Por: Maribel Lazala
Fotografías: Rubén Román
Ella es como el aroma del campo: perennemente auténtica. Como las olas del mar: apasionada y tierna. Transparente y vertical. Con un orgullo ancestral colgado del corazón como un símbolo, que le permite ser generosamente esplendida y exquisitamente solidaria. Discreta en su dar, enérgica en su reclamo, guerrera audaz en la búsqueda de la justicia, humilde en su conducta, amorosa y plena de sueños y proyectos. Madre, hermana, amiga, consejera. En fin, mujer. Con la sensibilidad y el coraje de las que forman la legión de las que triunfan, de las que aportan, de las que se comprometen.
Zoila Martínez de Medina es eso y más. Porque en cada faceta redescubrimos su esencia, intuimos su bagaje, apreciamos sus inmensos valores, y sobre todo, su fuerza. Esa fuerza que hace posible la trascendencia, que no permite el fracaso ni el pesimismo, y que como el ave Fénix renace de sus cenizas para hacerse cada vez más grande.
Poseedora de una fe inquebrantable, de una seguridad en si misma que le permite exhibir sin proponérselo, un carisma especial, Zoila es la amiga con que todos soñamos. Pero justo ese carisma, ese don inequívoco con que Dios la premió, le ha permitido escalar posiciones cimeras, y con ese mismo ímpetu, ahondar en las miserias de los más necesitados. Y es que, proveniente de una familia humilde, donde sin embargo no hubo carencias esenciales, se mantuvo conectada a las necesidades de aquellos desprovistos de lo más elemental, y como escuela para la bondad y generosidad con que ha desplegado toda su vida, pudo desde entonces, aprender a conjugar el verbo compartir y disfrutar la profunda sensación de plenitud que se desprende del altruismo.
La política la encontró de frente, y no vaciló en asumirla como arma indispensable para llegar a las multitudes. Sin embargo, nunca quiso echar raíces en esta actividad que en nada se adapta a la transparencia de esta mujer que no le teme a nadie ni a nada, cuando se trata de decir la verdad y de conseguir aliviar el dolor ajeno. Ese ha sido sin lugar a dudas su máxima aspiración: ayudar a los más. Porque no puede desprenderse de esa impulsiva forma de comulgar con la necesidad de su prójimo, sea este un encumbrado aristócrata o el más pobre de los mortales. Su generosidad no se concentra en aliviar las necesidades materiales, porque su alma espléndida, entrenada en el amor, deja sus huellas en abrazos y sonrisas, en frases de aliento y presencias donde sólo hay soledades. Y ella, con sus pesadumbres y fracasos, sus dolores y sus tragedias, como todo mortal, proyecta sin embargo la recia fortaleza de un roble, que a pesar de su dura corteza, emana las lágrimas hechas resinas de sus ocultas angustias, pero que sirven para adornar su carácter y su fe, en ricas lecciones de sabiduría.
Hoy, como un reconocimiento a su intensa labor pública, pero más que todo, a las probablemente desconocidas e infinitas acciones de bondad y ejemplo indiscutible de entereza, honestidad y entrega, nuestra portada especial dedicada a la MUJER, no encuentra mejor protagonista que la doctora Zoila Martínez de Medina, admirada y querida por muchos, y aclamada por unanimidad como la futura Defensora del Pueblo. Disfrútenla.
a casa No.29 de la calle Arzobispo Valera del popular barrio de Villa Consuelo ofrecía como de costumbre, una alegría fuera de serie. Quizás porque en ella se concentraban la mayor parte de la juventud de esa calle angosta y corta, que permitía a los que en ella habitaban, sentirse como parte de una gran familia. O quizás, porque en la casa de los Martínez-Guante, siempre había temas de conversación interesantes, acompañados de abundante comida, algo atípico por esa zona, fuertemente abatida por la pobreza y la escasez. Las fiestas siempre se hacían en esta casa, que por demás, contaba con la presencia de nueve hermanos, llenos de ilusiones y de amor a la vida. Era la casa alegre, amplia, generosa, donde todo aquel que llegaba, tenía el privilegio de la acogida más afectuosa, y aunque sencilla y humilde, la bienvenida a la mesa y a la esperanza.
