Zao Wou Ki, de China a Francia, un exquisito pintor contemporáneo

Zao Wou Ki, de China a Francia, un exquisito pintor contemporáneo

Casualmente la Galería del Jeu de Paume –por el nombre del juego con pelota y raqueta que allí se practicaba y recinto donde nació la Revolución de 1789– casi colinda con el Louvre y fue un anexo del Museo para los impresionistas. Zao Wou Ki habrá pensado en la Pirámide vecina, hoy emblema arquitectónico del Louvre, diseñada por su entrañable amigo, el arquitecto I. M. Pei, otro aporte excepcional de China a la creación occidental¼

Previamente a nuestro comentario sobre la exposición, quisiéramos abundar un poco más acerca de esta Galería, de índole oficial, dirigida por un curador famoso, Daniel Abadie, que atiende personalmente la museografía. Es el “alto lugar” –le “haut lieu”– del arte contemporáneo en París, pero en cierto sentido un arte contemporáneo institucional, que presenta a artistas cimeros, sino favoritos de los encargos públicos como Arman y Buren, éxitos asegurados como el Picasso erótico… Antípodes del Palais de Tokyo, albergue de la contemporaneidad anarquista.

Zao Wou Ki era el maestro perfecto para el Jeu de Paume, haciendo los deleites unánimes, hasta de los más conservadores y los amantes del clasicismo, por la exquisitez de su tratamiento pictórico y sus paisajes de sueño, insuperables en luminosidad y refinamiento estético.

[b]ACERCA DE ZAO WOU KI[/b]

A pesar de ser una celebridad universal impresionante y que América del Norte –Estados Unidos, Cánada, México– le ha rendido varios homenajes, Zao Wou Ki no es un artista tan conocido en el Caribe y América del Sur. Sin embargo, su trayectoria no deja de ofrecer un parecido con la de Wifredo Lam –por cierto parcialmente chino . El artista cubano redescubrió su Caribe en París, a través de Picasso y sus consejos.

Sucedió algo similar con Zao Wou Ki. Él profesaba una admiración inmensa hacia los impresionistas, Cezanne y Matisse, entre otros, por su aproximación a la Naturaleza. Dejó China por París, diciendo que era¼ para aprender a pintar –aunque ya él era un egresado brillante de la academia y exponía con un éxito precoz–. Citan siempre el hecho de que, después de 35 días de viaje por barco, el mismo día de su llegada visitó el Museo del Louvre.

En la capital francesa su pintura floreció, consiguiendo la simbiosis entre la tradición ancestral china y la libertad expresiva de la modernidad europea. A más de dos décadas de su llegada, él decía: “La influencia de París es innegable en toda mi formación de artista, quiero decir también que gradualmente he redescubierto a China., a medida que mi personalidad se afirmaba. En mis telas recientes, ella se expresa de una manera innata. Paradójicamente es a París que yo debo este retorno a mis orígenes profundos”.

Así pasó con Wifredo Lam. Fue en el exterior, y en medio de otra cultura que ambos recuperaron su cultura propia y, desde entonces, la transmitieron en sus obras.

Sorprende ver cómo rápidamente Zao Wou Ki conoció Europa, recorrió Estados Unidos, viajó a Asia, abriéndose camino siempre y estableciendo relaciones profesionales. En los 60, era ya un pintor, solicitado en los círculos oficiales, los museos, las más prestigiosas galerías y colecciones. Amigo también de grandes escritores: hizo magníficas litografías e ilustraciones para poetas y editores.

De ahora en adelante, enseñando, produciendo, exponiendo, cosecharía triunfos tras triunfos, celebrados incluso en su país natal, China, en Japón y Hong Kong, aunque París siguió siendo su base, y que además el artista había adquirido la nacionalidad francesa. Esa vida excepcionalmente rica, donde los honores no le impedían crear con la misma pasión, en grabado, tintas y óleos, ha continuado hasta hoy. La retrospectiva en el Jeu de Paume, con su acogida multitudinaria, luego de la del IVAM en Valencia, es simplemente un acontecimiento esperado para un maestro octogenario, venerado y venerable según los cánones chinos.

[b]UNA OBRA PERMANENTE Y RENOVADA[/b]

La exposición, inmensa, desplegada en tres plantas, casi se hubiera podido apreciar, con igual intensidad y fruición, iniciándose la visita por las salas finales… El impulso espiritual liberador, jamás desmentido, se manifestó temprano.

Desde los años cincuenta, Zao Wou Ki había encontrado el mundo pictórico y la factura que lo caracteriza, y observamos cómo él iba evolucionando muy pronto, descartando las flores, los paisajes, las referencias figurativas, y sin embargo accesible. La escritura se volvía inconteniblemente imaginaria, deslumbrante de soltura, de tonalidades, a menudo con un color dominante¼ como si fuese la frase melódica de una sinfonía. Por cierto, la tela de gran formato, habitada por ritmos, matices y silencios, pintada en homenaje al compositor y amigo Edgar Varese en 1963, es sobrecogedora y una de las obras cumbres de la retrospectiva.

Ahora bien, notamos cómo una pintura de Zao Wou Ki no tiene, en la superficie, ni punto de partida ni orden para la percepción. La mirada abraza la totalidad del espacio, el estallido de pinceladas y manchas, las infinitas variaciones y la plenitud del vacío… La libertad de mirar, en cualquier sentido, es no solamente total sino necesaria, quien buscaría una elaboración metódica, fallaría en la contemplación adecuada. Hay que dejarse llevar por los gestos y los estremecimientos, densos o cuasi inmateriales, fuertes y frágiles a la vez, que emocionan la imagen: a menudo evocan la coreografía caligráfica del Oriente, trascendida a la pintura.

En el sótano de la Galería, donde se suele presentar una exposición breve de un artista joven, han sido colocadas obras especiales sobre papel, a tinta china, en blanco y negro. Extremadamente depuradas, de formato generalmente pequeño, a la vez austeras y tiernas, por el medio utilizado todavía más cerca de la caligrafía china, infunden una sensación de absoluto, de armonía insuperable.

¿Por qué nos embargará una extraña emoción, casi una angustia de placer, cuando prolongamos la mirada a los cuadros de Zao Wou Ki, y tal vez más en las obras de las dos últimas décadas? No lo sabemos. Las telas –con una rara maestría del óleo, sus texturas, sus transparencias– nos capturan. Paseamos en los espacios de paisajes –verdes, azules, anaranjados, ocres, donde el negro es color como en Matisse , de un cromatismo nunca visto, paisajes oníricos¼ que no lo son, y no obstante metaforizan la naturaleza increíblemente. Tierra, agua, aire, los elementos están allí, fundidos y palpables. Así mismo, los homenajes pictóricos, a Varese, Monet, Michaux o Riopelle – el último pintado–, pese a su total abstracción lírica, evocan a los temperamentos y obras de cada uno de ellos. Insólito poder de seducción, que sigue vibrando en el otoño de la creación.

Zao Wou Ki, “hoy sin límite, hoy eterno, (¼) hasta el fin del mundo, sin distancia”, estas palabras se las escribía el poeta Henri Michaux, en 1950.

No obstante, la falta de medios y protección institucional han hecho que obras maestras desaparezcan y que se borren sus ejemplos para las generaciones futuras. Sólo la mística de una mujer especial ha logrado la supervivencia de ensamblajes y montajes, definitivamente diferentes e inconfundibles.

Aparte de que ella continúa creando y desafiando.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas