Yue Minjun, un artista chino inconfundible

<STRONG>Yue Minjun, un artista chino inconfundible</STRONG>

No recordamos cuándo vimos por primera vez  la obra de Yue Minjun: fue ciertamente entre los nuevos artistas de China, ¿en la Bienal de Sao Paulo  o en la de Venecia? Luego, su fama creció enormemente, y las revistas de arte –en todo el mundo–  han reproducido a aquellos enigmáticos rostros “muertos de risa”.

Ahora bien, mirar una exposición individual, sino retrospectiva, antológica, de ese artista tan especial, viviendo en Pekín, es una delicia, y su ejemplo “extra-ordinario” atestigua la diversidad inmensa del arte contemporáneo. Exceptuando a muy pocos cuadros, una imagen de Yue Minjun se identifica inmediatamente, aparte de un diseño perfeccionista y fuerte, un cromatismo impecable, una factura inmejorable, donde figura y color brillante son indisociables.  ¿De quiénes son esas ignotas cabezas, de frente y –menos– de perfil, ojos cerrados y boca abierta, exhibiendo una o dos filas interminables de dientes, inmaculados e idénticos como mosaicos?

Una lectura plausible, no solo por referencias estéticas a la cultura oriental del espectáculo sino por la reiteración de las mismas caras y prácticamente su misma expresión al filo de las obras y los años, sería la de máscaras cuyos rasgos estereotipados cubren las facciones. Sin embargo, el misterio queda entero si ignoramos que la obra descansa en un sistema: el autorretrato, entre  implacable realismo y caricatura, que propósitos ideológicos y fantasía creativa logran colocar en situaciones conceptuales y orquestaciones compositivas –ambas ilimitadas salvo un rigor inquebrantable–.

La exposición. No puede sorprender que la Fundación Cartier haya tenido el privilegio de esta magnífica muestra: allí se presentan las exposiciones más esperadas… e inesperadas, en un marco arquitectónico tan moderno como armonioso y funcional. ¡Para esos fines, extremadamente selectivos, se concibió y se construyó!

Dentro de un recorrido globalmente cronológico, y, en los espacios de dos plantas, empezando por el nivel de la calle, la exposición presenta pinturas realizadas desde el 1990. ¡Cuadro tras cuadro, se percibe la búsqueda progresiva que, paulatinamente, pasará de la representación de amigos y fisionomías diversas a la impactante repetición de un rostro, con o sin el cuerpo, en un mismo plano casi siempre y plasmado en circunstancias desconocidas! Ciertamente, hay un llamado a la participación imaginativa del espectador, que muy pronto cuestiona esa risa eterna y su significación, viéndola como forzada, buscando lo que esconde.

La segunda parte de la exposición, en el sótano, aclara el sentido crítico del artista, su sutileza y su agudeza, mientras la proyección de un personaje hilarante en movimiento y con poses reencontradas en las obras, define que hay un solo modelo: el propio Yue Minjun.

El elemento lúdico es evidente, y el juego continúa. Vastos formatos –la dimensión predilecta del artista desde su período estudiantil– manejan el fenómeno de la apropiación y… la capacidad de referencias por el espectador. Encontramos a muy famosas pinturas occidentales, en asombrosa reproducción, así la “Muerte del emperador Maximiliano” por Manet o el “Asesinato de Marat”, por David, donde Yue Minjun sustituye a los personajes por su autorretrato multiplicado, o elimina al protagonista pura y simplemente.

La inteligente denuncia, casi permanente, del régimen y su otrora dictadura, evidentemente surge de aquella risa fija “para no llorar”, pero el clímax de la crítica es la reconstitución meticulosa de dos cuadros oficiales chinos de propaganda.

Yue Minjun, por cierto excelente paisajista, ha dejado solamente el entorno de las escenas y lo vació de sus figuras emblemáticas –¡increíblemente los originales habían sido repintados sucesivamente al compás de las purgas oficiales!–. La exposición finaliza con cien bocetos preparatorios inéditos, ilustrativos del método pictórico, y los primeros cuadros de una futura serie contrastante.

La Frase

Alguien cargando su propia cabeza decapitada, se ríe sin rima ni razón.(…) Toda la tristeza inmemorial cabe en esta risa.” 
(del poeta chino Ouyang Jianghe).

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