Y justo allí, se remontan los recuerdos de Zoila Violeta Martínez Guante, hoy de Medina, cuando intenta dar respuestas a su presente, a esa personalidad que hoy le permite manejarse con soltura en los círculos más intrincados de la política, en los púlpitos de la justicia, en los exigentes protocolos de la diplomacia, pero también, en el triste pasillo de la cárcel de la Victoria, en la cuneta maloliente de una esquina de un barrio pobre de nuestra ciudad, o en los abrazos protectores y cariñosos en el asilo de ancianos o los hospitales de niños con Sida. Zoila lo sabe, porque le parece algo natural, algo que no planifica ni forma parte de una estrategia. Ella es así. Auténtica e intensa, y sus acciones las guarda celosamente en la gaveta más escondida de su memoria y su intimidad.
Acomodadas en el espacio privado de su recamara, ya que se encuentra recluida por ordenes médicas, me regala para empezar esa sonrisa franca que hace que desaparezcan sus brillantes ojos verde mar. Es una sonrisa que expresa un cierto halo de timidez, aunque ella jamás representaría a una mujer tímida, pero en este momento, quizás sobrecogida por los recuerdos que como catarata acuden a su mente, se desdobla en emociones tan diversas como intensas, y me dice:
Mis padres, a quienes debo mucho, me enseñaron los valores y principios familiares, la unión y solidaridad, uno con el otro, y a la vez con los demás y siempre nos recalcaban que eso era importantísimo en el ser humano, porque todos en algún momento, padecemos de algo o el infortunio toca nuestras puertas. Nos enseñaron también que cuando alguien triunfa, había que aplaudir ese ejemplo, ese triunfo, porque nos servía de estímulo y nos pidieron reiteradamente que nos propusiéramos metas y que las asumiéramos como un desafío. Me enseñaron principios fundamentales como el de la libertad, el valor del trabajo duro, la constancia, la honestidad, la dedicación y la lealtad, y me impregnaron del valor y percepción suficientes para visualizar mis sueños, perseguirlos tozuda y ferozmente hasta alcanzarlos.
¿Qué es lo que más recuerdas de ese contexto familiar?
La unidad de nosotros. Aunque discutiésemos o peleásemos. Cada uno tenía sus propios amigos, yo tenía muchos amigos, Aura, quien acaba de fallecer, tenía muchos amigos, Fresa, Hirma, Delfinio, Machito, que es médico, César, abogado, Martha, la más pequeña, todos tenían muchos amigos. Era una tribu completa. Pero lo que no olvido de mi niñez es lo que mi padre decía siempre de que no nos apresuráramos mucho por conseguir mucho dinero, sino que nos preparáramos, porque el dinero jamás podría comprar ni el honor ni la decencia. Yo siempre he enarbolado lo que papá decía y junto al honor, la integridad y el valor, han sido las armas con las que me he manejado en este mundo tan escabroso y en una sociedad tan empedrada, haciendo del camino empedrado, planicie. Con esa fuerza, ese valor que me dejó mi papá y mucha fe en Dios, he permanecido de pie frente al infortunio, cuando ha tocado mi puerta.
¿Cómo se desarrolla tu adolescencia en años donde el poder político era diferente al día de hoy?
