“Yo me quedo”

“Yo me quedo”

Unas cuantas parroquias católicas de la Diócesis de Santo Domingo han estado experimentando, desde hace pocos años, el incentivo a sus feligreses a renunciar a irse de fin de semana largo durante la Semana Santa y permanecer en torno a su parroquia, dándole apoyo a las ceremonias propias de la ocasión.

El ensayo se inició hace dos años en la parroquia San José de Calasanz bajo la tutela apostólica de Monseñor Masalles con relativo éxito, permitiéndole atraer a más fieles a los servicios de la temporada y así los viernes santos la iglesia no estuvo vacía.

Similar camino a la anterior parroquia, lo ha iniciado la del Divino Niño Jesús en Las Praderas, y en este año ha elaborado todo un programa estratégico de actividades, buscando que sus fieles se sientan cómodos, quedándose en su barrio, sin lamentarse de no haber ido a disfrutar las cálidas aguas de las playas o las frescas aguas de los ríos de montaña.

El padre Lucas, párroco del Divino Niño Jesús, siempre dinámico e innovador, no deja pasar una oportunidad para mantener a su fiel rebaño en una parroquia que está ¡alante, alante! y dándole apoyo, un equipo humano entusiasta y decidido a brindar solidaridad y asistencia a quienes opten por quedarse en su vecindad, para entonces, en el seno de su iglesia descubrir el profundo mensaje que encierra cada acto seleccionado por la Iglesia en la liturgia de Semana Santa desde hace siglos para conmemorar la acción salvífica del Hijo de Hombre con su muerte en la cruz para servir de redención a la humanidad.

Después de la II Guerra Mundial, la fe religiosa comenzó a transformarse con una secularización acelerada, donde los países de Europa más afectados por la guerra se sacudieron para atender con mayor placer las cosas mundanas, dándole las espaldas a las iglesias, que ya en muchos países europeos algunas han cerrado o se han destinado para otro uso. La Iglesia católica fue la más perjudicada de ese éxodo, y lo que se comenzó a vivir con fuerzas en América Latina desde los años 70 del siglo pasado, ya en los 50 de ese siglo era la norma europea de vida sin ponerle atención a esos días santos, que sontan normales en casi todo el mundo y sirven principalmente para llevar estadísticas especiales de la mayor cantidad de muertos, en la que compite cada país latino para ver quién aporta la mayor cuota de accidentes de tránsito y de ahogamientos.

Fue un proceso de rebeldía de la humanidad norteña del planeta, mientras el atrasado sur del mundo permanecía aferrado a sus creencias del castigo divino de la Edad Media, pero poco a poco fue apareciendo esa rebeldía en contra de los días santos, aprovechando que todos los gobiernos latinos tienen como festivos estos días, ofreciéndose buenos paquetes de excursiones y las casas de playa y montañas se repletan de amigos para disfrutar de ese asueto y darles las espaldas a la fe bajo la cual crecieron todas las generaciones.

Se le pone más atención a los encartes de los periódicos con sus ofertas especiales de atrevidos trajes de baños y de suculentos manjares y bebidas como complemento del disfrute secular de estos días.

El “Yo Me quedo”, enfatizado por monseñor Masalles, el padre Lucas y sus equipos, adquiere enorme importancia para el renacimiento de la fe bajo un concepto más universal del ser humano, que necesita no solo algo en que creer, sino sentirse cómodo con su Dios y la vez visualizarlo, no como el multiplicador de panes y peces, sino que clamando perdón por sus verdugos, supo reforzar los soportes de lo que debe ser la convivencia humana en base a la integración de los seres humanos de todas las razas. La parroquia del Divino Niño Jesús lleva con entusiasmo este experimento pastoral del “Yo Me quedo”, permitiéndole atraer a una buena parte de la feligresía y vivir con devoción cada una de las ceremonias que la Iglesia católica tiene programada para estos cuatro días.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas