¿Zánganos o legisladores?

¿Zánganos o legisladores?

Claudio Acosta

El caso Falcón ha puesto los ojos del país sobre el Congreso Nacional, particularmente sobre los diputados implicados por el Ministerio Público en la red criminal que tenía su centro de operaciones en la ciudad de Santiago, poniendo en evidencia algunas particularidades que tienen en común.


Y una de las particularidades que comparten esos tres diputados, dos de ellos pertenecientes al oficialista PRM y el otro al PRD del jacho apagao, es la discreción que muestran en el hemiciclo, como si quisieran ser invisibles o pasar inadvertidos, y otra es su escasa o nula productividad en materia de iniciativas legislativas.

Alguien dirá, sin que le falte razón, que esa escasa productividad no es exclusiva de ese tipo de legislador, que hay quienes se han pasado los cuatro años del periodo sin decir ni ji ni someter una sola resolución, sin que el partido al que pertenece reaccione o se dé por enterado, como si no le importara lo que haga o deje de hacer en un espacio tan importante para el buen funcionamiento de una buena democracia.


Por eso hemos tenido en el Congreso Nacional a zánganos que cobran sin trabajar o por tan solo levantar la mano cuando le toca corroborar, sin leerla, cualquier ley que someta su partido o algún colega que lo haya convencido de que le conviene darle su voto favorable.


Pero si queremos tener una mejor democracia, que sus principales actores estén mejor preparados para la tarea que se les encomienda, los partidos políticos tendrán que exigirle a sus legisladores no solo que tengan las condiciones necesarias para el cargo sino también una productividad mínima, por decirlo de esa manera, para que puedan estar en capacidad de garantizar la calidad de la representación que le ofertaron a los electores.

Que en ese trance, hay que decirlo, son siempre los que salen perdiendo, pues una vez electos, los candidatos por los que votaron se alzan con el santo y la limosna y si te he visto ya no me acuerdo.

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