Me tocó de cerca, porque en mi barrio fueron presos muchos jóvenes, amigos, vecinos. Salían con un libro y no volvían a sus casas, uno oía la radio, los rumores, pero no te daba de lleno. Fue en la escuela de Perito Contador, donde tuve formidables amigas que aún conservo y magníficos profesores, donde empecé a despertar. Una joven escribió en la pizarra un día: Trujillo es la luz, y un profesor apellido Peguero Caamaño borró Trujillo y escribió Dios es la luz, él me preguntó si en mi casa había una tablilla que decía Trujillo es el jefe, y me dijo que escribiera Dios es el jefe. Y un hecho que marcó mi vida y mi conciencia política fue el recuerdo del profesor Víctor Estrella Liz, a quien he honrado siempre su memoria y a quien mataron en mi presencia en la cabeza del puente. Fui a comprar un frio frio, sonaron las ráfagas y en un instante lo ví muerto. Lloré mucho, fue cuando llegó la OEA, porque con Trujillo vivo como tal, nunca participé en nada, salvo cuando a los jóvenes de mi barrio los apresaron porque escribieron un libro diciendo que había cosas que estaban mal. Ahí se empezó a despertar en mí la conciencia. Mi calle tenía polvo, no teníamos luz, mis padres trabajando, tenían varias casas y de eso nos sosteníamos. Ya en la universidad sí participé, y además con lo de Víctor Estrella impregnado, empiezo a tomar parte en los enfrentamientos entre estudiantes y policías, con la mala suerte de que siempre yo iba en la guagua, que se llevaban al destacamento policial porque vociferábamos ¡Fuera Yankee!, ¡Go home!. Aunque no me consideraba cabeza caliente, creo que nací impregnada con sentido de justicia social y nadie podía hablar frente a mí de pobreza, porque la viví en carne propia. Había mucha pobreza alrededor de mí, pero en mi casa había mucha comida. Comida que compartíamos con los que podíamos porque mis padres decían que por cada plato de comida que tú le des a un rico, dale 100 a un pobre, pero al rico dale tu palabra, dale el estímulo.
¿Elegiste la carrera de derecho por ese mismo sentido de justicia social?
Yo elegí la carrera de derecho, porque cuando vi el libro de los muchachos presos de mi barrio, compañeros, dije: ¡Voy a ser abogada porque esto es una injusticia!. También porque cuando bajaba a la escuela de Perito Contador, tenía que pasar por Gazcue y veía como una clase vivía muy bien y cuando subía al barrio, en el mercado de Villa Consuelo, veía la pobreza en mi propia cara. Mi conciencia despertó, más los principios que mis padres me inculcaron y he seguido con la misma coherencia de vida hasta hoy. Mi mayor satisfacción es poder ayudar a los que menos tienen o no tienen nada.
Ganaste el reconocimiento en tu profesión y después llegaste a ser fiscal. Cuéntame de tu trayectoria profesional.
Cuando me gradué, el profesor decano Julio César Castaños Espaillat, cuando me estaban poniendo el anillo, me dijo Trabaja en favor de los más necesitados, no mires lo que te vas a ganar, sino la causa que vas a defender, la justicia que tú vas a tratar de restaurar. Esas palabras nunca las olvidé y me dediqué a servir de abogado gratuito a los presos que no tenían para pagar un buen abogado.
Además de Fiscal del Distrito Nacional, fuiste Embajadora en Corea. ¿Cuál es la posición que más te ha llenado?
Cada una de ellas te deja algo importante y buenas lecciones de vida. La Fiscalía fue un trabajo duro, porque nos encontramos de frente con la verdad. Toda mi vida he caminado por las cárceles llevando la palabra de aliento de la Biblia, llevando algo para comer, las medicinas, o llevando ropa para vestir. Pero más que todo, concientizando para que se arrepientan, se rehabiliten. Pero desgraciadamente, las cárceles de aquí no rehabilitan, todo lo contrario. Muchos presos mueren allí, están hacinados. Nunca se ha podido arreglar el sistema carcelario, donde aún prevalecen la promiscuidad y el abandono. Es muy difícil que alguien salga dignificado de una cárcel dominicana. Me propuse pues, buscar los expedientes y liberar a quienes cumplían condena. Ví mucha gente presa por una mentira, por una infamia y hemos restaurado esa herida y le hemos devuelto su dignidad. Luché mucho para que se hicieran los hogares formativos preventivos de