Yerro político

Yerro político

Algunos de los letreros que portaban los manifestantes eran una acusación. “Obama es musulmán”, pudo leerse en algunas pancartas. En sentido estricto, aludir a la confesión religiosa de una persona no puede entender como invectiva. Mucho menos como una imputación. En el caso de Barack Hussein Obama, sin embargo, los gritos y los carteles que aludían a sus creencias, son imputatorios. También cabe manifestar que él se ganó tales señalamientos.

Los jefes de Estado son concitados al silencio. Joaquín Balaguer advertía con reiterado afán que el hombre público es amo de su silencio y esclavo de su palabra. La construcción de una mezquita en las cercanías del lugar en que estuvieron las Torres del Comercio, es una provocación. El Ayuntamiento de la ciudad de Nueva York debió denegar el permiso para erigir ese templo, sin ninguna contemplación. Quienes tramitaron la solicitud debían estar sujetos a investigación.

¿Por qué el mandatario estadounidense habló del tema? ¿Por qué se mostró inclinado a aprobar que se erija un templo islámico cerca de donde estuvieron las edificaciones derribadas?

Obama es hijo de padre musulmán y de madre cristiana. Fue criado por la abuela materna, quien lo formó en los moldes de la cultura occidental. Antes de caer bajo la tutoría de la abuela, fue objeto de la atención de familiares paternos. Obama mismo ha confesado mientras competía por la Presidencia de Estados Unidos de Norteamérica, que a la abuela debe su visión de la vida. Tal vez porque la inestable relación familiar lo empujó hacia un eclecticismo de supervivencia, no le parece nada del otro mundo que los musulmanes levanten su templo cerca del solar de las torres gemelas. Criados en moldes familiares distintos, contemplan la construcción como una ofensa.

En esto último debió pensar el mandatario. Cierto de toda certeza que Estados Unidos de Norteamérica es nación de libertades. Todas las creencias religiosas han encontrado cobijo a las sombras de ese clima social y político. Muchas sectas surgieron en este venero del pensamiento abierto. Al mostrarse defensor del derecho de los islamitas a levantar la edificación en el entorno, no hizo sino adecuarse a ese clima social del país.

No recordó, empero, que quienes acuden a los países islámicos a divulgar las creencias de Jesús, son perseguidos. Olvidó, sin duda, que aún hay dolor por las cerca de cinco mil personas muertas en el colapso de las torres.

Y que todavía ese dolor se levanta como valladar contra una mezquita en derredor de los cimientos de las Torres del Comercio Mundial.

En pocas palabras, Obama cometió un error político. Y grave. Por eso los carteles en que se le cita como musulmán se vuelven una acusación contra él.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas