Yaveh, Mir, Mariposas, ciclones y el arte de gobernar

Yaveh, Mir, Mariposas, ciclones y el arte de gobernar

Rafael Acevedo

La “primavera árabe”, se dice, fue precipitada por el suicidio altruista (Durkheim) de un vendutero en protesta por la represión policial. La teoría del caos (Gleick) explica aquello que Pedro Mir nos había dicho en su “Amén de Mariposas”, que: hay pirámides y estructuras que resisten de todo menos la muerte ciertas mariposas. Esas eran las Mirabal, y también el vendutero árabe. Dos entes de tipo simbólico que removieron el fondo de la estructura emocional de pueblos, rompiendo equilibrios ancestrales, interioridades en calma que no tuvieron otra opción que lanzarse al derrocamiento de estructuraciones socio-políticas. Como expliqué en “Esaú” (edición agotada), el verdadero milagro de la toma de Jericó no fue que los muros cayeran por tierra con un rito masivo, sino que el milagro fue el que un pueblo le creyera a Dios y confiara en sus increíbles instrucciones: que millares marcharan alrededor de un muro que, no teniendo varillas ni cemento, se debilitó con las vibraciones y con los altos decibeles de trompetas y alaridos, viniéndose abajo: un “efecto resonancia” que los ingenieros civiles conocen. Un efecto mariposa que Dios suele utilizar, y que los gobernantes ni los incrédulos saben aprovechar, porque desconocen sus reglas y usos oportunos. Un aleteo o un alfiler pueden romper un perfecto estado de equilibrio. Esto es sencillo para los estudiosos de la física y la teoría de los sistemas. Dios solo lo revelaría a los hombres (y mujeres) que le creen. (A Dios posiblemente no le gusta contravenir el orden natural, pues si complace constantemente a la humanidad nos haría aún más dependientes e inútiles. Y más malagradecidos. Pero esa sería una narración para creyentes). En el mundo de “los cuerdos”, es decir, de incrédulos, agnósticos y demás, la teoría del arte de gobernar puede beneficiarse si los “consigliori” y consultores (en dólares) determinasen los puntos de equilibrio clave de un sistema socio-económico-cultural, y les aconsejaran a los gobernantes de turno adónde aplicar pequeños esfuerzos, aprovechando los “momenta”, produciendo transformación del sistema a un costo muy bajo. Lamentablemente, los sabios de actualidad tendrían que hacerse creyentes para poder comunicarse con Dios, o desarrollar las físico-matemáticas del buen gobierno. La tarea de esta nueva ciencia sería detectar los puntos de equilibrio socio-económico y establecer modelos de predicción, similares a los que finalmente, y con la ayuda “de arriba”, es decir, del satélite, desarrollar modelos que predigan los acontecimientos con la precisión (bastante buena) que ya han logrado los meteorólogos. Lo más importante, sin embargo, es precisamente lo que menos les importa a muchos poderosos: Que Dios los puede ayudar, y que solamente los va a juzgar por no haberles consultado sobre los momentos en que las cosas se pudieron hacer de mejor manera; aunque haya cosas que nuestros gobernantes no pueden tocar ni con un ala de mariposa (pregunte a embajadas). Pero hay muchas ocasiones en que funcionarios o presidentes pueden romper equilibrio: Un firme puñetazo en el escritorio, puede cambiar rumbos; o diciendo: ¡Coño no se roben eso! ¡No hagan eso!… ¡Cojollo!

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