niños, niñas y adolescentes, para recoger los muchachos palomos que están en la calle, que se han ido a prostituir con muchos turistas y dominicanos desalmados que los pervierten, les dan dinero, los dejan llenos de SIDA y de toda clase de enfermedades, entonces me dediqué a eso. Trataba con un grupo de ayudantes fiscales y con el padre Luis Rosario, de buscarles la comida, que ellos entendieran que tenían un refugio. He trabajado con el padre Luis Rosario por más de 25 años en esa labor, con esos niños que no son de la calle, sino que son parte de nuestro presente y serán parte del futuro. O sea, que la Fiscalía me permitió ayudar a mucha gente y aunque renuncié, porque era una descarga descomunal de problemas sociales, y aunque yo tenía las mejores intenciones, mi propia limitante era la propia ley. La Fiscalía me enseñó muchas cosas, me dio la oportunidad de corregir muchos males que había. Yo siempre he tratado de conciliar, ese es el trabajo mío, conciliar. Por otro lado, mi experiencia en la diplomacia fue muy satisfactoria y con mucho orgullo representé, -proveniente de un barrio de la capital-, a la nación dominicana. Y más en una nación asiática, donde la única mujer era yo entre 119 misiones. Imagínate desde ahí, lo difícil de esa situación, unido al clima inclemente y con diferentes idiomas. Yo tuve que vencer ese obstáculo y tomé mi tiempo y en vez de ir a fiestas, me propuse estudiar y decidí escribir dos libros: Manual práctico de Orientación Diplomática e Introducción a la Diplomacia porque yo no quería que nadie pasara vergüenza por no saber cómo manejarse ante ese público. Pero ciertamente, ser embajadora en la República de Corea me permitió que ambas naciones se encaminaran hacia cosas útiles y permanentes. Ellos acostumbraban regalar carros y computadoras a la Cancillería. Le pedí una cita al presidente de Corea y le dije que no quería la exoneración que me correspondía como embajadora, que yo la declinaba, pero que en cambio hiciera proyectos de escuelas a través de la ODC, que las diseminara en los municipios más carentes de mi país y así se consiguieron 18 escuelas. Además le pedí que hablara con los empresarios de las zonas francas para que las instalaran en nuestro país, porque aunque no estoy de acuerdo con ellas por los desechos y la contaminación ambiental, son la única forma de combatir el desempleo. De esta manera logré 18 compañías de zonas francas nuevas en el país y que se ampliaran 8 más de las ya establecidas. El presidente Balaguer a mi regreso al país me concedió la Orden de Duarte, Sánchez y Mella en el grado de Gran Cruz Plata de Plata, la más alta que se podía imponer y eso me llenó de satisfacción porque fue una experiencia diplomática positiva para mi país.
En tus funciones de Fiscal del Distrito te enfrentaste con diversos casos, ¿cuál fue el de mayor impacto?
El caso Llenas-Aybar, porque yo acababa de perder un hijo en condiciones trágicas. No se borra de mi mente el baúl del carro y ese niño maneatado, amordazado, recibiendo esas estocadas y pienso en el grito ahogado de ese niño y él preguntándose por qué, qué pasó por esa mente. Una muerte tan violenta, que conmocionó a la sociedad, el infortunio de esos padres que están estigmatizados. A mí las lágrimas me brotan cuando pienso en eso. Pienso que esos jóvenes también están pagando el precio de lo que hicieron, y cuando los suelten en el tiempo que sea, siempre van a cargar con ese peso de ese niño, y con la culpa que no los hará dormir placenteramente.
Te has dedicado a escribir libros, ¿cómo te llega esta faceta de escritora?
Cuando fui a Corea, en el avión, yo decía que cómo iba a llegar tan lejos en un avión. Yo busqué, fui viendo, descubriendo, hasta que escribí en honor a Corea Corea del Sur, tierra de promisión. Fue mi primer ensayo. No soy historiadora, escritora, ni biógrafa, nada. Son solo mis impulsos. Y escribí esos dos libros relacionados con la diplomacia de que te hablé y que se agotaron, porque Balaguer los ponía de referencia en la Cancillería, porque ahí está todo lo que un diplomático tiene que saber. Los principios y valores no te los da nadie, ni la más prestigiosa universidad. Te los da el sentido común y la educación doméstica.
