Ylonka Nacidit-Perdomo – El plan Trujillo (1 de 2)

Ylonka Nacidit-Perdomo – El plan Trujillo (1 de 2)

La libertad de la Patria parece ser, por los siglos de los siglos, una ironía. Conservadores y liberales siempre están detrás del cortejo de esa palabra, apropiándose de ella con un absurdo paternalismo.

La democracia dominicana es otro código despedazado por el privilegio del poder político. Surge en todas las conversaciones donde el sufragio es un emblema de cambio con sus retos, oportunidades y lecciones.

Nuestra historia no es más que un territorio de sobresaltos entre opuestos y contrarios, donde los delatores protegen a la ficción, a lo inverosímil y a una gran nómina de hombres que excepcionalmente se levantan, unos, sobre cadáveres, y otros, sobre los conflictos de la identidad.

Los que pertenecen al mundo de los muertos aparentan dormir con el velo de la noche, tendidos en la fábula despiadada del olvido o redimidos por las señales del destino. Otros, son protegidos por la diestra y siniestra de la eternidad. Otros, son acosados por un acento profético de despedida. Sin embargo, siempre queda de este lado del mundo, donde estamos los vivos, muchos espejos, camaraderías y justificar los medios para triunfar con la insinceridad.

No obstante, al parecer, toda la vida está llena de acontecimientos, de preguntas sin responder, porque la mayor parte de las veces viajamos en una máquina de asombro corriendo detrás de galas oficiales, de recuerdos, y quién sabe, de mentiras afirmadas como ciertas.

Me he dado cuenta leyendo la obra narrativa de mi amigo y hermano en alma Marino Berigüette, que no hay batalla que no se gane sino cedemos ante la pasión, pero que la pasión es el contingente que capitaliza centímetro a centímetro las carreras en avanzada hacia la verdad como un derecho a existir en armonía con los demás.

Participar con mis palabras en la presentación de su libro El plan Trujillo es un gesto que asumo con humildad. Me conmina a olvidar las largas conversaciones que hemos compartido sobre el tema, y ver, únicamente con los ojos de lectora, un largo relato que aprisiona, sin estructuras literarias rígidas, sólo bifurcado en el pasado y el presente, en el canon de la fragmentación de la historia que enuncia.

Berigüete, a diferencia de una gran cantidad de escritores dominicanos que se han identificado con el tema Trujillo, construye un discurso cuya expresión es de estado reflexivo.

El autor nos presenta escenas contra opuestas que, al mismo tiempo se cruzan y entrecruzan en un punto determinado, transformándolas únicamente a través de la introspección auto analítica.

El plan Trujillo no sólo es el recuento perplejo de la transición de la dictadura al simulacro de la apertura democrática de la Nación dominicana a inicios de la década del 60, sino más bien el desenmascaramiento de las estrategias de los grupos dominantes del poder, en ser generosos consigo mismos, al degradarse en la complicidad de anteponer sus mezquinos intereses a los valores sociales asimilados como tales: venciendo al enemigo, recurriendo al uso de las armas, a la sordidez, a la tortura, o a la grotesca farsa del ajusticiamiento del tirano.

El plan Trujillo es una novela para formularse muchas preguntas desde las mayorías oprimidas que se unen a una minoría para la liberación posteriormente.

Vista, desde el principio de la historia, se desplaza en un intento de lograr como múltiples biografías fragmentadas in crescendo, que van tras la corriente de unos y otros: primero, tras la creencia en el espíritu colectivo del pueblo dominicano de que Trujillo fue ajusticiado el 30 de mayo del 1961, y segundo: tras un sonambulismo cronológico de entrecruce de detalles, fuerzas y elementos discordantes desde los cuales el narrador firmemente precisa otra perspectiva: no fue el Padre de la Patria Nueva quien murió a mano de los conspiradores, sino un doble, un pobre campesino fiel al Jefe.

Entre dos movimientos de tiempo, Marino Berigüete mueve el telón de la disensión de opiniones sobre la muerte del «Chivo». El autor ofrece a través de la voz de Trujillo y el Presidente Balaguer un análisis de la tirantez del eje del norte con las corrientes del comunismo.

Apropiándose de los sustratos histórico-culturales, de la tradición, establece un punto de partida: la decadencia del régimen despótico, las arriesgadas aventuras del poder del tirano en otros países del hemisferio, y el desgaste de las relaciones del imperio norteamericano con el gobierno totalitario de la isla, cuya caída vertiginosa está contenida en El plan Trujillo.

El narrador deja caer la duda sobre la voz del muerto, sobre las promesas del Benefactor a su doble que se entrega a un final de sus días, aparentemente, sin saberlo.

Necesariamente tenemos que detenernos en Merido Tejeda, el doble muerto, satisfactoriamente, con lealtad por un heroico sacrificio.

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