Yo no maté a Federico

Yo no maté a Federico

Yo no maté a Federico

Federico García Lorca significa para los amantes de las artes y de la literatura un símbolo eterno de libertad y ética

Carlos Mayoral nos permite en esta novela entrar en la esencia profunda de las tierras andaluzas que le dieron al poeta toda la esencia para el verbo, hecho verso, haciendo que cada una de las palabras lorquianas se conviertan en la cadencia que trasciende las armonías de la guitarra gitana.

La figura del poeta y dramaturgo andaluz se luce en este libro con toda su fuerza humana, amante de la gente, de su gente trabajadora en las propiedades de sus padres, terratenientes acomodados, con dignidad y moral social, cercanos de sus compluebanos.

Estamos en una atmósfera de las tierras granadinas, donde Federico crece antes de estudiar en Madrid, tierras de alcaparras y olivos, de geranios y glicinas, de claveles y romero.

Un año antes de estallar la guerra civil, Germán Monteverde, en el verano de 1935, acompaña a su padre para visitar a los terratenientes para quienes recoge el tabaco por la Vega de Granada.

Cuando llegan a la Huerta de San Vicente, se enciende la transmisión del duende y del talento, de la gracia y el garbo, cuando el joven Germán conoce por primera vez a Federico, en un encuentro que anuncia para siempre el destino del joven Germán.

No solamente el verbo y el verso hacen de Lorca el fundador de una nueva esperanza para España, pero también la música heredada y vivida a través de las evocaciones a Manuel de Falla.

La música le llega a Germán como un milagro, una iluminación con una fuerza y un duende que despertarán en él un talento descomunal que Lorca supo reconocer y alimentar con las clases de piano que le ofreció al joven discípulo.

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Es con y a través de la música que Mayoral revela el humanismo integrador de Lorca, pues en el acercamiento al hijo de un jornalero agrícola se destaca la fuente de justicia y humanismo del poeta, como legado de una visión de libertad y democracia que le entrega educación, cultura y formación a todas las clases sociales. Ese era el sueño lorquiano para una República con cara humana.

“De pronto, una melodía de piano llegó hasta los oídos de Germán. No había escuchado nada similar en su vida, una composición serena, romántica, algo melancólica. Las notas se deslizaban por la casa y al ambiente ya de por sí distinguido se le sumaba aquella sonata maravillosa, dulce”.

El autor tiene la destreza de escenificar para revivir la juventud de Federico, una escena excepcional es de la perspectiva literaria, la habilidad de convertir el conocimiento e información en vida, y de atraer el pasado al presente inmediato…..Las notas se deslizaban por la casa …..efectivamente la música fue el fundamento de toda la sensibilidad lorquiana y Mayoral lo agudiza en las primeras páginas de la novela.
La obra crea un diálogo de alternancias entre los años 1935, 1936, para evocar los desastres ideológicos de esa guerra civil que no tuvo medida para exterminar la sociedad civil pensante pero también el trabajador común del campo, muchas veces ajeno a las ideologías dogmáticas de los dos campos enfrentados. Había que sobrevivir, y Mayoral extiende con mucha exactitud el contexto de la condición humana en España después de la derrota del ejército Republicano la victoria del golpe de la ultraderecha y de la Falange.

“La solidaridad así se mostraba en este tiempo infame de posguerra .Germán les ofrecía algo de tabaco ya industrializado y a ellos, los agricultores de la vega, le corresponden con viandas de aquí y de allá, principalmente de aceite que vendía en la ciudad a veinte pesetas el litro”.

La novela enfoca toda la trascendencia de García Lorca en la visión ética y humanística de un ciudadano de inteligencia y corazón que él representó, sin pertenecer a ningún partido político, a ninguna camarilla ideológica, simplemente ser libre por ser humano. Así fue Lorca y así lo revela autor Carlos Mayoral.

Más allá del contexto lorquiano, la novela arrastra con profundidad toda una investigación de expresión y manifiesto literario, que nos permite entender las tiranías del poder que se enfrentaban pueblo por pueblo, aldea por aldea, ciudad por ciudad, pero también y sobre todo las tensiones en los mandos militares, en las luchas por un estatus frente al régimen y este será el drama revelado por MAYORAL, el capitán Nestares es el personaje de intrigas y enigmas de un militar de carrera que le da el título a la novela “Yo no maté a Federico”, pues todo suponía que fuese él, pero conservador sin dudas y católico, este supo cumplir con las leyes del ejército alzado, conducido por Franco, con el cuidado y los de no acentuar su posición militar con el fanatismo criminal y salvaje de muchos que después de servir a la República, no tuvieron más que entregarse al Régimen.

Queda claro que Nestares no llevó al punto de fusilamiento a Federico. Nestares significa en la novela la cobardía de un militar de carrera que se entrega a las fuerzas fascistas, traicionando algunos principios de su vida como la tentación permanente de mantenerse limpio frente al crimen, pero nunca tuvo la fuerza de enfrentarse al Régimen, como muchos que perdieron su honor y su dignidad entregándose…

“Nestares preguntó de quién llegaba la orden, pero Romero Funes confesó que no había más órdenes para él que las que emitía Valdés”.

“Nestares les pidió que recapacitara, pero ya era tarde. La decisión estaba tomada”. “Abre la puerta de la colonia si no te las quieres ver con Valdés, fue lo único que le dijo a Nestares…

“Nada importó, arrancó el motor del Lincoln cuando el sol ya había caído, penetrando en la colonia con Federico en uno de los asientos traseros”.

La novela se mantiene con el ritmo de una lectura imposible de detener, pues si bien nos ofrece la juventud de Lorca con toda la madurez de su hombría y de su inteligencia, pero también con toda la fuerza de sus convicciones humanas, recibimos del autor Mayoral profundos análisis y descripciones de esa España portadora de democracia y libertad que nunca se pudo apagar ni negar, por la fuerza tan veraz de esa generación del 28 a la que pertenecieron los intelectuales más a ardientes de principios del siglo 20.

La sutileza del autor es como todo gran escritor saber alternar los tiempos para ofrecer al lector un instrumento humano y dialogante de la Historia.

“Yo no maté a Federico” es, indiscutiblemente, el libro necesario para ahondar en la ESPAÑA DE LA LIBERTAD.

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