Ya en la Fiscalía me puse a escribir Temas cotidianos, un grito de indignación por lo que veía en los niños de la calle, las jóvenes que traen de los campos a trabajar en casas de familia, pero que las venden en los burdeles, los que se van en yola y después mandan las remesas al país. Más tarde escribí Balaguer y yo, memoria de una amistad porque quería dejar plasmada esa amistad que surgió caminando por las calles de Nueva York. Recuerdo que me presenté y me impactó su personalidad, pero no era al político que yo veía, sino al extraordinario ser humano que había dentro y que yo pude descubrir. Yo trato de penetrar en cada persona, en lo que tiene dentro, a través de su mirada, su sonrisa, sus gestos, la solidaridad que brinda. Y ahora me encuentro inmersa en un proyecto, que empezó solamente con 60 mujeres y se fue ampliando en una cantidad enorme. Mujeres, aportes y sociedad, es una recopilación de mujeres trabajadoras que luchan porque este país avance. He decidido sacar el tomo uno y tomo dos juntos lo más pronto posible y luego el tres y el cuatro porque si no, no voy a poderlo editar nunca, entonces se va a poner añejo, o las personas pueden fallecer.
Esta es una edición dedicada a la Mujer dominicana ¿cuál es tu opinión sobre el desarrollo de la mujer en República Dominicana?
Desde varias décadas, la mujer viene cultivando con profundidad y particular esmero, su entendimiento. Asiste a las universidades, instruyéndose en todas las carreras, tanto profesional como técnica, trabaja y se esfuerza al colaborar intensamente para disminuir la enorme brecha de desigualdades existente en el medio referente a lo social, político, educativo y económico. Ha de observarse también el empuje de infinidad de mujeres campesinas, agricultoras que trabajan de sol a sol con metas definidas, para seguir aportando a la tierra que le vió nacer y al lugar donde residen. Es por ello que puedo afirmar que las mujeres dominicanas transitan seguras y firmes por todas las veredas de la vida humana con éxito, reflejan distintas líneas evolutivas del trabajo, del pensamiento, artísticas, de la medicina, del derecho, donde tenemos cinco mujeres que presiden el más alto tribunal de justicia de nuestro país y otra desde el Tribunal de Tierra, de la comunicación social. Hay mujeres que se han lucido en la milicia, en el comercio, en el empresariado, pero más en la defensa de las libertades públicas, los derechos humanos y las fuerzas sociales del país. Yo afirmo que el porvenir de la sociedad dominicana se halla en la juventud y más de un 50 por ciento en manos de las mujeres, ya que es, fue y será la agente principal de la revolución moral que hace mucho tiempo empezó y que le falta mucho para continuar.La mujer no se conforma ya con cruzarse de brazos y dejarse llevar por la corriente masculina. Reaccionó, rompió las ataduras sin cuerdas que la ataban y con su potencial ilimitado y temple acrisolado, tomó parte importante y decisiva en la lucha ardua y difícil que sostiene, con principios invulnerables para el desarrollo de sí misma y la sociedad de la que forma parte.
A tu juicio, ¿Qué cosas impiden que la mujer sea una verdadera fuerza de poder? Malgastamos energías. Si lográsemos estar unidas, y que el proyecto tuyo lo asumo, y que nos ayudemos unas a otras, otra cosa sería.
Cada año hay un día en recordación a la Mujer en memoria a quienes trillaron un camino y lo dejaron a las posteriores generaciones. Mujeres que reclamaron sus reivindicaciones laborales, sociales, el rechazo a la explotación infantil, el sufragio al voto. Ellas empezaron en 1957 con una marcha que terminó con muchas mujeres presas, heridas, discriminadas, pero ahí se gestó, ahí empezó. No fue una sola que lo hizo, fueron muchas. Más tarde, más de 40 mil mujeres de la industria textil, hacen otro reclamo, pero juntas. Eso permitió ir abriendo camino, pero juntas. Las mujeres juntas podemos lograr, pero juntas con los hombres. Que no usemos mezquindades si queremos un país desarrollado, que los recursos vayan a paliar las necesidades de los más empobrecidos. Todo el que tenga un proyecto y crea que yo lo puedo ayudar, que venga sin ningún tipo de vergüenza, que aquí tendrá una orientación o la ayuda que se requiera, porque tenemos que caminar hacia un objetivo común.
