Yatabueno, los Nuevos Trinitarios y otros más

En el año que transcurre han surgido en nuestro país varios grupos y movimientos, aparentemente desligados de los partidos políticos, que empiezan a desahogar las necesidades y preocupaciones que atañen a los ciudadanos en todos sus niveles. Algunos se reúnen en casas de familia e invitan por teléfono a allegados que pudieran sentir solidaridad en las pretensiones. Otros convocan a través del Internet, donde se van multiplicando las adhesiones y solidaridades.

Yatabueno, por ejemplo, se ha manifestado en dos ocasiones en la esquina formada por la avenida Winston Churchill y la calle Roberto Pastoriza. Jóvenes en su mayoría, han redactado un documento precioso, titulado «con la soga al cuello contra la indiferencia», donde gritan el hambre de ideas, más allá del discurso partidista, para construir una sociedad más justa, donde «no impere el tigueraje sobre la ética», donde «funcione la justicia y se respeten las leyes», donde «se extingan los políticos que añoran el poder sobre la causa». En su invitación ruegan no «traer vestimenta, banderas u otras representaciones de partidos políticos» para no ofender a nadie, porque se sienten «reformistas, perredeístas, peledeístas, comunistas y de otros partidos mas».

Los Nuevos Trinitarios, por su parte, hacen circular en Internet un manifiesto que, sostenido de ideales históricos, anuncia «que el pueblo se desespera, que el pueblo reclama, que el pueblo exige justicia. …Por nuestros hijos y por los hijos de nuestros hijos unámonos y hagamos que nos sirvan, hasta saciarnos, de justicia. Saciarnos de esa justicia que se nos negó ayer, saciarnos de esa justicia que se nos niega hoy. Para mañana, exijamos que prevalezca la justicia. Que prevalezca la justicia en contra de la deshonestidad y del derroche alegre de los bienes del pueblo. Que prevalezca la justicia para juzgar a los desfalcadores del estado. Para detener los escándalos públicos, escándalos que se propagan entre los funcionarios privados, quienes abusando de los ahorros del pueblo se han convertido en príncipes del abuso. Que prevalezca la justicia para que se castiguen a los de abajo y a los de arriba. Que no queden impunes los robos de salami ni de gallinas, pero que tampoco queden impunes los crímenes y delitos cometidos por funcionarios que, por intereses personales, traicionaron los intereses del pueblo…»

Otros grupos, sin nombre todavía, reúnen personalidades valiosas, desencantadas de la política tradicional o que nunca han participado activamente en ella, para discutir el futuro político de la nación desde una óptica de conocedores. En fin, proliferan los correos en los buzones de las computadoras, los edictos pasan de mano en mano, fotocopiados, y los faxes y las llamadas en los aparatos telefónicos se reproducen.

Se reclama en las invitaciones el interés de la colectividad, por contraposición a los beneficios particulares. Expresarse, participar, no adherirse simplemente a voluntades ya controladas por los partidos políticos o por grupos incorporados con fondos desconocidos, no dejar que otros decidan lo que a la mayoría concierne, sentirse adecuadamente representados y sin desigualdades, parece ser la consigna común. El entusiasmo va creciendo y el «borreguismo» se espanta ante la posibilidad de perder terreno.

Con estas expresiones se contagia una nueva inspiración, y se restablece en muchos un consuelo en el futuro que parecía falleciente. Qué bueno.

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