Realmente no soy yo, pero a diferencia de aquel coronel, yo sí tengo quien me escriba; ¿será porque la justicia fue injusta conmigo? ¿O porque el débil siempre tendrá algún doliente? La verdad es que ya no estoy y tampoco está quien pudiera pagar las consecuencias de mi ausencia; bueno realmente sí, mi ausencia la sufrirán mis hijas y las frustraciones y daños psicológicos los tendrán seguramente. Ese monstruo adinerado se fue conmigo, o yo con él o nos fuimos juntos o mejor dicho… él me mató.
Quiero encontrar culpables, pero busco y busco y para nada aparecen, es que si son todos cada uno se cubre, se culpan unos a los otros y así es imposible encontrar el fallo; sería como buscar una aguja en un pajar. Me pudiera culpar a mi misma por haber elegido mal, compré un león disfrazado de cordero, que finalmente me comió. También puedo culparlo a él, ese monstruo despiadado al que me le salvé a duras penas hace dos años y que volvió a terminar su tarea inconclusa, que lamentablemente terminó… ¡y de qué manera! Voy a culpar a la fiscal, al procurador, a los jueces, al sistema, los voy a culpar a todos, incluso voy a culpar a quien escribe estas líneas y que me ayuda a reflejar la indignación nacional por mi asesinato que pudo ser evitado. Yo tenía toda una vida por delante, llena de ilusión, con ganas de luchar y ver a mis hijas crecer, tuve tantas ganas de seguir viviendo que me le salvé a la muerte hace casi dos años y en esta ocasión luché hasta el final, pero no lo conseguí.
Lo último que dije fue: “Mira a tus hijas, yo te quiero, no lo hagas por favor”… ¿Cuántas mujeres habrán dicho lo mismo antes? ¿Cuántas más dirán lo mismo que yo y tendrán el mismo final? Al menos yo tuve quien me escriba, el coronel no. ¿Quién será la próxima víctima? Espero que ninguna más, mejor aún… ¡Qué caigan los verdugos solamente!
“Donde no hay justicia es peligroso tener razón.” Francisco de Quevedo.