¿Qué opinas de las mujeres que se obsesionan con su profesión y en la búsqueda de mejoría económica descuidan la crianza de los hijos?
Por experiencia digo que es un error. El activo principal que tiene cada mamá son sus hijos, su familia. Lo que mis padres nos inculcaron, que he tratado de transmitírselo a mis hijos, es la mejor orientación que puede darse. Los honores, los amigos de la política, los estatus pasan, pero igualmente, el tiempo que dejas de darle a tus hijos y a tus nietos pasa, ellos van creciendo carentes de esos afectos que nadie le puede dar más que la madre y el padre. Se paga un alto precio. Yo pienso que a la mujer le falta mucho para cumplir a cabalidad la misión para la que ha venido aquí a la tierra, que es precisamente reeducar a la nueva generación sobre los valores y principios éticos, morales y cristianos, así como los valores de los símbolos patrios y reafirmar la identidad nacional. A la mujer le toca cumplir el rol principal de madre y orientadora de sus hijos, y con su accionar, servir de fuente motivadora a la juventud y la niñez, en la cual descansará inexorablemente el futuro de la nación.
Ahora te encuentras envuelta en un proyecto que es un verdadero reto y es la Defensoría del Pueblo. ¿En qué consiste?
La ley No, 19-01 que instituye el Defensor del Pueblo fue promulgada el 1 de febrero del año 2001, es decir que acaba de cumplir cinco años de haber sido promulgada y estar sin efecto. Esta figura jurídica es una autoridad independiente, un ejecutor que no se encuentra sujeto a ninguna limitante más que la del apego de la ley. Su característica es la neutralidad y su objetivo esencial es salvaguardar las prerrogativas personales y colectivas de los ciudadanos, plasmadas en nuestra Constitución, en caso de que sean violadas por funcionarios de la administración pública. Igualmente deberá velar por el correcto funcionamiento de la administración pública, a fin de que ésta se ajuste a la moral y a las leyes, convenios, tratados, pactos y principios generales del derecho, según se estipula en los artículos 1 y 2 de la referida ley. Su designación esta sujeta a la presentación de una terna por parte de la Cámara de Diputados y de la cual el Senado hará la selección de uno de ellos. En la terna presentada a la Cámara de Diputados estoy en primer lugar, pero obviamente ahora falta que el Senado escoja el candidato de su preferencia.
¿Quién te propuso?
La gente en la calle. Mandaron millares de cartas proponiéndome, instituciones, iglesias. Evaluaron a 108 candidatos para constituir esta terna. Y es que la gente sólo habla del Defensor del Pueblo, pero hay cinco adjuntos con sus suplentes. Unos que hablan sobre medio ambiente, la juventud, los derechos de la mujer y sobretodo, los derechos humanos. Yo voy para la Defensoría del Pueblo general, otros quedaron para la niñez, los derechos humanos, la juventud. Yo gané, quedé en primer lugar. Esa terna hay que someterla al Congreso Nacional y ser aprobado por dos tercera parte de ellos. El hecho de que esté en primer lugar no quiere decir ese es el que va. Yo estoy en el primer lugar porque la mayoría votó por mí, porque fue por mayoría, no por simpatía, era por votos y yo obtuve mayor cantidad de votos.
¿Qué se exige?
Tener más de 30 años, ser dominicano de origen o nacimiento, hallarse en pleno ejercicio de sus derechos civiles y políticos, poseer amplios conocimientos de la gestión pública gubernamental, entre otros. Y por supuesto, tiene que tener una reconocida solvencia moral y profesional.
¿Te ilusiona este cargo?
