Zelaya: ¡No dejen las calles!

Zelaya: ¡No dejen las calles!

Zelaya llama a hondureños a la insurrección para retornar el poder legitimo. Proclama que la insurrección es un derecho legítimo que forma parte de los conceptos más elevados de la democracia.

Nuestro compatriota César Sención llama a sus amigos y amigas centroamericanos; a las organizaciones sociales y políticas y a los pueblos nicaragüense, salvadoreño y guatemalteco a “cerrar las tres fronteras” para ahogar la oligarquía hondureña.

Evo Morales, apuntando al corazón del imperio, acusa al Comando Sur del golpe contra Zelaya. Lo mismo hacen Chávez y Correa.

Tal parece que en cualquier momento se podría aparecer Zelaya en territorio hondureño a la cabeza de cientos de miles de ciudadanos.

El partido único (liberales y nacionales) de dos colores, que ha dominado el 90% del electorado hondureño, estalla cuan pompa de jabón ante esta crisis generada por la oligarquía, para defender sus mezquinos intereses, generando un reagrupamiento de fuerzas sociales que asegura la emergencia de una opción o partido alternativo en Honduras, alineado con el ALBA y con la corriente de cambios en América.

El presidente Obama, que desde el poder desarrolla una estrategia global de “hacer retroceder” los cambios y la revolución en marcha en el mundo y América, llega a Washington, después de un largo paseo por el mundo, a tratar de desenredar el lío que el Comando Sur y la señora Clinton le armaron, y lo primero que se le ocurre es pedirle paciencia a Zelaya.

En Honduras se juega hoy otro gran round, entre el poder estadounidense, por un lado, con su línea de “hacer retroceder” los cambios a nivel planetario, y todo el sector progresista de América, por el otro, luchando por  profundizar esos cambios.

Honduras no es la República Dominicana. Pero aquí como allí existe un partido único, con tres colores, cuyas cúpulas han desplazado a los sectores honestos de sus respectivos partidos; partido único que también domina más del 90% del electorado, que domina los demás poderes del Estado y que lucha por constituirse en una nueva opción política neoconservadora, más poderosa que todas las que han existido hasta ahora, con una parte de la sociedad asimilada y nutriéndose de estos valores, y con un presidente, que con la filosofía de “dejar hacer” aunque se hunda la isla, se va convirtiendo, cuan un nuevo Báez renovado, en el rector de los destinos del país para las próximas décadas.

Insisto en que todos los sectores honestos y progresistas del país nos veamos en el espejo de Honduras y aprendamos de esa nueva brecha que se ha abierto en esta tierra americana.

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