El cargo me ilusiona, me agrada. No estoy nublada en mi razón ni tengo una psicosis con eso, porque mi papá me decía que no persiguiéramos sueños que luego se constituyeran en pesadillas. Más bien, nos decía, decide los sueños que tú piensas alcanzar. Pero hay una realidad y es que Zoila Violeta Martínez Blanco de Medina no transige ni negocia con sus ideales ni sus convicciones. El curriculum que tengo no lo otorga universidad alguna por prestigiosa que fuese. Lo traje conmigo al nacer, y lo constituyen mi dignidad y el respeto a mí misma. Ese cargo me agrada, quisiera tenerlo. No sé porque no lo han conocido, quizás porque influye el poder político, porque es la Cámara de Diputados que tiene que aprobarlo, y si por una regiduría la gente se da puñaladas y si por una diputación hay tantas enemistades, imagínate este cargo que tiene mucha relevancia y cuya función principal está consagrada en la propia Constitución. Es un cargo para vigilar y supervisar la administración pública y las empresas prestadoras de servicios públicos. Debe ser una persona neutra, que dialogue, que concilie y que tenga carácter y firmeza, con una trayectoria de vida conocida. Ese es un cargo que ayudaría a que la ciudadanía tuviera a alguien en quien volcar sus reclamos y esa persona servir de mediador, conciliador para esos reclamos y que se respeten los derechos de los ciudadanos.
Oyendo las características que debe envolver al candidato a este importante cargo, no puedo dejar de pensar en ella. Entiendo ahora por qué la piden, por qué la apoyan, y es que con las enormes cualidades que la adornan en su trayectoria personal y profesional, no cabe duda de su integridad y honestidad, de su apego a la verdad y su amor por la justicia. Sin embargo, sus palabras reflejan el desconcierto y desilusión por las trabas impuestas, posiblemente por mentes torcidas o envidias ácidas, que osan cuestionar su neutralidad absoluta. Y como si adivinara mis pensamientos, me dice:
Si Dios quiere que me toque, que me toque, pero yo no voy a desgarrarme las vestiduras, no voy a enojarme con nadie. Más bien doy las gracias a quienes me dan su calor y su apoyo.
El que la conoce sabe que habla la verdad. Ella no necesita cargos o reconocimientos porque está muy segura de lo que es y de sus principios y su accionar, independientes por completo de toda ingerencia externa. Ella se nutre con lo más sencillo de la vida y sus grandes emociones se encuentran veladas en lo profundo de su alma, en su conversación con Dios, el Padre y amigo que nunca la defrauda. Pero ella también sabe que Dios la ha privilegiado con dones hermosos, y siendo obediente a su Palabra, ella sabe que no fueron dados para su propio beneficio, sino que tenía que compartirlos con los demás. Por eso su urgencia, su deseo, su necesidad de volcarse a su prójimo, consciente de su unidad con todo lo creado.
En su vida personal es coherente con lo que predica, y su hogar es ejemplo de unidad y respeto. Está casada hace 42 años con el doctor Diógenes Medina Medina, al igual que ella, abogado de profesión y con quien comparte su oficina profesional, junto a uno de sus hijos también abogado. De esta unión nacieron sus cinco hijos: César, Diógenes, Flor, Joaquín Francisco (fallecido) y Zoila Violeta. Sus hijos le han dado la dicha de disfrutar de la ternura de doce nietos a quienes prodiga sus más límpidos afectos. Pero, aparte de su familia biológica, Zoila es poseedora de una familia inmensa, compuesta por amigos entrañables, por admiradores, por gente agradecida de la cual no se conocen ni siquiera sus nombres, y de todas aquellas personas que sueñan con la generosidad auténtica y la entrega espontánea. Y eso la llena de gozo y la compromete en su apostolado, convirtiéndola en su natural virtud.
Dejamos de momento fuera las trayectorias públicas para conectarnos con la Zoila de dentro, con su intimidad y su interior. Y le preguntamos,
¿Cómo te autodefines?
Natural, espontánea, auténtica.
¿Cualidad que mejor te define?
La solidaridad.
¿Qué cosas te molestan?
Las injusticias, los abusos y las calumnias.
¿Estás satisfecha con tu vida?
Si me muriera hoy, diría que sí, que me voy en paz, que pude haber hecho más, pero las condiciones y las circunstancias me lo han impedido. Por eso quiero dejar esos libros: Mujeres, aportes y sociedad como testimonio de que hay mujeres valiosas que hay que tomar en cuenta y sirven de inspiración. Pude haber hecho más, pero la Biblia dice que puedes hacer en la vida cristiana hasta donde tus fuerzas te dan. Por eso quise la Defensoría del Pueblo, pero era para enseñar que no tenemos que pelear, sino conciliar, dialogar, reclamar, pero sin crear más problemas, que quede tan satisfecho el que reclama como al que le reclaman. La vida me ha dado duro, pero he aprendido las lecciones y he encontrado a mi paso millares de personas que me han infundido ánimo y esperanza.
¿En qué crees firmemente?
En Dios, en Jesucristo y en el Espíritu Santo y en que querámoslo o no vamos a morir y que tenemos que edificar hacia arriba. Debemos procurar ser buenos de corazón, que no hagamos el bien pensando en lo que vamos a cosechar, sino hacerlo y olvidarse de ese favor, que Jesucristo sabe.
¿Cómo resumirías tu vida?
Nunca he recorrido un sendero repleto de rosas. Siempre he tenido que avanzar por caminos escabrosos de breñas y ortigas, sorteando toda suerte de dificultades con entereza, sacrificios y esfuerzos y noches enteras sin dormir. Con muchas ideas, proyectos por desarrollar, despliego mis energías, esperando que lo mejor suceda porque la esperanza tiene que retoñar y reverdecer.
Un mensaje para la juventud, para las mujeres y la sociedad en general.
Que se aferren a los valores, a sus principios, que traten de dignificarse, que estudien, que lean, que se den la mano el uno a otro, porque el presente es de ellos y el futuro también. A la juventud la exhorto a que defiendan a raja tabla, contra viento y marea, la democracia, que aunque frágil, es la que tenemos y la que debemos preservar, porque ha costado muchos sacrificios, lágrimas y dolor. Y a las estupendas mujeres dominicanas, dotadas por demás de una gran dosis de valentía, vocación de trabajo, inteligencia, disciplina, arrojo y determinación, las exhorto a continuar reafirmando con su accionar que la mujer es capaz de hacer carrera y ganarse a pulso su propia subsistencia, en todas las vias, aun cuando no gocen de todas las ventajas y privilegios que por lo general se proporciona a los hombres. Y sobretodo les digo que a fuerza de voluntad, constancia y trabajo, hay que volver lo escabroso en llano, las breñas en planicie, ya que el mundo está lleno de desafíos constantes y complejos, pero se pueden superar con esfuerzo y voluntad.
Epilogo
Pasaron varias horas de animada conversación donde muchos temas estaban fuera del contexto de esta entrevista pero que sirvieron para relajar el ambiente y hacer proclive el ingreso a su alma. Nuestro espacio sin embargo, tuvo sus interrupciones, propias e ineludibles de un personaje que es muy querido por muchos. Varias personas llegaron para saber cómo se encontraba y le traían diversos obsequios, desde un pedazo de arepa recién hecha, hasta frutas criollas o un sofisticado bizcocho de frutas cristalizadas traído especialmente desde los Estados Unidos. Todos buscando agradar a esta dama singular, que de forma humildemente discreta, se confabula con la bondad haciéndola rutina de vida. Como siempre, me sentí enriquecida, con las lecciones que sin saberlo, e imperceptiblemente, dejaba caer en cada frase con que comentaba su propia existencia. Y es que Zoila Martínez de Medina es una mujer de privilegiado carisma, de selecta prosa y aguda percepción, que le permiten trillar los asperos caminos de la decencia y la honestidad, sorteando los obstinados obstáculos de las tentaciones, las vanidades y el egoísmo. Ella ha sabido insertarse con responsabilidad vertical en los exigentes compromisos de una sociedad en desarrollo, pero jamás ha descuidado a su familia o a sus amigos, ni se ha dejado obnubilar por los oropeles del poder o la gloria. Ella se ha mantenido libre, como las flores silvestres, porque disfruta como nadie la magnífica sensación del deber cumplido. Por eso es, sin proponérselo, símbolo de la mujer de éxito, ejemplo de la mujer comprometida y verdadera imagen de la mujer dominicana.